Durante el año 1989, Francisco Pacheco, como agente autorizado de Agusta, le vendió uno de los primeros helicópteros 109E Power al dueño de la tiendas El Fortín, el señor Daniel Fernández. Fue distinguido con las siglas YV-981CP y había que traerlo desde la planta de Agusta-Westland en Filadelfia, donde llegaba por barco desde Italia. Yo lo acompañaría como copiloto, y estaría encargado de los planes de vuelo y las comunicaciones.

Durante el inicio del viaje decidimos volar por la zona controlada de Washington. Existe una ruta de helicópteros definida como Route 1 por el río Anacostia, desde Riverdale hasta empalmar con la Route 4 sobre el río Potomac hasta el Fuerte Washington.

En el recorrido podríamos ver el edificio del Capitolio, el famoso obelisco Monumento a Washington y pasaríamos al este del Aeropuerto Ronald Reagan. Es de hacer notar que para esos años ya era bastante restringido en cuanto a las alturas.  Entraba uno a la Route 1 con un máximo de 1.000 ft en Riverdale hasta un máximo de 700 ft en el puente de Pensilvania Av., bajando hasta 500 ft en el puente de la 11th St, para un límite superior de 200 ft en el puente del Capitolio Sur.

Es agradable, pero estresante, pues está claramente escrito en la carta de ruta de helicópteros de Baltimore-Washington y era nuestra primera vez en esa delicada zona de la Capital de Estados Unidos. Así me lo hizo saber un viejo piloto instructor de Agusta: solo hay que estudiar bien la carta, mantenerse atento a las comunicaciones con las torres de control y tener una ubicación exacta de los puntos, que coinciden con los puentes sobre el río, para los cambios de las alturas.

Así se lo hice saber a Francisco Pacheco, debería seguir mis instrucciones al pie de la letra para evitarnos problemas y no vernos metidos en líos.

Afortunadamente todo salió perfectamente. Hoy día, después de los sucesos del 11 de septiembre del 2011, no sabría decir si es posible hacerlo con una aeronave de matrícula extranjera.

El resto del vuelo lo hicimos pasando por Richmond, Virginia, para pasar la noche en Charleston Exec., Carolina del Sur, al día siguiente hasta Flagler, Florida, y después de sobrevolar Disney World en Orlando, hasta llegar al Aeropuerto Executive de Fort Lauderdale.

En esta última pierna perdimos el GPS por la ruptura del conector de la antena, la cual Antonio Zambón, representante técnico de Agusta en Venezuela que venía con nosotros en el vuelo, pudo reparar.

Estando en Fort Lauderdale nos reencontramos con Ono, un piloto brasileño de ascendencia japonesa, con un amigo acompañante que no era piloto. Venía igualmente bajando en otro Agusta 109 Power de Filadelfia. Lo habíamos conocido previamente en Italia.

Como él seguía la misma ruta porque iba a Brasil y nosotros acabábamos de tener el problema del GPS, le mencionamos la idea de cruzar el Caribe juntos, pero no le interesó. Nosotros teníamos experiencia en la ruta y nos parecía sensato; sin embargo, no podíamos obligarlo.

Al siguiente día salimos rumbo a Exuma, en las Bahamas; pararíamos luego en Providenciales para llegar a dormir en Punta Cana, República Dominicana. Todo transcurría sin mayor inconveniente.

Nos volvimos a conseguir a los brasileños en el hotel de Punta Cana. La siguiente mañana casualmente nos los encontramos haciendo el prevuelo. Saldríamos conjuntamente desde Punta Cana hasta Saint Martin.

Recuerdo que ellos despegaron después de nosotros, pues al ser tres personas ocupadas de todo el trámite y del prevuelo logramos salir en menos tiempo. Como a él no le interesaba volar juntos no lo esperamos. A continuación, vendría una lección que a Ono no se le olvidaría jamás.

Veníamos hablando por radio para informar nuestra posición cuando Ono nos empezó a llamar, pues tenía algunos problemas.

No entendíamos qué podría estarle sucediendo, pues nos decía que le estaban fallando las pantallas y los radios.

No habían pasado 15 minutos de haber despegado con rumbo este y pasaríamos por Puerto Rico, no era muy largo el trecho para llegar a tierra, pero teníamos que cruzar unas 60 millas de mar abierto, conocido como el canal de la Mona, es decir, que estaríamos para ese momento a media distancia, era igual seguir que dar la vuelta.

Dimos tiempo a la escucha, si no volvíamos a tener contacto reportaríamos a Puerto Rico la emergencia. Pasaron unos minutos que se hicieron interminables cuando de repente volvimos a oírlo por la radio. Nos explicó que durante el encendido se le había olvidado pasar los generadores. Como había arrancado los dos motores usando la batería sin usar APU, el consumo normal de las pantallas, radios y demás equipos encendidos se habían consumido todo el resto de la carga. La batería no dura más de 15 minutos en estas condiciones.

Él logró reconocer la falta de generadores y pasando inmediatamente los switches, logró obtener la energía necesaria para alimentar todos los sistemas y empezar a cargar rápidamente la batería.

Se debe haber pegado el susto de su vida, no se nos volvió a despegar en todo el viaje.

Aterrizamos en Saint Martin y llegamos a dormir a Santa Lucía, donde nos invitó a tomarnos unos tragos y nos pidió acompañarlo hasta Trinidad, cosa que era desviarnos nosotros de la ruta directa a Margarita, pero convinimos en llegar juntos hasta Grenada. En esta última nos despedimos y le deseamos buen viaje.  Nosotros proseguimos a Margarita y desde allí a Caracas.

Esto me trae a la mente nuevamente una frase de Heliprops: “El ser un profesional no es algo exclusivo de experimentados pilotos o mecánicos”. Ciertas decisiones solo requieren de un poco de reflexión y cordura.


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