EFE/ Miguel Gutiérrez

Millones de vacunas con diferentes orígenes circulan por el mundo. Reino Unido, Israel y el imperio estadounidense llevan la delantera vacunando a sus ciudadanos, abriendo puertas y trabajos. Los europeos con más o menos atino -dependiendo de gobiernos conservadores, dedicados a la labor productiva, o socialistas enmarañados entre manipulaciones, embustes, populismo y reclamos de sus comunidades-, comienzan a observar la disminución de los contagiados, más establecimientos abiertos a un público que continua prudente, cauteloso, pero que lentamente va perdiendo el miedo.

De África poco se acuerda el globo, pero en aquellas negruras y oscuridades están acostumbrados a feroces e inhumanas pestes, muertes silenciosas, hambre con tradición, miserias habituales, luchas tramposas y sangrientas por fronteras que arenas del desierto, e inmensidad y fuerza de la selva hacen difíciles de precisar. Asia demasiado allá, flanqueada por la codicia, arrinconada por el egoísmo y asediada por las frustraciones rusas. La intimidación imperturbable de chinos a los cuales no le importan colores de gatos mientras cacen ratones y que, tras barrer la tierra con virus propio, le siguen comprando dinero en mano. Asimismo, la proliferación multirreligiosa y racial de una India que péndula entre la avanzada tecnología y santones anacoretas penitentes que se bañan devotos en la suciedad del Ganges, el más importante de siete ríos sagrados del hinduismo​ en el que fieles se higienizan para purificarse, y acuden a morir en la creencia de que, hace posible finalizar el ciclo de reencarnaciones. Según la tradición, en tiempos inmemoriales las aguas del Ganges cruzaban el cielo, mientras las tierras desérticas de India perecían de sed.

En Venezuela, a contramano mundial, las vacunas escasean y lo poco que avanza es atropellado, sin organización ni protocolo, insisten en que no discriminan, pero mienten descarados, mientras la ciudadanía excede en ansiedades, zozobras e incertidumbres. Seguimos empeorando, con una moneda sin valor, una hiperinflación que no se detiene y la persistencia del coronavirus enredada en lentas, perturbadas y desordenadas sandeces. El régimen conoce bien el malestar que padece la población, pero no se da por enterado ni le interesa.

Y las cosas buenas como la Universidad Central de Venezuela, su historia de grandezas, sabiduría, conocimiento y creatividad, se cae a pedazos, agoniza entre la ruina, destrucción, abandono e irresponsabilidad, aunque la humanidad la considere patrimonio. La torpeza mediocre, rica o pobre nunca entenderá la gloria de la casa que vence la sombra, y la corrupción cleptómana de baja calaña mental y pesada chequera maneja la virtud a su antojo conveniente, o sea, la echa a podrirse de olvido en el desván del poder.

Los ciudadanos venezolanos huyen despavoridos, los de buen proceder que desean producir sin robar sudan la gota gorda aguantando chantaje y extorsión rodilla en tierra esperando que la razón, principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas se impongan, retomen la autoridad y señorío, que lo tomarán, aunque no tengan mando ni oposición que las comprenda.

Nuevos ricos, recién vestidos, los llaman algunos, también aprenden, si no ellos, sus hijos y nietos formarán parte del esfuerzo para reconstruir la nación que fue buena con todo y sus problemas, enfrentándolos para reestablecer derechos con la conciencia del deber. No luce justo ni rápido, pero si realista y acompasado.

Muchos de los que se han ido no regresarán, los migrantes a lo largo de la historia han terminado siendo ciudadanos de un nuevo país, aunque conserven querencias, ilusiones y sueños del viejo. Lo que cuenta, en realidad, es que, aunque se mantengan cadenas y candados, éste sigue siendo un país de oportunidades, y los oportunistas siguen siendo muchos, unos con dinero y otros sólo con lo que llevan puesto, pero todos con talento y voluntad de echar adelante.

El modelo comunista, es la nefasta y perversa ideología que ha provocado a la humanidad desgracia, éxodo, hambruna, infortunio y cientos de millones de muertes. Sin educación histórica seguiremos siendo un semillero de pobreza y miseria. Quizás la desgracia actual no lo comprenda, pero percibe hay iluminación, la divisamos, vislumbramos, sentimos, y si hay luz existe final del túnel.

@ArmandoMartini


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