Archivo

 

Recopilación y comentarios de Pablo Kaplún Hirsz[1] (Geografía Viva)

El 22 de noviembre de 2017 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución A/72/L.12 proclamó esa fecha de cada año el Día Internacional de la Lucha contra la Pesca Ilegal, No Declarada y No Reglamentada a fin de destacar las amenazas que plantea la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada para el uso sostenible de los recursos pesqueros.

Para las medidas en curso para combatir esas actividades, invitó a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) a que actúe como organismo coordinador del día, en colaboración con otras organizaciones y órganos pertinentes del sistema de las Naciones Unidas, y destacó que los costos de todas las actividades que puedan derivarse de la aplicación dicha resolución, que sean distintas de las que se incluyen actualmente en el mandato del organismo coordinador, deberán sufragarse mediante contribuciones voluntarias. ​ La fecha elegida recae en el día en que el “Acuerdo sobre medidas del Estado rector del puerto” (PSMA, por sus siglas en inglés) entró oficialmente en vigor como tratado internacional. 

Consecuencias de una pesca ilegal, no declarada y no regulada

La pesca proporciona una fuente vital de alimentos, trabajo, ocio, comercio y bienestar económico a lo largo del globo. En un mundo donde el crecimiento de la población es constante y el hambre un problema persistente, el pescado se ha convertido en un importante producto para conseguir la seguridad alimentaria. Sin embargo, los esfuerzos de la comunidad internacional para asegurar la pesca sostenible -que apuntan en lo esencial a evitar la sobrepesca que ya afectan al 30% de los stocks pesqueros del planeta- se ven, además,  amenazados por actividades pesqueras ilegales, no declaradas y no reglamentadas.

Según FAO, la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada es responsable de la pérdida de 11 a 26 millones de toneladas anuales de pescado, lo que equivale a un valor económico estimado de 10 a 23 miles de millones de dólares. Para reducir este impacto, la Meta 4 del Objetivo 14 de La Agenda del Desarrollo Sostenible adoptada en 2015 por la Asamblea General de la ONU, apremia a la comunidad internacional a «regular eficazmente la explotación pesquera y poner fin a la pesca excesiva, ilegal, no declarada y no regulada y a las prácticas pesqueras destructivas» para 2020.

Tras búsquedas en Internet, vemos que unos de los principales esfuerzos en Venezuela, lo hace el grupo que lleva al blog: http://pescandoelcambiove.blogspot.com/ y, entre quienes llevan ese esfuerzo destaca el biólogo José “Pepe” Cárdenas. Ese blog mantiene una muy importante frecuencia de boletines sobre el tema. Vemos, justamente para ese año 2017, el mismo en que la  ONU tomaba su decisión, se publicó a través del citado blog un informe detallado sobre la situación del sector pesquero en Venezuela derivado de la información que para ese entonces manejaban los técnicos del sector que, de manera ya muy precaria estaban activos en  universidades e demás institutos de investigación del país . Sería ideal disponer con un informe tan detallado así para este año 2020, pero dado el actual estado de academias y laboratorios, sería ciertamente  una tarea cargada de imprecisiones dada la insuficiencia o baja calidad de los datos pesqueros que producen los entes oficiales.

Fuente: http://pescandoelcambiove.blogspot.com/2017/07/la-pesca-en-venezuela-que-ha-pasado-en.html?m=1 

Del blog citado, según publicación del 1° de agosto de 2017, extraemos el siguiente diagnóstico:

“En este entorno difícil, donde casi todos los pensamientos se concentran en cómo sobrevivir a la carestía y  a la inseguridad, donde el simple gesto de alimentarse es un desafío, tratar y analizar el tema de la administración pesquera podría parecer como menor e inoportuno.

Sin embargo creo que, si bien no podemos descuidar lo inmediato, cualquier cosa que hagamos o dejemos de hacer ahora, tendrá efecto en el mediano y largo plazo y por lo tanto, en nuestra capacidad futura para recomponer este presente calamitoso.

