Realmente es algo complejo desde la primera aproximación al asunto, pero mientras abordamos el tema,  te hago una pregunta que al final intentaremos responder juntos: ¿Quién ha sido el padre soltero más relevante de la humanidad?

Resulta que sí, existe un Día de los Padres Solteros, y es el día 21 de marzo, y como se advirtiera, no hará falta avanzar mucho en el asunto para avizorar algunas tensiones, veamos:

Pero antes leamos lo que me preparó mi nuevo colaborador pero muy viejo amigo Rigoberto H Cardozo, Don Rigo, quien me asiste con la generación de contenido con inteligencia artificial. Ahora sí, leamos lo que consiguió:

“El Día de los Padres Solteros se celebra cada año el 21 de marzo y tiene como objetivo reconocer y honrar a los padres solteros que crían a sus hijos sin la presencia de una pareja o cónyuge.

Ser padre soltero puede ser un desafío enorme, ya que implica asumir todas las responsabilidades de criar a un niño o varios sin el apoyo de otra persona. Esto puede ser especialmente difícil si el padre soltero tiene que trabajar para mantener a su familia, lo que puede limitar el tiempo que tiene para pasar con sus hijos y atender sus necesidades.

El Día de los Padres Solteros es una oportunidad para mostrar agradecimiento y apoyo a los padres solteros por el duro trabajo que realizan todos los días. También es una oportunidad para concientizar sobre los desafíos únicos que enfrentan los padres solteros y para abogar por políticas que ayuden a apoyarlos y facilitarles la vida.”

Sigo yo…

¿Padres solteros…? ¿Y las madres solteras? ¿No tienen también derecho a un día de las madres solteras? ¿Es esta otra creación de la cultura machista patriarcal? ¿Habrá sido obra del imperio? ¿Es que acaso no son más las madres solteras que los padres solteros?

No es complicado inferir que si nos quedamos en este punto no avanzaremos mucho en el tema y se nos va a pasar no el día de conmemoración, sino el mes y el año entero. Entonces, entendamos que cuando se hace referencia al día de los padres solteros, de la paternidad, claro que incluye a las madres y cualquier persona soltera ¿O será «persone soltere»?

Superado lo anterior, avancemos hacia los orígenes de la conmemoración y su alcance.

Sin necesidad de seguir utilizando inteligencia artificial, si investigamos la historia de esta fecha en cualquier buscador, nos aparecerá que hace no mucho, en 1984, Janice Moglen, una ciudadana norteamericana publicó un artículo para solidarizarse y reconocer a un grupo de «padres sin compañeros»(parents without partners) resaltando los grandes esfuerzos, sacrificio y dedicación que conlleva el criar hijos sin el apoyo y compañía de una pareja, y que al igual como ocurre con las conmemoraciones del día de la madre y el día del padre, debería fijarse un día conmemorativo para los padres solteros. Sean padres o madres, es hora ya de superar la perversa intención de destruir el lenguaje con fines ideológicos utilizando expresiones como «procreador» y otras imposturas.

Pues resulta que el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan en ese mismo año 1984, proclamó oficialmente el 21 de marzo como el Día de los Padres Solteros.

Pudiera parecer algo menor, una celebración más, qué más da, incluso hay quienes piensan que tratar este tema carece de toda labor intelectual y que es una bobería que se inventó para tener un día comercial, pues no es así, ya que muy poca gente sabe de esta  fecha, y menos aún que exista la cultura de entregar regalos, a ver: ¿Tú sabías del Día de los Padres Solteros? Aunque la soltería siempre ha de ser celebrada, y más aún si se es padre -o madre-, sin la coexistencia de vínculos gámicos, especialmente si es una condición voluntaria.

¿Qué diferencia habría entre una madre, o padre, en condición de soltería frente a las madres y padres a los que se les celebra y conmemora en días específicos? (Generalmente en domingos de mayo y junio, ya que no son celebraciones universales).

