No es a la icónica y muy conocida banda venezolana de ska (Desorden Público), constituida en 1985, a la que está referida nuestra columna de hoy. Ella sí alude en no poca medida, como veremos más adelante, a la cuestionada revolución bonita por la innegable responsabilidad que tiene en el desorden que impera en todo el país. Pero nuestro propósito fundamental es referirnos al comportamiento que observamos en muchos conductores venezolanos, independientemente de su posición política y condición social.

Los buenos modales que por muchos años se practicaron en el país es cosa del pasado. ¿Qué sucedió? ¿Cuál es el motivo y razón del cambio que se ha producido? Sin duda, nos estamos refiriendo a conductas que los psicólogos y psiquiatras están mejor capacitados para evaluarlas y explicarlas con el rigor del caso; mas no por ello vamos a dejar de expresar nuestro punto de vista.

Para los venezolanos el tema tiene un inicio que no podemos obviar, pues quedó fijado por Francisco de Miranda, en la madrugada del 31 de julio de 1812, al momento de ser arrestado en La Guaira, por Simón Bolivar y Tomás Montilla. Muy molesto Miranda los recibió gritando: “Bochinche, bochinche, esta gente no es capaz de hacer sino bochinche”. Según el general Daniel Florencio O´Leary, la intención de Bolívar era detener a Miranda y obligarlo a permanecer en el país, a objeto de exigir de Monteverde el cumplimiento de los artículos de la capitulación que firmaron. Por su lado, un ayudante de Bolívar, el coronel Belford Hinton Wilson, señaló que en diferentes ocasiones el Libertador dijo que “él había querido fusilar al general Miranda como traidor, pero que otros lo habían contenido”. Sin duda, la tensión del momento político junto al desespero tuvieron un importante papel en lo que terminó ocurriendo.

Lo que vemos y experimentamos hoy es un real desmadre. Desde hace mucho tiempo observamos con gran preocupación que un número importante de conductores de vehículos no respetan las señales de tránsito. Lo común y corriente es que estas personas se limitan a reducir un poco la velocidad cuando la luz del semáforo está en rojo; pero si observan que hay posibilidad de seguir avanzado, hunden el acelerador hasta el fondo para volar como alma que lleva al Diablo, dando así el mal ejemplo. Conductores de carros y camionetas último modelo, así como de vehiculos viejos y desvencijados, se unen en singular camaradería para actuar como no se debe, transmitiendo un mensaje erróneo a los niños y jóvenes que observan tales desmadres.

Este proceder es un derivado más del caótico tiempo que vivimos, gracias a las revolucionarias acciones de Nicolás Maduro, las cuales han conducido a que el número de funcionarios encargados de controlar el tránsito (muy mal pagados como todos los empleados públicos) se haya reducido significativamente. Y como si eso fuera poco, encontramos que una parte  importante de los oficiales que deben cumplir esas tareas se dedican mayormente a “pescar”, esto es, detener a conductores sin motivación especial alguna para luego extorsionar al que tenga algún documento recién vencido. El inconveniente termina por resolverse dándole al funcionario “una ayuda”, o sea, haciéndole un pago contante y sonante. La falta de la adecuada formación y control de esos funcionarios, así como la  ausencia de una justa remuneración, son factores determinantes en esas conductas ilegítimas.

Hace pocos días me tocó presenciar una escena grotesca en una avenida principal de nuestra ciudad capital. Varios vehículos esperábamos el inminente encendido de la luz verde en el semáforo. Al producirse este, el automóvil delante de mí procedió a avanzar sin percatarse de que el conductor de otro carro (un hombre de la tercera edad que venía en sentido contrario) pretendía cruzar frente a nosotros cuando ya él tenía encendida la luz roja que lo obligaba a detenerse. Al ver frustrado su intento, aquel energúmeno lanzó todo tipo de improperios y señas vulgares a quien en realidad le correspondía el paso. Sin más, una triste manifestación de estos tiempos revolucionarios y locos.

Habrá que esperar la vuelta a la democracia para que los venezolanos volvamos a disfrutar del buen comportamiento de los ciudadanos. Mientras tanto, como muy bien apunta Antonio Tabucchi en su libro Réquiem: una alucinación, “mejor usar la pluma que las manos, es una forma más elegante de dar bofetadas”.

@eddyreyest

 


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