A principios del presente siglo proliferaron obras de política internacional que intentaban presentar las claves de entendimiento del sistema mundial contemporáneo, todos bajo las premisas de tiempos de incertidumbre, complejidad, cambio y desorden. No solo se transformaban las reglas de juego, sino los escenarios del mismo en un mundo impactado por las amenazas a la seguridad sin una clara percepción de las fuerzas religiosas y culturales que influían en las políticas de actores estatales y paraestatales.

Una obra que destaca entre ellas es la del doctor en Ciencias Sociales y ex diplomático español Manuel Montobbio titulada La decontrucción de Oriente y Occidente y la Gobernanza Global, en la cual proponía “Cartas de navegación para un mundo global, hojas de ruta para la civilización y la cultura en un nuevo mundo de paradigmas y conceptos, basados dichos planteamientos en la democracia, desarrollo, cultura y paz”. Auguraba  el papel menos preponderante del Estado-Nación en favor de “Una comunidad democrática planetaria para la conducción de la nave espacial Tierra”.

El romanticismo político de Montobbio, compartido por otros autores de la época, quizás bajo el influjo de los buenos deseos por el siglo que comenzaba, pareciera desvanecerse a estas alturas de la segunda década que presenta serios cuestionamientos a valores que se consideraban aspiraciones universales y que ahora no lo lucen tanto. Un breve vistazo para corroborar lo dicho:

Democracia: El índice de democracia elaborado por la Unidad de Inteligencia de la prestigiosa publicación The Economist  en 2018 sobre la base de 60 indicadores agrupados en las siguiente 5 categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política arroja los siguientes resultados: Democracias plenas (20), democracias imperfectas (55), regímenes híbridos (39) y regímenes autoritarios o dictaduras (53). La mayor parte de la población mundial no disfruta de los beneficios de la democracia y la tendencia no parece revertirse una vez alcanzado un tope que devino después de la Segunda Guerra Mundial, las llamadas olas democratizadoras parecen haberse extinguido. El resurgimiento del populismo, notablemente en América Latina y ahora en Europa tienden a confirmarlo. Los cuestionamientos a la democracia ganan más adeptos cada día.

Desarrollo: Debería ser motivo de sorpresa y vergüenza mundial que el informe de este año del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo esté dedicado a la desigualdad como preocupación fundamental. La asimetría entre países y al interior de los mismos ha sido una tendencia continua en este siglo. La brecha en el desarrollo deja secuelas graves y permanentes si no se combaten y por esta razón los grandes pensadores económicos hacen cada vez más énfasis en el componente humano y social en sus análisis. La retirada del orden neoliberal mundial en contra de la aseveración de Francis Fukuyama, en la década de los 90, tiene en parte su razón en el fracaso de las políticas de financiamiento al desarrollo. Una asistencia del Fondo Monetario Internacional puede superar en estos tiempos más muertes que un sismo.

Cultura: Dicho concepto está relacionado fundamentalmente con lo que expuso Samuel Huntington, años antes, en su famoso artículo en The Foreign Affairs: The Clash of Civilizations. La idea de Montobbio acerca del acercamiento de los valores de oriente y occidente producto de la globalización y la mundialización ha sido contrastada por una realidad que nos hace darle la razón a Huntington en algunos de sus planteamientos, especialmente en lo que se refiere a las facciones islámicas radicales. El choque es cada vez más evidente y preocupante intrapaíses, especialmente en Europa, que al exterior que ya son conflictos de larga data.

Paz: Montobbio trata acerca de este tema en sus dos acepciones. Paz negativa –entendida como la ausencia de la guerra y la violencia directa– y la paz positiva –democracia ampliada y respeto a los derechos humanos–, cuyo fin es la seguridad humana. Aquí fácilmente deducimos, ateniéndonos al índice democrático mundial, que la mayor parte de la población del planeta se encuentra en la primera premisa.

A todo lo anterior debemos añadir la crisis de la gobernanza global en todos sus órdenes, tema suficientemente tratado en anteriores artículos, lo cual nos lleva a afirmar que el inventario no es todo lo deseable que esperaba Montobbio. Quizás estemos  en vísperas de la entropía positiva que postula la Teoría del Caos o de ser objeto de atención de la exo-política para quienes creen en ella. El sistema no va a desaparecer, a menos que se active el arsenal nuclear del planeta, algo improbable y, por tanto, lo deseable es un nuevo liderazgo mundial, como dije en otra oportunidad: más hombres de Estado que presidentes de turno.

En el caso de Venezuela, evidentemente no se cumple de manera positiva con los postulados. En democracia retrocedimos 40 años; el caso más grave en los años recientes, reseña el Instituto español IDEA en su más reciente informe, en desarrollo la agenda del régimen, es la involución en todos sus aspectos: cultura, más cerca del extremismo y quienes lo profesan, especialmente movimientos del Medio Oriente y paz, sin lugar a dudas, completamente negativa.

Finalmente, hay teorías que postulan que las relaciones internacionales no deben explicarse sino entenderse. En estos tiempos hay líderes que ni las explican ni las entienden.

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