Quizá sea un lugar común repetir y recordar que los regímenes socialistas, los del llamado socialismo real, que llegaron al poder inspirados en el marxismo-leninismo solo aprendieron la lección de destruir el viejo orden, pero en lo tocante a la construcción del nuevo se produjo un vacío que nunca supieron llenar. Las pruebas están allí, no importa en qué lugar del mundo hayan sido, y aun suponiendo como ciertas las intenciones de sustituir el injusto sistema capitalista, desembocaron siempre en un fracaso en el que el reemplazo de los sectores productivos privados por ser responsables de la injusta plusvalía por una inútil capa de burócratas, acabó con la empresa y creó más desigualdad, amén de un mayor acaparamiento del poder político erigiéndose en representantes de un proletariado que nunca los eligió.

Así fue en Europa Oriental hasta la caída del muro de Berlín, también en el continente asiático, donde después de prolongados y exterminadores desastres, para lograr progresar se decidieron por el capitalismo mondo y lirondo, sin aflojar el férreo control político del Partido Comunista. No ha sido distinto en Cuba, donde los revolucionarios de Fidel acabaron con el oro de su economía que era la caña de azúcar, lo que aceleró su caída en la órbita soviética, cambiando su tan cacareada soberanía por la incondicionalidad por su sistema político en nombre del internacionalismo proletario

No hubo rincón del llamado socialismo real que no se sostuviera sobre el hambre y la represión de sus pueblos a la que llamaron dignidad, sobre las cuales erigieron sus privilegiadas nomenklaturas.

También es cierto que como parte de la competencia con el capitalismo en un mundo bipolar, los países socialistas se esforzaron por demostrar superioridad en sus avances tecnológicos, educativos y sanitarios, y que sin tantas cualidades como fueron divulgadas, hubo un esfuerzo por mantener ciertos niveles de calidad en algunas áreas del acontecer económico, social y cultural, y en general se puede decir que estimularon al capitalismo a enriquecer sus logros sociales.

Muy distinto ha sido el transcurrir del desfasado socialismo del siglo XXI inventado por Hugo Chávez, extraña melange de reivindicación de caudillos fracasados como Zamora y Maisanta por solo mencionar algunos, con pleitesía a Bolívar, el padre de la patria y la posterior inclusión en un socialismo sin marxismo ni leninismo, practicado como emulación del modelo cubano. Extraño caso en que el benefactor decide acogerse al modelo del beneficiado.

Con ese protagonismo superlativo con el que Chávez se asomó en el mundo político, se propuso fundar su propio internacionalismo haciendo uso de la abultada chequera petrolera, que aprovecharon otros países para crecer y mejorar. Menciono los casos de Bolivia y Ecuador por ser ejemplo de aprovechamiento de los recursos otorgados y que independientemente de la retórica revolucionaria se esforzaron por el crecimiento socio-económico y educativo de sus habitantes, sin detenerse en camisas ideológicas.

En buena parte de los países del continente que giraron en torno al socialismo inventado por Chávez, la discusión sobre avances y retrocesos habidos con los distintos gobiernos ha podido dirimirse a través de la competencia electoral aunque no siempre hayan sido transparentes ni voluntarias. Mientras, en la Venezuela de Chávez y Maduro, la que dilapidó los recursos para comprar voluntades, nos encontramos atascados en una prolongada y dolorosa crisis que se profundiza sin interrupción. Contra viento y marea siguen aferrados al poder quienes no solo por incompetencia e indolencia, sino también por espíritu de rapiña, acabaron con la infraestructura petrolera e industrial, con todos los servicios básicos, con la salud y la educación, que de manera morbosa ostentan como un trofeo el haber arruinado las universidades vaciándolas de toda vida. Por no hablar de ese signo mayor que son los millones de migrantes que inundan de vergüenza y lágrimas los caminos del continente.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!