Los representantes de la falsa oposición que negociaron con el chavismo en México han explicado muy poco sobre el fondo y los alcances de esos acuerdos. Aparte de escuetas declaraciones asegurando que se trata de un acuerdo “social” para beneficio de los venezolanos no hay una explicación que permita entender las cosas que allí se decidieron y otras, quizás mucho más importantes, que quedaron por fuera.

Al igual que en las negociaciones anteriores, esta vez la falsa oposición vuelve a pedir un voto de confianza por parte de los venezolanos  a cambio de nada. Para ellos no hay nada que explicar sobre el estrepitoso fracaso del llamado gobierno interino o de la repetida y sistemática derrota de la política electoralista para sacar al chavismo del poder. La falsa oposición no se siente obligada a discutir estos temas sino que, por el contrario, insiste en arrastrar a los venezolanos en sus giros espasmódicos e improvisados de una política definida en la sabiduría popular en las líneas de “como vaya viniendo vamos viendo”.

Hay muchas situaciones sensibles que no fueron tratadas en México y cuya ausencia socavan la credibilidad, viabilidad y efectividad de ese acuerdo. El estridente abuso de la etiqueta “social” aplicada al acuerdo pareciera tratar de compensar la omisión de temas claves como las condiciones y garantías electorales y la liberación de los presos políticos civiles y militares. ¿Bajo qué tipo de extraña racionalidad la falsa oposición considera que es una magnífica estrategia liberar al régimen chavista de todas las presiones, darle más recursos y tiempo, al momento en que el chavismo veta de entrada los temas de condiciones electorales y presos políticos?

Un cambio radical es necesario en el sistema electoral venezolano para algún día aspirar a unas elecciones libres. Mientras el chavismo controle el Consejo Electoral a través de sus propios operadores y de otros interpuestos no es realista esperar un resultado distinto al que hemos visto hasta ahora. La falsa oposición en su empeño por hacerse aceptar por el chavismo no solo celebra las minúsculas concesiones que este le hace, sino que ni siquiera protesta cuando el tema electoral es excluido de la agenda.

Los presos políticos para la falsa oposición no han sido más que una pieza para adornar la retórica y levantar algunos aplausos cuando el discurso se torna sonso y fastidioso. Pero tampoco existe un interés real en una política sistemática que conduzca a la liberación de los presos políticos civiles y militares. Los presos políticos y sus familiares están a merced de la clemencia de sus verdugos chavistas y algunos posiblemente sean liberados porque conviene al régimen tratarlos como fichas de negociación y no como seres humanos, ciudadanos venezolanos con dignidad y derechos.

No puede decir la falsa oposición que lo ha intentado todo frente y presentarse como víctima impotente del chavismo. Hubo un momento, al comienzo de la aventura del interinato, cuando la falsa oposición contaba con apoyo internacional para emprender con fuerza unas negociaciones serias con el chavismo y arrancarle algo más que promesas vacías y buenas intenciones. Pero esa oportunidad se diluyó en el tiempo y la corrupción para dejar a una falsa oposición débil, derrotada y desacreditada en el lastimoso papel de acudir al chavismo para negociar no otra cosa que su propia subsistencia.

En una típica escena de política ficción uno puede imaginar a los negociantes de ambos bandos sentados en una larga mesa con papeles en blanco, servilletas y tacitas de café frente a cada uno. En el centro de la mesa Jorge Rodríguez arrogante y prepotente, explicando en clara y alta voz lo que el régimen de Nicolás Maduro está dispuesto a hacer y lo que no. Algo así como ahí está eso, lo toman o lo dejan. Y si no, nos vamos.

Nos imaginamos a un Gerardo Blyde petrificado, escuchando atentamente y con su mirada centrada en Rodríguez. Cuidadosamente Roberto Enríquez, a la derecha de Blyde, le pasa una servilleta que dice “Acuérdate de las condiciones electorales”. Gerardo Blyde, sin dejar de mirar fijamente a Jorge Rodríguez, voltea la servilleta y anota “Después” deslizándola cuidadosamente hacia su derecha.

Mariela Magallanes, sentada a la izquierda de Gerardo Blyde, observa el cruce de servilletas e impaciente le desliza otra nota a Blyde: “Gerardo, los presos políticos”. Visiblemente incómodo por la distracción Gerardo Blyde le devuelve a Magallanes la servilleta con una nota “Después, después”. Mientras tanto la verborrea de Jorge Rodríguez hartaba la sala oscilando entre el regaño y las órdenes impartidas. Más o menos así pudo cuajarse el llamado Acuerdo Social firmado en México entre el régimen chavista y la falsa oposición.

Sí, la escena corresponde a un ejercicio ocioso de imaginación plausible, pero no verificable. Lo que sí pertenece irrevocablemente al terreno de la realidad es la inveterada e histórica vocación conciliadora y negociadora de la falsa oposición venezolana, siempre dispuesta a dejar para después las luchas fundamentales en aras de sus intereses cortoplacistas.

@humbertotweets


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