Petro MAduro
Foto EFE/Mario Caicedo

Turbia no ha dejado de estar la convocatoria que a fines de este mes hace Colombia para conferenciar sobre la situación venezolana. Al principio, en el plan de Gustavo Petro, estaba una mirada resolutoria del tan largo conflicto. Se planteaba como un adalid diplomático que se presentaba para poner fin a una situación. El salvador, pues. Pero los jalones de orejas al parecer han ido decantando la convocatoria y sus efectos posibles, dirigiendo estos últimos a México de nuevo.

Las turbulencias de los viajes entre Caracas y Bogotá han incluido la frustración por hacerse de Monómeros, un detalle significativo en medio de una necesidad superior, seguramente planteada por Nicolás Maduro y los secuaces de su régimen: acabar de una vez con las sanciones. Como si esto fuera posible sin una efectiva negociación real que garantice dos aspectos fundamentales para los sancionadores: elecciones libres y verificables, tanto como la detención y una mejor atención a las violaciones de derechos humanos en Venezuela.

Las elecciones libres, cuando por cierto Maduro hace unas horas apenas insiste en un adelanto de los comicios, no están nada claras en el panorama. Justo lo contrario. El Consejo Nacional Electoral ha venido impidiendo procesos fundamentales como la inscripción de nuevos votantes, los cambios de domicilio; mientras se hace el pago del no hay un planteo serio para los posibles electores en el exterior. Quedan temas pendientes e ineludibles: inhabilitaciones, confiscaciones de partidos, registros e inscripciones de algunos de ellos. Todo esto, mientras al régimen del terror le encantaría salir de eso de una vez sin orden ni concierto, para garantizarse la permanencia, aunque sea objetada por el resto del mundo. Lo ha dicho alguno de sus más destacados voceros.

En cuanto a los derechos humanos no ha habido avance alguno. Así lo demuestran los reiterados informes desde la Organización de Naciones Unidas, los del alto comisionado, junto a otros funcionarios de gran jerarquía en esa institución, como el sistemático proceder en busca de justicia del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan. No sólo no se están investigando debidamente los casos de estas violaciones que constituyen delitos de lesa humanidad, sino que se siguen cometiendo con patrones reiterativos hace años, de manera que los alegatos presentados por el régimen ante la Corte han sido insuficientes y la misma, casi con toda seguridad, avanzará en el proceso contra quienes detentan el poder en Venezuela.

Ante este nada halagüeño panorama, las sanciones están lejos de relajarse, por más que así lo solicite con algo de tibieza Volker Türk, en un afán de demostración de neutralidad que le queda superbien. Todo esto más la situación de emergencia humanitaria compleja, los problemas laborales a los que el régimen criminal no ha dado respuesta alguna, entre otras razones para presionar por el cese de las sanciones, sumado al desplazamiento de connacionales por el mundo que afecta principalmente a Latinoamérica, justifica el diálogo, la búsqueda de una alternativa viable, lo más inmediatamente posible.

Pero no será Petro quien le ponga el cascabel a este gato pardo. Así se lo han hecho saber, después de darle las bienvenidas a su intención de conferenciar. Algo así como hablemos allá pero con la mirada dirigida a México. No es solo quitar las sanciones, son las razones de su existencia. Lo que demuestra que estas sí le han causado un daño, posiblemente irreversible, al régimen. Tan se obliga a redirigirse a México que otro de sus voceros ha señalado como cualquier malandro armado que no es ceder ante el enemigo el diálogo, algo así como que irán fortalecidos a él. Mentira. De las peores mentiras.

La conferencia ha ido y venido. Sin los venezolanos primero, con ellos después. Con o sin los norteamericanos. Con el secretario de Estado como invitado especial. También Borrell. Con fecha incierta ya concretada. Con infinidad de invitados. Sin certidumbre en cuanto a su formato. Quedó minimizada. Es un paso previo, no resolutorio, para el retorno a México. Para hablar de verdad sobre elecciones libres y derechos humanos. Con la espada de Damocles afilada en Ginebra. Será una gran charla indispensable. No más. Interesante. No definitiva. El problema, en fin, no son las sanciones, es el régimen del terror. Lo sabe Europa y Norteamérica. Lo sabe Noruega. También nosotros que lo padecemos. Colombia y Petro quedaron minimizados. No es allá. Le torcieron el brazo. Y de que modo.


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