La palabra diáspora aparece mencionada por primera vez en la Biblia en Deuteronomio, la misma expresa simultáneamente un castigo: la dispersión y el exilio del Pueblo de Dios de su tierra, al tiempo que la promesa implícita de regresar a la Casa. El término ha sido adaptado en el DRAE para referirse a la “dispersión de grupos humanos que abandonan su lugar de origen”.  La relación entre la diáspora venezolana y su Casa Venezuela es muy compleja y rica, llena de historias extraordinarias, de solidaridad y dolor, que se entremezclan con las mismas disputas políticas que se producen en el seno de la resistencia venezolana. Hoy quiero compartir con mis lectores un Manifiesto que hemos escrito desde Casa Venezuela Arizona, organización de la cual soy uno de sus directores, y que considero un documento que ilustra de manera dramática el anhelo y la voz de la diáspora y nuestra convicción de que la tarea ciclópea de recuperar la democracia y la libertad para nuestra nación es una tarea de todos, quienes vivimos en la diáspora y quienes habitan en Venezuela. Sigue el texto del manifiesto.

Una nueva Independencia

Otro 5 de julio, hace más de 200 años, un acto del Congreso de los Diputados dio origen a Venezuela como nación independiente. Es importante refrescar nuestra memoria histórica y recordar el texto de la Declaración de Independencia y, sobre todo, las razones que esgrimieron los representantes de siete de las provincias que componían el territorio de la Capitanía General. Conviene leer un trozo de esa declaración, haciendo el ejercicio de reemplazar la expresión “gobierno de España” por “el régimen de Maduro”.

En atención a todas estas sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos ha restituido, en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad.

Hoy nuestra nación se encuentra sometida a un régimen represivo comandado por una nueva oligarquía de venezolanos enquistados en el poder que ha traicionado a su propio pueblo al permitir que fuerzas de ocupación cubanas estén presentes en nuestro territorio y hayan asumido importantes funciones en la dirección de los asuntos de seguridad de la nación. Unido a esa afrenta a nuestra nacionalidad se ha permitido la entrega de nuestros recursos y riquezas a un entramado de actores internacionales, encabezados por Cuba, irán, China, y Rusia, que bajo la excusa de crear un mundo multipolar, alejado de la influencia norteamericana, han creado un bastión de penetración y una amenaza a la seguridad de todo el hemisferio. A ello hay que unirle la creación de una red criminal de narcotráfico y explotación del arco minero operada conjuntamente con la guerrilla colombiana. La alianza del mal que dirige el régimen ha creado un estado de miseria, hambre y destrucción física y moral a la nación que es mucho peor en su perversidad que cualquier afrenta que pudieran haber argüido los representantes de la provincia para declarar independiente a la Capitanía General en 1811.

Hoy Venezuela se encuentra sometida a una cuarentena militarizada que empezó prematuramente no sólo por la incompetencia criminal del régimen sino por su intención falaz de esconder la escasez de gasolina, resultado de la destrucción de nuestra industria petrolera. Para muchos venezolanos la alternativa se ha convertido en morir de hambre o infectarse con el coronavirus. Pero la catástrofe de nuestra patria no es casual, sino que es el resultado de un cuidadoso y abyecto proyecto de control social y político que empezó con Hugo Chávez y ha continuado con Nicolás Maduro.

El pueblo venezolano debe liberarse del yugo del régimen dirigido por Nicolás Maduro. Pero no lo puede hacer solo dada las fortalezas militares y de represión que concentra la alianza del mal. Hoy los venezolanos en la diáspora, hermanos de nuestros hermanos que están en la Venezuela ocupada y mancillada, queremos ratificar nuestro compromiso, este 5 de julio, con la nueva tarea de independencia que tenemos por delante. Nos declaramos dispuestos a ser la voz de quienes no tienen voz, y a llevar el grito de nuestra causa a todos los pueblos y gobiernos  democráticos y libres del mundo para que nos ayuden a desalojar a los tiranos usurpadores de la soberanía nacional. La alianza del mal no podrá imponerse para siempre si logramos unirnos y convocar la ayuda de los hombres y gobiernos libres del mundo.

Casa Venezuela Arizona y Organizaciones de la Diáspora Venezolana en Estados Unidos.

Amén.


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