En eso de montar campañas publicitarias para confundir a la opinión pública, la verdad sea dicha, hay que admitir que son muy diestros. Tienen experiencia acumulada en esas prácticas engañosas, además, lo hacen con el mayor cinismo y descaro. Vimos cómo se pusieron en marcha todo tipo de mensajes por esas redes sociales que inundan con sus líneas comunicacionales para lo cual disponen de centenares de robots habilitados y montados para cumplir esas operaciones. La inesperada visita de una delegación de Estados Unidos dio lugar para que Maduro apareciera con esas ínfulas de vencedor en su pugna con el mismísimo imperio gringo.

Pero disipadas las dudas que se derivaron de una diligencia envuelta en un pasmoso secretismo, lo que queda en el imaginario de la gente es la tragedia existencial de un Maduro al que le vuelven a congelar todo tipo de relaciones con la Casa Blanca y, además, con los recursos financieros, también congelados en la banca rusa. ¡Se perdieron esos reales!, diría el humorista Claudio Nazoa.

Las reacciones en cascada de voceros de todas las tendencias políticas de Estados Unidos, y en medio de esas ráfagas que disparaban contra semejante encuentro diplomático, que dio lugar a todo tipo de conjeturas y confusiones, la muy oportuna reunión entre el presidente Joe Biden y su homólogo colombiano, Iván Duque Márquez, en la que fue posible que el jefe de Estado de nuestra hermana república dejara muy claramente sentada la caracterización que se tiene del dictador venezolano, al decir: “Maduro es el Putin de América Latina”.

Esas fanfarronerías se disiparon entre la realidad que no puede ser maquillada con fotografías de las fachadas de bodegones en los que se podrá conseguir exquisiteces, como salmón ahumado o caviar, pero no los instrumentos indispensables para reactivar la desvanecida industria petrolera venezolana. O sea, ¡Petróleo no hay! Y no será posible, ciertamente, incrementar la producción de crudo en nuestro país, hasta que no se respire seguridad jurídica, porque con dictaduras desaparece el Estado de Derecho, condiciones que son tan indispensables como los balancines o los mejoradores para procesar los hidrocarburos.

En conclusión, en Venezuela hay reservas petroleras, pero no hay confianza para los inversionistas que están escaldados de las aventuras intervencionistas de tiranos que pisotean las leyes y mas aún los acuerdos suscritos con cualquier empresa petrolera. ¿Confianza en un país en donde no circula una moneda definida porque no prima ningún plan de orden económico, financiero y monetario, debidamente confeccionado?

Queda claro que la libertad y los derechos humanos de un pueblo valen mucho más que los pozos petroleros de cualquier país del mundo.

@alcaldeledezma

 


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