Escena de La horma de los cuatro puntos, un montaje del TET dirigido por Francisco Salazar. 1989

Don Rafael:

En esta casa estamos de fiesta. Nos ha alegrado tanto verte de pie, verte caminar derecho y desde hace tanto tiempo entre vasallos y reyes para recibir ahora tu premio más reciente que, en esta casa, sí, estamos de fiesta.

La fiesta la hemos venido preparando hace mucho tiempo, desde antes incluso del anuncio de que te darían el Premio Cervantes de las Letras ¡Cuánto orgullo! Dispusimos el escenario con toda su luminaria, con toda su parafernalia para crear los más hermosos crepúsculos y la isla más amada. Cada quien se ha puesto su mejor camisa y el más hermoso vestido para recibirte en la silla número uno. Sacamos la tabla redonda, mandamos a traer el mejor cocuy de tu tierra y hemos preparado el mejor chivo que encontramos para festejar contigo ese camino de letras y libros con el que has trazado una ruta que ahora celebramos, que siempre hemos celebrado.

Tu voz, que, desde la Escuela de Letras de nuestra amada Universidad Central de Venezuela, que, desde el Grupo del Caribe hemos venido escuchando entre largos compases de silencio, hoy se transforma en escenas y canciones. Tu voz se ha vuelto coral para cantarte y actuar para ti como cuando hace tantos años hicimos La casa de fuego y, luego, La horma de los cuatro puntos y después y siempre tus palabras disueltas en mucho de nuestro proceder. Para evocar cómo nos has enseñado a vivir en la intemperie y a llevar un memorial de nuestras vivencias, cómo vivir en el destierro y seguir latiendo. Cómo tus palabras y toda esa carga anímica puesta en ellas han hecho fondo y acicate para construir juntos una poética con la que hoy te ofrendamos a ti y a los tuyos. A ti y a los tuyos, Rafael querido, que somos todas y todos nosotros y que estamos tan agradecidos por las flores amarillas que has sembrado y que ahora nos siguen maravillando y vamos recogiendo y repartiendo desde los abismos, mientras seguimos por estos caminos de dioses y diosas.

Gracias, Don Rafael, por tanto y tanto, por tanta dignidad, tanta integridad, por compartir la gracia de la palabra, ahí, de pie, amado roble, uno de los soles de nuestras transformaciones. Tus palabras seguirán latiendo aquí en esta casa que hoy está de fiesta, en este teatro donde seguiremos celebrando la vida en libertad, con honradez, unidos hasta en la distancia, forjándola con nuestro arte y tu voz, con nuestro oficio de birlibirloque.

Gracias, maestro. Gracias, poeta. Gracias, amigo, por la felicidad que nos deparas en medio de tanto motivo triste y tantas acciones desalentadoras. Hoy, hasta los peces y los pájaros cantan más alegremente. Gracias a ti nuestros corazones han ganado un nuevo respiro. Gracias.

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