La pesca, a diferencia de otras formas de producción de materia prima, es una actividad susceptible de generar “victorias tempranas” y aliviar con relativa rapidez nuestras ingentes necesidades de proteínas de alto valor nutricional y, sobre todo, el enorme déficit alimentario que se registra en la población infantil, además de reactivar las cadenas de valor coligadas y redinamizar el empleo directo y asociado.

Para Venezuela, país costero con más de 600.000 km2 de mar que le son propios y con cuencas hidrográficas de primera magnitud, la pesca, y más recientemente la acuicultura, son, definitivamente, redinamizadores efectivos, pues, hasta hace muy poco han sido piezas fundamentales del aparato productivo y lo deben seguir siendo en nuestro propósito de alcanzar realmente niveles significantes para la soberanía y seguridad alimentarias, en el marco general de la producción de alimentos todos cuyos sectores, están igualmente tocados por la depresión y la ineficiencia.

La pesca y la acuicultura son esencialmente labores extractivas o de cría, pero que por su naturaleza particular constituyen un sector de alta complejidad que integra:

  • Usanzas ancestrales
  • Cultura popular
  • Conocimiento empírico
  • Habilidades técnicas y profesionales
  • Cadenas de valor
  • Circuitos comerciales nacionales e internacionales
  • Interacción con diversos tipos de ecosistemas.

Dada esta complejidad, la promoción y desarrollo de la pesca y de la acuicultura deben ser abordados de manera sistémica y en procura de “equilibrio eficiente” entre los aspectos sociales, productivos, alimentarios, económicos y ambientales.

Lejos de ese requerido equilibrio, el contexto actual es altamente crítico y se puede resumir en con los indicadores que siguen:

Problemas de producción:

Descenso general de las capturas totales, a los niveles de la década de los ochenta, con relación a la cual la caída de cerca de 50% (de 510.000 t en 1998 a 264.000 registradas para 2016; FAO/Insopesca).

Para los rubros marcadores, atún y sardina, el descenso, para el primero, es del orden de 69% con respecto a sus máximos (121.000 toneladas en 2004 vs 33.000 toneladas en 2016), y de 70% en el caso del segundo rubro (170.000 toneladas vs 64.000 toneladas).

Declive de la producción de pepitona desde máximos cercanos a las 70.000 toneladas hasta 18.000 toneladas en 2011, a pesar del incremento del esfuerzo de pesca. Esto pone en evidencia signos de sobrexplotación de los bancos naturales que suplen la industria conservera.

Contracción de la producción derivada de la pesca continental del orden de 42%, con respecto al máximo del período (43.000 toneladas vs 25.000 toneladas).

Estancamiento de la producción derivada de la acuicultura, con tendencia a la reducción (23% de caída, con relación al máximo registrado en el período: 24.000 toneladas vs 18.000 toneladas).

Desaprovechamiento para el desarrollo de la acuicultura, de embalses y reservorios de agua, y cuerpos de agua bajo figuras de protección ambiental.

Ausencia de respaldo efectivo a la profesionalización de la acuicultura: desaparición virtual de nuevas cohortes de técnicos; desactualización científica e instrumental.

Instrumentos legales relativos al uso de la tierra y de los espacios acuáticos, opuestos al desarrollo de la acuicultura”.

Procuramos obtener algunos datos complementarios más recientes y encontramos otro esfuerzo, con la dirección http://verdelatierra.com/pesca-y-acuicultura-como-estan-nuestros-oceanos/ , un extracto que, en alusión a Venezuela, encontramos allí, en un artículo elaborado a propósito de la celebración, el año pasado, del Día Mundial de las Playas, en el que nuevamente se vuelve a citar al ya mencionado destacado biólogo venezolano José “Pepe” Cárdenas. Transcribo:

”Nos preguntamos cómo está la situación de la pesca y la acuicultura en los océanos a escala global y en Venezuela a escala local. Y las respuestas las encontramos en una conversación entablada con los oceanógrafos venezolanos José Ramón Delgado (a la derecha en la foto), diplomático y director de la Fundación Caribe Sur, y Juan José Cárdenas, académico e investigador asociado a diversas universidades venezolanas”.