¿No estaríamos en una situación de discriminación? (Le pregunto a quienes se dedican a analizar, estudiar y ver tratos discriminatorios en todas partes)

¿Los padres casados, entendiendo ello como formalmente unidos en matrimonio, tienen una categoría especial, un mayor nivel moral? ¿Dónde quedan los padres que viven juntos sin contraer nupcias que tienen hijos y los crían juntos? ¿Y los padres divorciados? o para poner un ejemplo con elementos mucho más alarmantes para criterios ortodoxos y conservadores, ¿Dónde quedas las madres en solitario que por cualquiera haya sido el método hayan sido fecundadas?, Todo ello indistintamente los padres sepan o no de la existencia que tienen un hijo, o más allá, ¿Dónde ubicamos los casos de copaternidad que son realidades cada vez más frecuentes? Y qué decir de las propuestas que se escuchan en el foro de las llamadas «familias homoparentales» que desean ser padres mediante adopción u otros interesantes medios.

Ciertamente como se advirtiera, no son temas fáciles, aunque tal vez estemos ante un error de traducción, veamos:

En inglés «single» significa soltero, es decir, quien no está casado, y en un contexto mucho más actualizado, aquel que no tiene una relación personal sentimental permanente o estable, es decir, que no tiene relación gámica. Pero también en inglés «single» significa estar solo, ser el único, es entonces que esa idea de «single parent» puede perfectamente traducirse y utilizarse en esos dos sentidos, el de no estar casado, comprometido o en pareja, así como de ser el único padre, que incluye a la madre, en cabeza de quien recaen todos los esfuerzos en la crianza de los hijos.

Nuevamente, y aunque pareciera algo menor, aquí se encuentran muchas de las tensiones y problemas que atañen no solamente la noción de matrimonio, paternidad y familia, que es el empeño de considerar los múltiples elementos que las conforman como si debieran atender a una finalidad existencial, y que hemos observado como a lo largo del tiempo esa pretendida situación de matrimonio y familia ha de representar un estadio ideal, incluso en épocas considerado obligatorio para la procreación.

He perdido la cuenta ya las veces que me ha tocado explicar la apreciación de que la noción y las instituciones de matrimonio y de familia no son otra cosa que productos políticos de control social y que utilizan a modo de velo emocional todo lo relativo a la dimensión sentimental de los relacionados para justificar la intromisión e invasión de su intimidad volitiva, de proyectos de vida y corporal de quienes deseen juntarse, dejar de estarlo o simplemente no quieran estar acompañados.

Vemos con todo esto de los padres solteros, bajo cualquier acepción y traducción, y sea cualquiera su razón, divorcio, viudez, intimidad sexual fortuita o furtiva (siempre voluntarias), el abandono del otro padre, situación soledad involuntaria o intencional, la solitud, suele ser concebida desde la condición de existencia o no de una relación sentimental gámica nominada formal, sea de matrimonio, noviazgo, relación estable de hecho o concubinato, como una finalidad existencial y en la que el mantenerse «soltero», o más precisamente «ágamo» sería considerado indebido o indeseable, cuando tal vez sea mucho más provechoso.

Probablemente sea tiempo ya de entender y celebrar la paternidad, y maternidad, en soltería y solitud, no reconocible respecto de la relación entre los progenitores y más allá de su tan importante misión sino por lo que en realidad es, que es la formación de un ser que ha de venir a este mundo y a la sociedad para enriquecerla y lo más importante, a ser felices y responsables, pero para ello es importante comprender que son absolutamente distintos los contextos y relaciones entre los «procreadores» y de ellos con los hijos, debiendo superar esa creencia de que la mejor y más conveniente condición para la «familia», es aquella en que los padres se encuentren no solo juntos, sino «debidamente» casados, creencia, muchas veces hasta supersticiosa, de que ese sería el estado ideal, cuando en realidad más han sido los infortunios que generan la idea de matrimonio y otros tipos de relaciones gámica formales nominales que las fortunas que las situaciones reales generan. Situaciones no obstante que pueden ser superadas pero es tema que no atenderemos aquí hoy.

Ciertamente que hay personas que jamás debieron haberse conocido y ha sido un gran error el haberse relacionado, y sin embargo han sido bendecidos con la llegada de un ser producto de ese infortunio de haberse encontrado ese par de seres «tóxicos» como  hoy suele llamarse y que sin llegar a casos extremos de indebidas agresiones entre personas, no puede existir una mínima simbiosis sino cómo mínimo incomodidad, pero como las más increíbles y maravillosas serendipias, ese nuevo y mágico ser en modo arrastra ni está obligado a serlo la incompatibilidad y yerro que sus padres cometieran al juntarse, sea con la intención de permanencia, de manera casual e incluso de modo furtivo.

