Copado como lo está cualquier venezolano, por la pandemia y por el casi eterno y absurdo conflicto político, no quise que se me pasara por alto la celebración, el pasado 13 de agosto, del Día del Zurdo. La iniciativa se originó en 1976, con el fin de “dar a conocer y ayudar a reducir las dificultades que encuentran las personas zurdas”, que, de acuerdo con diversos organismos internacionales, hoy en día representan alrededor de 1% de la población del planeta, o sea que estamos hablando de casi 800 millones de terrícolas, lo que, habrá que convenir, no es una cifra menor. Por otro lado, los estudios revelan que esa proporción se ha repetido a lo largo del tiempo y de manera más o menos similar en todos los países, con excepción, parece, de la China actual en donde apenas 1% de los habitantes maneja la vida con la izquierda, debido a que, de acuerdo con una noticia, quién sabe si con cara de “fake news”, es muy fuerte la presión social y cultural a fin de enderezar esa “desviación”

¿Y Adán y Eva?

Se habla de ellos como los iniciadores de la especie humana, como del gusto que sentía Adán por las manzanas, sobre todo si estaban prohibidas, y hasta del mal carácter de Eva, seguramente una apreciación generada desde el prejuicio machista, nacido al aparecer el primer varón. Pero nunca se ha comentado que alguno de ellos fuera zurdo, ni tampoco que lo fueran Caín y Abel, esos hijos tan disímiles que tuvieron.

Lo que los historiadores sí parecen dejar fuera de duda es que en todas las sociedades ha habido zurdos, a la par que diversos estudios socio antropológicos han demostrado, así mismo, que las culturas antiguas, incluso las extintas, eran mayoritariamente diestras. Dicho sea de paso, compartimos con los chimpancés la característica de ser los únicos mamíferos en tener la diestra como mano dominante, mientras que el oso polar, leo por ahí, es el único animal zurdo.

Estamos, pues, ante un asunto que se ha discutido más de lo que uno cree. Por razones que explico un poco más adelante, y que obedecen a motivos personales, me he ocupado por esta cuestión, siempre ayudado, claro, por el Profesor Google, y si he comprendido bien las lecturas, realizadas a vuelo de pájaro y desde la perspectiva de un sociólogo, para quien esto equivale a nadar en aguas muy profundas, la explicación de la existencia de personas zurdas continúa siendo un asunto cuyas causas y consecuencias aún son en gran medida tarea pendiente para la ciencia, si bien las investigaciones concluyen que lejos de esa leyenda negra tejida, en diversos formatos, a lo largo de los siglos, el ser zurdo no es una enfermedad, una maldición ni nada parecido, sino una condición vinculada a “factores genéticos de naturaleza muy compleja y con una fuerte modulación ambiental”.

Mi hija Camila

Para el zurdo el mundo es como si hubiera sido construido al revés, desde la perspectiva dominante de los derechos. Dado que estos son mayoría absoluta, escribe una filósofa, los inventos prácticos están, lógicamente, diseñados para ellos. Las cerraduras son un problema; atornillar y desatornillar, otro, y ni para qué hablar de los abrelatas, de las tijeras, pupitres y cuadernos y de un sinfín de cosas que incluyen armas y sierras eléctricas. Si a lo anterior se añade, la mencionada leyenda, que al zurdo se le creía una criatura extraña que presentaba una anormalidad que había que corregir. Tenía que volverse derecho, por una suerte de imperativo casi moral, disparate que llegó a cometerse hasta hace relativamente poco como parte de la discriminación que padecen, según lo ha expresado una y mil veces el escritor Javier Marías, quien habla de haberlo vivido en carne propia, visto que “fumo y firmo con la izquierda”, advirtiendo que así se cumple, otra vez, y a estas alturas de la historia, la “opresión en contra de las minorías”.

Como arriba, tenía varios años que no aludía a la conmemoración del 13 de agosto. En dos ocasiones escribí al respecto y esta vez quise volver a hacerlo, aunque inevitablemente me repita un poco. Hago así honor a la casualidad que determinó que mi vida familiar transcurriera junto a muchos zurdos, todo indica que venidos por el lado materno. Me refiero a tíos, hermanos, sobrinos y hasta una hija, Camila, a quien recuerdo inquieta, a sus cuatro o cinco años, preguntándome si Dios era zurdo, mientras yo le decía que no, pero que Maradona sí, en medio de un diálogo que tenía lugar mientras ella trataba de escribir sus primeras letras, con la lengua afuera debido al esfuerzo desplegado con el fin de agarrar el lápiz y acomodar el cuaderno según las condiciones impuestas por la mayoría dominante de los derechos. Debo decir que nunca se doblegó y que hasta el día de hoy es una zurda consecuente. Ella es la inspiración, a lado de mis demás familiares zurdos, de estas cuartillas.

Los atletas zurdos

El deporte siempre ha sido, por lo general, un escenario en donde más se respeta a los zurdos, aunque, siempre hay una excepción, tengo entendido de que en el polo no se permite el uso de la mano izquierda. Un pitcher, un boxeador o un futbolista zurdos han sido siempre muy cotizados, a quienes nadie se les ocurriría trocar en derechos para que se desempeñen mejor.

Refiriéndose al fútbol opina el escritor Juan Villoro que “ …patear balones nos ha acostumbrado a un misterio biológico: la pierna izquierda nace más especializada que la derecha.” Y asoma una observación que tal vez diga alguien que no venga mucho al caso, pero que me parece que no está de más. Advierte este autor, del que no hay quien puede dudar de su ideología, que si el izquierdismo continúa actuando como lo está haciendo “… el estado actual del mundo hace pensar que las canchas de fútbol serán el último refugio para jugar por la izquierda”.  Y la derecha podrá jugar sin que nadie la marque, como ya pareciera que está ocurriendo (añadido mío).

Que Dios nos agarre confesados. No lo dice Villoro, sino este servidor, aunque seguramente él concuerde conmigo.

 


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