“Las pesquerías están a tope de explotación o sobreexplotadas. Solo 5% o 6% de las pesquerías del mundo tienen perspectivas de crecimiento”, enfatiza Juan José Cárdenas, quien también nos aclara que la producción actual de peces ronda las 100 millones de toneladas al año y más de la mitad de esa cifra procede de la acuicultura.

Cárdenas también nos comenta que en Venezuela todas las pesquerías están sobreexplotadas. “No hay cifras oficiales, pero ha habido una disminución muy significativa de las capturas: estimamos que hemos pasado de producir 450.000 toneladas anuales hace 20 años a 220.000 toneladas anuales y ese diferencial ha creado un déficit enorme que impide cumplir la demanda actual para este tipo de alimentos”.

José Ramón Delgado, por su parte, nos recuerda que en el mar “todos vivimos aguas abajo de alguien más y todos bajo un mismo cielo”, tal como reza el lema de la organización que dirige, Fundación Caribe Sur, que trabaja en la conservación del patrimonio ambiental y cultural de la ecoregión marina, costera e insular del Caribe sur, integrada por las costas y aguas que se extienden desde Panamá, Colombia, Venezuela, Antillas Holandesas, Aruba, Curazao, Bonaire, Trinidad y Tobado y Grenada”.

Fuente: http://pescandoelcambiove.blogspot.com/2020/07/el-futuro-ya-no-es-lo-que-era.html?m=1

El futuro ya no es lo que era

El viernes 10 de julio de 2020, el equipo de Pescando el Cambio vuelve a publicar otro artículo menos detallado que el primer boletín y dicen[2]: “La frase completa de Paul Valéry es: ‘El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que solía ser’. Y si a esta sutil ironía de Valéry le sumamos el penetrante sarcasmo de Winston Churchill, cuando dijo ‘El pronóstico es un arte difícil… especialmente cuando se trata del futuro’, obtendremos un perfecta calificación de esta época que nos tocó.

Hubo tiempos mejores, en los que vivíamos despreocupadamente bajo el convencimiento del carácter inagotable de los dones del planeta. Mejores, porque la humanidad sólo se concentraba en optimizar los métodos de explotación de los recursos naturales, sabiéndolos (creyéndolos) infinitos; percepción esta que se extendió incluso hasta bien entrado el siglo XX.

Ya conocemos lo que pasó después; lo que está pasando ahora y el calibre de sus consecuencias. Administrar pues hoy recursos naturales bajo aquellas premisas anacrónicas, enfocadas solo en el incremento de la producción, no es nada más ignorancia; es irresponsabilidad e ineptitud.

Y cuando nos referimos a nuestro tema específico, la pesca (sensu lato), efectivamente constatamos rápidamente que el pronóstico es un arte difícil. Hace mucho rato que sabemos que la administración pesquera no es un tema de ‘poder de pesca’. Ni siquiera se trata sólo de ‘Máxima Captura Sostenible’. El reto, en todo caso, es lograr una gestión que para ser óptima, debe, sí, procurar capturas importantes, pero sobre todo, debe contar con la opinión de los científicos sobre cómo capturar lo máximo posible (no necesariamente ingente), con el menor impacto aceptable. Es así como se compone el concepto de sostenibilidad, que, por supuesto, no es fácil, como tampoco lo es entender las complejidades de un sistema natural bajo explotación, en términos de biodiversidad, hábitat y rentabilidad social a largo plazo, en el futuro…el de Valéry y Churchill.

Por eso, a cada quien su trabajo; a cada quien su responsabilidad: el deber del Estado es propiciar el mantenimiento de las series temporales estadísticas. El deber de la comunidad científica es servirse de ellas, identificar variables pertinentes y diseñar nuevas series. El deber del administrador es emplear las tendencias observadas, para ajustar los dispositivos de regulación.

Ese es el deber, o sea, esa es la obligación moral y debería ser la obligación legal. Pero aquí el Estado, o lo que va quedando de él, a punta de discursos en los que pretende vender una ilusión autárquica, apenas impulsa deficiente y espasmódicamente aumentos a troche y moche de la producción agrícola, que sin embargo ha sido tremendamente insuficiente (Encovi 2020).

