Antes de su invención, los navegantes miraban los astros y las estrellas para encontrar una guía que los llevara al camino correcto que por mar abierto debían seguir. La brújula, herramienta de orientación, mezcla de magia, ciencia y esoterismo, está rodeada de misterios fascinantes a pesar de que, en apariencia, es un instrumento simple.

Ocurre que un amigo a quien admiro y quiero, me habló sobre la brújula. Mientras avanzaba en su conversación, sentí cómo cada palabra iba abriendo una especie de Caja de Pandora. Pero no la caja a la que hace referencia la mitología de los griegos en donde al destaparse, los humanos perdían la inmortalidad y dejaban escapar los grandes males que aún hoy nos aquejan. No. Lo que vi ante mis ojos y a través de una hermosa analogía, fue la toma de conciencia de que en el alma existe una brújula que siempre marca nuestro Norte y lo más importante es que cada uno de nosotros tenemos el libre albedrío de seguir o no la ruta que indica nuestra conciencia. Sin derecho, eso sí, de echarle la culpa a nadie si es que se eligiera la senda incorrecta, pues la decisión final siempre es nuestra.

La brújula son nuestros padres, ambos o uno de ellos o quizás otra persona que ha tenido influencia en nosotros y que, por su cercanía y a través de sus enseñanzas, nos han inculcado normas, principios y valores. La brújula indica la ruta correcta y, cual escultor que con sus herramientas extrae del mármol una maravillosa obra de arte, esa o esas personas a las que hicimos referencia, sin egoísmo, entregan con y por amor su experiencia y la concepción que sobre la vida les ha dado la vida misma. Es así como nos indican el camino adecuado. Nuestro Norte.

Hacía referencia, mi amigo, a una serie de Netflix estrenada en el año 2016, que trata sobre la monarquía inglesa, The Crown, en español, La corona. Está basada en un texto en donde se entremezclan hechos reales con ficción sin establecer límites entre unos y otros. El caso es que, en esa serie, un tío del príncipe Carlos le regala una brújula. En la parte de atrás coloca una inscripción: “No hay justificación para ir en la dirección incorrecta”.

—Tu cerebro está capacitado para decidir lo que harás con tu vida –dijo mi amigo–, si de adulto escoges el mal, es sinvergüenzura porque ya tienes la capacidad de diferenciar el bien del mal y sabes distinguirlo muy bien. No olvides –acotó– que vivimos inmersos en una sociedad que, entera y de mil y una manera, te grita y te exige que hagas lo correcto. Así que no hay excusa.

Por eso no existe justificación para que alguien le quite la vida a otro. No hay justificación para que siga existiendo la xenofobia, la homofobia y el racismo. No hay justificación para el robo, el secuestro y la estafa. No hay nada que justifique que un grupo de desalmados destruyan la propiedad pública y privada como salvajemente ocurrió en Chile y como actualmente sucede en Colombia, nuestro país hermano. No justifico el comunismo ni el daño que ha hecho y hace a los países en donde se encuentra instaurado.

No hay justificación para que Venezuela atrase su proceso de vacunación por falta de un cronograma organizado que dé prioridad al personal de salud y a personas de la tercera edad. ¡No justifico la muerte de un médico más en Venezuela! Nadie justifica lo que hoy ocurre con la UCV, mi alma mater, la máxima casa de estudios y patrimonio de la humanidad. No hay justificación para el desfalco de un país y nada justifica su destrucción a nivel moral, estructural, hospitalario, sanitario, económico y de servicios básicos. No se justifica que se imponga una educación a través de un servicio de Internet costoso e ineficiente. No se justifica la desnutrición, los niños abandonados, el estrés ni la tristeza de nuestros hijos que no vislumbran su futuro. ¡No se justifica la expropiación del diario El Nacional ni el cierre de medios de comunicación!

Si rescatáramos lo bonito, lo humano, lo moral, lo digno, lo honesto. Si rescatáramos los principios, los valores, el respeto, la justicia, la esperanza, la fe, la solidaridad, la hermandad, la confianza y el amor, seguramente, la rosa de los vientos que tiene nuestra brújula interior, tal como dice mi amigo, gritaría que hagamos lo correcto, en cuyo caso no habría que justificar nada porque tendríamos un mundo bonito, orientado hacia el Norte y un mejor país, porque sí, es cierto, “No hay justificación para ir en la dirección incorrecta”.

@jortegac15


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