Qué gran favor y beneficio se le haría a la importante función de la paternidad, entendiendo la maternidad incluida, separar la idea de ser buen padre, o madre, con la de ser buen esposo, novio, o pareja, y no es que se acepte ser malo, es simplemente no ser nada. Superémoslo.

Creo que todos nosotros sabemos y tenemos conocimiento, hoy en día más con las redes sociales, de casos de parejas o relaciones que si bien lucen ideales a la luz de los criterios sociales impuestos no son más que una farsa, lo cual no habría problema.

Ciertamente existen padres completamente insoportables, y también madres, a veces más; los hay quienes son unos absolutos animales, llegando a situaciones que sin que nos encontremos en casos de hechos delictivos, no tienen reparo alguno en utilizar a los hijos como trofeo de guerra y una suerte de rehenes para chantajear y extorsionar al otro progenitor, o progenitora, desde física a emocionalmente, para la satisfacción de toda clase de caprichos propios de quienes creen le son debidos a una suerte de privilegios como si se tratara de una unión real como otrora ocurría en muchas monarquías, sistemas de castas y otras culturas tribales, y hasta inventan maliciosa y temerariamente reclamaciones y acciones judiciales.

En la actualidad, en prácticamente todas las sociedades, por civilizadas y desarrolladas que pretendan hacerse ver, no es difícil observar cómo tanto en entornos de la farándula, o pudientes como en el mundo empresarial o financiero, hasta los más humildes, forman parte del día a día las demandas o reclamos de manutención, un absoluto circo;  muchas totalmente justificadas, pero también un buen número por simple retaliación personal; y qué decir de los episodios en nuestras sociedades latinoamericanas infectadas con el virus de las telenovelas estupidizantes y sus historias que alimentan el resentimiento, el pobrismo cívico y fomentan la victimización de la paternidad en soltería promoviendo la cultura de las relaciones hipergámicas y otras clases de relaciones parasitarias, y qué decir del reciente fenómeno del «sugar dating«, pero dejemos ese tema hasta aquí.

Cuántas veces no hemos escuchado las patéticas frases de victimización que a fulano le ha tocado ser tanto padre como madre, y viceversa, que a mengana ha de hacerle lo propio por fungir de madre y padre, qué gran impostura, se es madre o se es padre, grave y poco sano sería tratar de ocupar ambos papeles. El tema aquí es que si bien existen situaciones como en el caso de la viudez y otras que irremediablemente ha de asumir el padre, o madre, sobre quien recae, jamás podrá pretenderse inferir que la calificación de «buen padre» o «buena madre» de alguna manera dependa de la calificación, más subjetiva aún de buen esposo, esposa, novio, novia, concubino, concubina, pareja o «parejo».

En el ejercicio de la profesión de abogado y esencialmente en los casos civiles, he tenido la oportunidad de saber de primera fuente, la de sus protagonistas, sobre un gran número de situaciones derivadas de relaciones sentimentales gámicas de toda clase y sus consecuencias, matrimonios, divorcios, relaciones estables de hecho, hijos extramatrimoniales, inquisiciones de paternidad, exhumación de cadáveres, reconocimiento de hijos, tanto voluntarios como judiciales, desconocimiento de paternidad, litigios por herencias, planificación patrimonial, capitulaciones  matrimoniales, «matrimonios igualitarios», pactos civiles de solidaridad, entre otros fenómenos, todos muy interesantes.

También he tenido la oportunidad de escuchar las declaraciones en múltiples entrevistas con ocasión a una investigación que he denominado «Casarse o no, igual te arrepentirás» y de todas las experiencias y conversaciones, una de las que más me marcó, fue la de una señora, cuya identidad obviamente me la reservo pero que se está leyendo estas líneas, quien atravesaba muy dura situación con quien fuera su esposo, quien también ha de estar leyendo estas líneas, al punto de llegar a muy fuertes conflictos, a quien se le preguntó cuál había sido el peor error y más desafortunado acontecimiento en su vida, dijo:

«Antes de responder, para poder explicar todo esto, mejor debo primero decir cuáles han sido los mejores momentos, mis mayores bendiciones, la verdadera motivación de mi vida, el nacimiento de mis dos hijas… El peor momento, el mayor error, el que sin duda si pudiera devolver el tiempo y eliminarlo de mi historia, haber conocido a su papá».