Es triste, abismalmente triste, que –empleando la jerga de los economistas- la variable de ajuste más “exitosa” para paliar las carencias, ha sido la expulsión de cerca de 5 millones de venezolanos de su tierra. Es por eso, paciente lector, que el déficit para satisfacer los requerimientos poblacionales de consumo de recursos vivos acuáticos no es más profundo. Es por eso que las supuestas 200.000 toneladas anuales declaradas a la FAO “rinden” en un país también demográficamente deprimido, que hace no mucho tiempo, cuando creíamos tener el futuro asegurado, producía 500.000 toneladas cada año”.

Con lo recopilado, queda dicho: no sabemos exactamente cómo estamos en materia pesquera, vale señalar que un atrevido decreto del Presidente Chávez en 2008[3], prohíbe la pesca de arrastre; los ambientalistas recibimos la noticia entre la alegría y la incertidumbre. Estaba excelente prohibir, ¿pero estaba nuestra infraestructura pesquera en condiciones de dar un salto así, cuando hay tantas carencias en el sector artesanal? ¿Se pueden tomar medidas tan drásticas de un día para otro? Los informes comentados responden, hasta donde se puede, aquella pregunta: no sabemos exactamente cómo va la imprescindible relación pesca sostenible-calidad de vida de los pescadores, pero sí sabemos que las cosas no están nada bien…

Al cierre, otro enroque

Cuando ya habíamos elegido el tema de la nota semanal, comenzó a circular la triste noticia destacada por Armando.info y confirmada por otras fuentes, sobre la construcción contra toda lógica, legalidad y sostenibilidad ambiental de un complejo turístico en el extremamente delicado ecosistema del Parque Nacional Los Roques… sin entrar en los detalles del dolor que despierta esta nueva arremetida frente a las cuales no hay sanciones que las justifiquen, resulta más desoladora la información referida, justo cuando toca hablar de la situación de los pescadores venezolanos. Vale decir que durante siglos, los únicos pobladores de los –para aquel entonces– alejados y prístinos parajes isleños, eran precisamente pescadores arriesgados que surcaban las costas venezolanas en búsqueda de mejores resultados para sus jornadas o como simple refugio ante una tormenta cercana; tal vez por ello se conservaron tan bien estos hermosos paisajes que tienen un futuro cercano para mal.

Estamos muy acostumbrados a que  las actuales “autoridades” venezolanas (pasaba también en la “cuarta república”, pero el actual gobierno lo ha llevado al paroxismo), ante cualquier señalamiento ciudadano, lo que hace es la táctica del avestruz (esconder la cabeza) o juega con sus propios personajes públicos rotando de un cargo para otro –a medida que pasa el tiempo esto se agrava cada vez más– al punto de que hoy no cuenta con profesionales, técnicos o gerentes capaces de asumir responsabilidades. Entonces vienen los “enroques”, otra de las tácticas dilatorias. Se crea así un “laissez faire” peor aún que las medidas más ultraliberales de los más cuestionables experimentos capitalistas; con ironía me sale el juego de palabras de que hacen un “enroque para Los Roques”. No quiero con esta simple expresión hacer sentir mal a los habitantes roquenses, que siempre han procurado dar lo mejor de  sí para estas bellísimas islas; por el contrario, solo decirles que siento que cada venezolano, de mantenerse la situación actual, somos unos simples peones de ajedrez en una política perfectamente concebida. Parece mentira, pero la improvisación, solo centrada en explotar cualquier recurso capaz de generar liquidez en moneda dura para mantener a la gente que hoy nos gobierna en ese esquema de “privilegios para enchufados” y al resto de los venezolanos que nos parta un rayo, es una política de Estado hoy día.

La esperanza nunca muere y generalmente, aunque tarde tiempo, este tipo de atentado tan gigante contra la naturaleza termina siendo pagado por los propios agresores. El efecto bumerán existe.


[1] Se agradece la deferencia del biólogo José Cárdenas de haber realizado una rápida revisión al presente artículo.

[2] www.pescandoelcajmbiove.blogspot.com

[3] http://www.ipsnoticias.net/2008/04/ambiente-venezuela-adios-a-la-pesca-de-arrastre/


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!