La violencia de la fuerza arrastra consigo los principios de su propia destrucción

Simón Bolívar

El primero en definir pensamiento único como unidad conceptual fue el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en su obra cumbre y una de las más relevantes del romanticismo alemán: Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación). En el sentido que él da al término, «único» más bien denota «unidad» o «integración». Partiendo de la Crítica de la razón pura de Kant, Schopenhauer llega a la conclusión de que nuestras representaciones de la diversidad del mundo son la expresión de una unidad, la que Schopenhauer engloba en el concepto de «voluntad». Un pensamiento único es, en el ideario de Schopenhauer, aquel que se autosustenta, que se hace integral en la voluntad:

Marcuse no se refirió directamente a un «pensamiento único», pero describió un concepto claramente emparentado con el uso más actual del término: el «pensamiento unidimensional» .

En su ensayo El hombre unidimensional Marcuse realiza una crítica profunda del estado de la sociedad tecnológica de su tiempo. Describe los mecanismos a través de los cuales en el discurso público y en el quehacer de la ciencia, validada exclusivamente por la tecnología, se ha impuesto un pensamiento «positivo» (positivista). Esta forma de pensamiento, positivo y operacional, es lo que Marcuse denominó «pensamiento unidimensional». En este esquema de pensamiento, la reflexión acerca de la complejidad y la contradicción, cuestiones que implicarían elementos cualitativos, carecen absolutamente de importancia o no encuentra lugar en el espacio discursivo.

Herbert Marcuse se muestra esencialmente pesimista respecto de la posibilidad de contrarrestar el pensamiento unidimensional y expresa su convencimiento de su triunfo e imposición. Propone, sin embargo alguna alternativa consistente en la incorporación de la negación (la «negatividad»), principalmente referida al aporte de una segunda dimensión (la crítica), pero que incluye también el «acto de negarse» a participar de la manipulación.

El mayor peligro de las ideologías es que terminan impidiendo la misma capacidad de pensar, de hablar, y constriñen la libertad de encontrar la verdad. El llamado “discurso de odio” se ha vuelto herramienta de censura y las posturas más íntimas y fundamentales se han visto amordazadas.

Los centros de formación y de difusión del pensamiento poseen lugar primordial, seguido de la familia, pues son el espacio más importante de educación de los niños y jóvenes. Como tales, todo colegio y universidad debiese siempre tender a la búsqueda de la verdad y a su enseñanza, libre de sesgos y de ideologías.

Hoy ese fin se ve progresivamente amenazado por la enseñanza de ciertas posturas e ideologías políticas, como si ellas fuesen el conocimiento básico necesario que debiese enseñarse a los niños, junto con la expulsión del espacio educativo de aquellas personas que controviertan este pensamiento único, el que pareciese ir conquistando incluso la libertad de expresión y la capacidad de disentir.

Esto demuestra la polarización social, y un dramático síntoma del escalamiento del conflicto y la confrontación, pero primordialmente, de la intolerancia y la incapacidad para el debate; que ha impedido no solo la sana, convivencia tan necesaria para la vida en sociedad, sino que ha derivado en la proscripción y censura de ciertas ideas. El mayor peligro de las ideologías –que pretenden imponerse a la fuerza y no permiten ideas contrarias– es que terminan impidiendo la misma capacidad de pensar, de hablar, y constriñen la libertad de encontrar la verdad. Es por ello que la libertad del pensamiento debe ser combatida, como defensa de la misma dignidad de la persona.

El papa Francisco advirtió en cierta ocasión que la dictadura del pensamiento único, que “mata la libertad de los pueblos y de las conciencias, aún está presente en la sociedad por lo que es necesario orar y permanecer vigilantes. Todavía hoy se da la dictadura del pensamiento único. Una dictadura que mata la libertad de los pueblos, de las personas y de las conciencias. Es necesario orar y permanecer vigilantes”, aseveró el pontífice, y agregó, es un pensamiento cerrado y no se trata de testarudez. Es algo más. Es idolatría del pensamiento propio y esta   incapacidad de abrirse al diálogo es la causante, de muchas de las desgracias que la humanidad ha padecido.

“En el siglo pasado conocimos las dictaduras del pensamiento único, que costaron la vida a muchas personas pero que, en el momento en el que los dictadores se sentían los dueños, no se podía pensar de otro modo”, subrayó el  pontífice argentino, quien alertó que aún hoy existe la idolatría del pensamiento único”.

Acaso en clara alusión al régimen de Maduro, con el que ha sido por demás muy piadoso. Sin embargo, el pueblo venezolano católico y cristiano por naturaleza, mantiene latente su fe y esperanza de que, más pronto que tarde, Dios se apiade de nosotros y nos brinde la felicidad de festejar por todo lo alto el fin de esta oprobiosa dictadura.

¡Te lo pedimos señor….!


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