Recuerdo que también dijo de manera muy jocosa: “Definitivamente mejor ha sido tenerlos, educarlos  y compartir con ellos que hacerlos.”

Para quien sea poco reflexivo en estos temas, le podría resultar paradójica y contradictoria la respuesta dada, y si bien el caso de nuestra amiga puede catalogarse de complejo -recuerden que yo sé detalles del caso que ustedes no-, solo puede entenderse, asimilarse y extraer conocimiento si no nos atrevemos a apartamos de esa idea de que la situación ideal, formal, debida y hasta ahora en muchos lugares obligatoria manera de tener y criar hijos es dentro de una relación gámica formal nominada, principalmente en matrimonio, y si nos traemos otros elementos más tradicionales y ortodoxos aún, esa idea de unión matrimonial no solo perpetua e indisoluble, sino a la que se debe acceder sin ninguna intimidad previa, considerando cualquier práctica contrarias un grave pecado, todo ello nos aclara de muy buena manera el porqué en nuestras culturas adolecemos de tantas taras y desviaciones sociales que vemos hoy, como la victimización, hipergamia y otros parasitismos, tanto materiales como emocionales.

Pues la realidad es simple y una, y es que con el nacimiento de una nueva persona, y mientras sus padres puedan estar presentes como tales, -nada de eso que pueda alguno asumir ambas condiciones-, y no estamos hablando exclusivamente de presencia física, permanente u ocasional, sino de la espiritual, de la que nace también una mágica relación y complicidad de ese nuevo ser único, autónomo, crítico, y con la experiencia día a día (que no significa verse todos los días, y menos aún al otro padre, o la madre), con cada conversación, con cada ejemplo, con cada pregunta, enseñando y aprendiendo, con cada risa o llanto, así como ocurre con un artista y sus creaciones, así se gestan y forman los hijos, para que cuando se les destine al mundo, sean útiles a la humanidad, y más importante para que sean verdaderamente felices.

El tema de la paternidad es un tema de generación, aporte y gestión de recursos.

Pues en efecto así lo es, no precisa y solamente de recursos materiales o económicos, que de gran utilidad y necesidad son, sino de muchos otros que a veces pasan desapercibidos y que si no tomamos conciencia de ellos irremediablemente el tiempo también nos pasará, y con él, la vida.

Además de suministrar y gestionar a nuestros hijos los recursos económicos, patrimoniales y dinerarios necesarios, tan o más importante es el de suministrarles recursos espirituales, sentimentales y emotivos, recursos cognitivos, recursos morales y cívicos, recursos físicos y de salud, tanto  física como mental, y más importante aún, destinarle a esta nada fácil pero enriquecedora tarea el tiempo necesario para su fijación  y afianzamiento en esos seres que vienen a este viaje maravilloso que es la vida con sistema de creencias absolutamente en blanco y que dependiendo de la calidad de esos recursos podrán construir su propia experiencia.

La paternidad va mucho más allá de cualquier relación gámica o sentimental de los padres, es más, supera cualquier etiqueta o categoría de padres casados, divorciados, célibes, solteros o en solitud, ese no es el tema, lo es, la relación y vínculo entre padres e hijos y todas las experiencias y recursos que nos acompañarán por el resto de nuestras vidas, a padres e hijos.

Nota al margen:

La vida y la paternidad ciertamente son experiencias maravillosas, aunque en este caso de los padres solteros es  mucho mejor y por lo menos doblemente más provechosa que la de los padres casados, y es que los primeros podemos celebrar tanto el nuestro como las tradicionales fechas del Día de la Madre y el Padre, mientras que los segundos no pueden hacer lo mismo, aunque les confieso que como abogado me han contactado muchas personas interesadas en engrosar la lista de padres homenajeados en marzo.

Y para que vean que no se me olvidó y a ti lector probablemente sí, personalmente creo que el padre soltero más importante de la historia sería Agustín de Hipona, cuyo hijo concebido y nacido al margen de una relación matrimonial y cuya temprana muerte incidió en los profundos cambios en su vida, en su canonización y en gran medida en el pensamiento de la humanidad

¿Y tú? ¿Qué padre soltero, o madre, soltera… obvio, crees el más importante de la historia de la humanidad?


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