Ya poco reparamos en una dura circunstancia: el descomunal ventajismo oficial, disponedor de todos los recursos institucionales, materiales, simbólicos, y, ahora, histriónicos de un Estado enteramente confiscado. Eso es el chavismo que, faltando una mejor y más exacta definición sociológica, constituye un estadio previo a la disolución social que los venezolanos –  gentilicio, sentimiento  y convicción – luchamos por atajar y revertir definitivamente.

Tratamos de todo un régimen, no de un club veraniego para la extendida coyuntura. Reporta las correspondientes relaciones políticas con títeres desechables de una pasajera utilidad, aunque capaces de provocar confusión y daño entre los más inocentes. Sin embargo, mucho cuidado con la autoflagelación y otras actitudes parecidas en una oposición que bien ha superado los peores momentos en el curso de los acontecimientos que todavía asombran.

Hemos sostenido una postura crítica respecto al desempeño opositor por todos estos años, quedando – al menos – constancia en los registros parlamentarios, sin flaquear por un instante frente al socialismo de las demoliciones, pero ello no  debe significar el desconocimiento de importantes logros y, aún, los más recientes. Por ejemplo, la realización misma de las primarias de octubre próximo pasado, en el contexto de una plataforma que le garantiza una mayor consistencia, profundidad, brío y organicidad a la candidatura presidencial ganadora.

Calificados voceros gubernamentales advirtieron que tales primarias no se celebrarían, pero – sencillamente – ocurrieron; emplearon al Ministerio Público, pretendiendo frenarlas a todo trance; e, incluso, ensayaron infructuosamente con la inscripción de personas ajenas al ámbito opositor para torpedear una experiencia que ya les resulta francamente inimitable. No tienen el más ligero calado en el ánimo popular los agentes de una oposición comediante, porque – además – a la postre no los soporta el temperamento y la delicada susceptibilidad de los altos elencos de poder que idearon la intriga y la estratagema, por muy pactadas que hayan sido.

Suponemos que la densa maniobra para confundir a las grandes mayorías que adversan al gobierno, está pendiente de nuevos desarrollos, y, al lado de la genuina y unitaria candidatura opositora, aparecerá otra que se fingirá tal, compartiendo un poco el ventajismo oficialista que finalmente la retribuirá.  En el papel, todo es posible, pero Maduro Moros ha de saber que, por mucho que invente e interactúe estridentemente con un contrincante de laboratorio, tendrá que medirse, como ahora se mide, con una expresión real, constante y sonante de la legítima oposición:  aparentemente trenzados en el discurso oficialista, andamos caminos radicalmente distintos al de sus colaboradores habituales de invisible levita y pumpá.

@luisbarraganj


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