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Todos, menos quienes debieran hacerlo, comentan sobre reuniones ocultas, diálogos agazapados, encuentros reservados y negociaciones encubiertas. El imperialismo yanqui aboga para que Venezuela dialogue entre sí, alcance acuerdos, abrazos en paz y elecciones. Los europeos quieren lo mismo quizás por su experiencia de conversaciones fracasadas como las de Arthur Neville Chamberlain y mutuas incomprensiones entre franceses, ingleses y alemanes que llevaron a la muerte de millones, a la extinción de pueblos, como la masacre de Lídice, en el Protectorado de Bohemia y Moravia, la abrumadora destrucción de ciudades como Maguncia, Londres, Dresde, Stalingrado, sin olvidar el devastador asesinato de Guernica y decenas de poblados europeos.

Por dialogar, también lo hicieron Bolívar y Morillo en nuestra guerra de independencia. Simón Bolívar y San Martín años después, sin lograr verdaderas ventajas para ninguno de los bandos enfrentados. El dominio absoluto de una sociedad se realiza en y por la fuerza que, al soportarse, adquiere dimensión totalitarista.

En el diálogo/negociación cada parte busca quedarse con la mejor tajada provista por el otro, como los comunistas norcoreanos y chinos quisieron quitarse de encima a los estadounidenses, terminando mas o menos empatados tras años de qué me das si yo te doy y yo te doy dependiendo de lo que me des. Tiempo después los vietnamitas dialogaron hasta que sacaron a sangre y fuego primero a los franceses, luego a los norteamericanos, entre muchas demostraciones de que al dialogar sin objetivo claro ni estrategia queda poco para uno y mucho para el otro.

Si es por dialogar, veintiún años venezolanos nos han enseñado la amarga costumbre de que el castrismo chavista y su heredero por sugerencia e imposición cubana el madurismo, no llegaron a Miraflores y Fuerte Tiuna para discutir o conversar, sino para quedarse con todo, aunque lo hayan manejado mal y peor. Con ventajas para el comunismo local, porque unos vieron el diálogo como salida hacia el cambio en el poder, y otros solo como una manera de ablandar durezas, ganar tiempo y fuerza.

Y consideraciones a tomar en cuenta, como, por ejemplo: una vez los militares gruñeron y Chávez se derrumbó, rescatado por el exceso pletórico de diálogo entre los alzados que no llegaron a ponerse de acuerdo en qué hacer con él, y la oposición que jamás ha dejado de dialogar, pero nunca ha logrado un compromiso dentro de sí misma.

Décadas de poder son demasiadas para jugárselas en un diálogo que, se sabe, es solo la pretensión de un por si acaso y a ver qué sacamos. Para el régimen, lo entiendan o no, diálogo es, siempre ha sido, fórmula para ganar tiempo y lavar un poco la fisonomía despótica, arbitraria y abusiva. El castro-madurismo no está dispuesto, ni tiene razones endógenas para estarlo, entregar a cambio de palabras lo que tiene agarrado y la oposición quiere. Gobierno y poder.

Hemos pasado una y otra vez por lo mismo. Frenar estrategias, abandonar las calles que el régimen había perdido por fuerza y riesgo personal de los ciudadanos, para hablar y hablar pendejadas convenientes dando así a la vergüenza y deshonor del régimen, flácidas banderas de esperanzas para eso que llaman cómoda y placentera “la comunidad internacional” y, por supuesto, para los señores de la autocracia cruel e implacable una agradable, confortable máscara de demócratas sonrientes dispuestos a discutir opciones que incluyen degollarse a sí mismos.

El diálogo gafo e idiotizante en Venezuela debilita a la verdadera oposición, la esperanza de dialogar terminó desgastando al colaborador, dividido e irrelevante interinato, retrasando la democracia y libertad, aprovechada diligente por la oratoria insustancial del diplomático español que ejerce de canciller europeo; permitiendo oportunidades de turismo tropical con atenciones, gastos pagos a los noruegos y cuanto pendejo asoma la cabeza; obsequiando ánimos a la pandemia y desilusión a los venezolanos que, ante lo que cada día parece más una maldición sin remedio, optan por huir en busca de paz, libertad y nuevas oportunidades.

No se dialoga con bandidos –dice la sabiduría popular–, la historia está llena de ejemplos, el delincuente solo negocia cuando está rodeado de armas apuntándolo y que, como el chantajista, si le entregas un dólar después querrá diez, si le ofreces un dedo seguidamente te pedirá el brazo.

Con agravantes estímulos y tentaciones, petróleo y dinero para los cubanos, presencia geopolítica para rusos, chinos e iraníes, además de oro, diamantes, otras alegrías, deleites, gozos, y el enorme regocijo enfermizo de restregarles en la cara a los estadounidenses que no sólo están a vista y disparo de misil, sino que tienen ya un sólido puente para ampliarse hacia el resto del continente.

Entretanto, la milicia se resigna a involucrarse en una confrontación doméstica entre pandillas y bandas criminales, así las cosas, seguiremos esperando hasta que se asusten lo suficiente para considerar la mala imagen de invasores como algo menos importante que su propia seguridad.

@ArmandoMartini

 


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