Polifemo un gigante de un solo ojo, una aberración hijo de Poseidón y la ninfa Toosa representa la fuerza bruta, la barbarie y la brutalidad un gigante antropófago, torpe y perverso sin gracia alguna, un monstruo en toda la expresión del término, sin ningún talento y de espantosa presencia, puso los ojos en una ninfa hermosa, una nereida Galatea, hermana de Tetis e hija de Nereo. Galatea era la antítesis de aquel engendro, hermosa, dulce, grácil y calmada, un crisol de gracias, quien obviamente despreciaba la sola presencia de aquel gigante de un solo ojo, quien inútilmente balada cantos para ella, pues lo malo y lo repulsivo se complementa por desgracia con la belleza y el candor.

En busca de conquistar a la bella Galatea Polifemo componía versos, se arreglaba su hirsuta barba y cabellera, manchada de sangre y vísceras de las presas, entre ellos hombres, que gustaba engullir, acicalado y fingiendo una conducta que bien distaba de su violenta postura, de su atavismo visceral hacia lo bestial, con la cítara en mano importunaba a la bella ninfa, fingiendo ser lo que no era. La frágil Galatea se aterraba ante esta presencia y mostraba su repudio hacia ese ser que le era en conjunto repugnante, este a su vez cantaba todas las promesas que le cumpliría a la ninfa, cantaba acerca de sus virtudes, haciéndose la mofa de sus congéneres, los otros cíclopes que habitaban su desértica isla. Galatea en realidad amaba a Acis, hijo de Pan, este joven si era su verdadero amor, mismo que le acompañaría hasta que el monstruo de un solo ojo, se enterase de aquel romance. Ante el hecho la naturaleza prima y el vástago de Poseidón decidió aplastar al rival de amores. Los dioses compadecidos del llanto de Galatea convirtieron a Acis en un río, para que así siempre estuviera junto a la marina Galatea, huraño y lleno de odio, se dedicó aquel torvo gigante a la cría de velludas ovejas, tal vez porque en la estupidez de aquellos rebaños, él podría influir. Así gobernó sobre balidos, sobre pezuñas y heces de ovinos en una gruta tallada en la roca, la cual cubría con una pesada roca, para eximir a la humanidad de su terrible presencia.

Ulises salía de Troya, incendiada y saqueada por los caprichos de Agamenón rey de Micenas y su hermano el violento monarca de la tiránica Esparta, en su viaje cual poema de Kavafis, se dirigía a Ítaca, que es todo y es la civilidad, Ítaca la patria, Ítaca la meta el destino de una serendipia atada al azar, en la cual encontramos lo que se nos ha perdido, sin saber que vamos tras eso.

En su ruta hacia Ítaca, tenía el ingenioso Ulises que toparse con la isla de Polifemo, entrar en su gruta y darse un banquete para ser descubierto y presenciar el horror de ver como el gigante de un solo ojo engullía a parte de su tripulación, los fémures eran usados cual mondadientes y la crueldad de aquel ser era tan solo superada por su sadismo, en control de los tripulantes se hallaba aquel feroz gigante, quién además se complacía con los agobios y el horror de sus cautivos, todo parecía perdido, en tanto el ingeniosos Ulises ideó un plan decirle al engendro que su nombre era “Nadie” en griego “ουτις”, término latinizado outis, es decir “Ningún hombre”, luego de indeterminar así su identificación, procedió a ofrecerle vino y embriagarlo, así pues aquel monstruo dormido e indefenso, fue presa de la habilidad de Ulises, quien apeado con una pica forjada procedió a cegarle.

Entonces aquella montaña de carne, se incorporó y comenzó a pedir auxilio a gritos a sus hermanos en la Isla, a la voz de: “Ningún hombre me ha matado”, “Ningún hombre me ciega”, “Sálvenme hermanos míos y Padre Poseidón de Ningún hombre”. Estos lamentos fueron entendidos por el resto de cíclopes como un ataque de locura o una maldición de los dioses. Ante lo cual se hicieron oídos sordos y decidieron obviar los gritos de aquel que consideraban escindido del fuego de los dioses, defenestrado a la locura, preso en el laberinto de su propia iniquidad y miseria. Atados al vientre de sus lanudas y torpes ovejas los pocos sobrevivientes y el mismo Ulises escaparon de aquella funesta gruta, mientras el torpe y violento gigante ciego de su único ojo, pasaba sus garras sobre los lomos de cada oveja, ya en su barco Ulises le gritó al engendro de Poseidón: – “Polifemo, Ningún hombre es Ulises, ese es quien te cegó”- Aquel gigante lanzó una roca al mar, que casi hace naufragar el barco de Ulises y lo maldijo basado, en su filiación con el dios del mar, quien se encargaría de hacer más difícil la empresa de volver hasta Ítaca.

Este relato mitológico que se emplea como recurso literario, es el gozne o bisagra para describir lo ocurrido el 6 de diciembre pasado en Venezuela, el gigante de un solo ojo, violento, torvo y bestial es la degeneración de un régimen abyecto, que perdió las formas, enamorado del poder y de la belleza de una figura no mítica, sino corpórea como lo es la sociedad venezolana y su otrora importancia y significación a sabiendas de que no la podía jamás conquistar por las buenas, decidió aplastar la posibilidad de amar a la libertad, de vivir en decencia y de sentir pasión por el progreso, así como el homérico monstruo aplastó al joven Acis, así mismo este régimen se encarga a diario de recordarnos que somos sus esclavos, sus rehenes, sus presas. Las fauces de Polifemo eran limpiadas por una osamenta empleada como mondadientes, así las fauces del monstruo gubernamental hipertrofiado, son horadadas por las osamentas y cuerpos cadavéricos de los habitantes de un país que dejó de serlo. La pestilente gruta, con vahos de cadáveres putrefactos, son recreados en la surrealista Venezuela, por los cadáveres que no pueden ser inhumados por sus deudos, dados los disparatados precios de un país en plena eclosión de una antigualla hiperinflacionaria, el horror y Thanatos (la muerte) visitan a ancianos caquécticos, quienes mueren estampados en  las sabanas de sus lechos hechos mortajas.

Cruel y violento es el régimen, hecho ciclope o Hecatónquiro que lanza a sus huestes para infringir terror, a su aparato policial mutado en inocua comuna, para amedrentar, coartar y coaccionar cualquier ademán que presuponga independencia. Así fue como orquestaron entre iguales una farsa, una suerte de ditirambo de la crueldad tañido desde las garras de Polifemo, para representar una mascarada perversa, vacía y estéril, inoficiosa, pero no ajena a la maldad, empero desde la órbita ocular de la mirada única, como único es el pensamiento que pretenden imponer el régimen pudo advertir que “Nadie acudió a votar”, que a “Nadie pudieron lograr amedrentar” y que sus mecanismos de control social fallaron, como falló Polifemo al no hurgar los vientres de sus ovejas, de las cuales pendían Ulises y su tripulación.

Desde esa órbita ocular, que se exhibe como los ojos sempiternos de Chávez, no se calculó tal vez porque la maldad es torpe, que la necesidad, el hambre, el derrumbe de los servicios públicos y la bolsa de comida, ya no logran llamar la atención de Galatea, ya este régimen no engaña a nadie, ni a sus adversarios, ni a sus adeptos, huelga hacer referencia a un discurso rudimentario y arcaico, mas no por ello falaz, de uno de sus candidatos a diputados, discurso este que reveló las falencias y corrupción infinita de esta estafa llamada chavismo.

Nadie votó, nadie se opuso al régimen, nadie tomó en serio la irrelevante, liquida e inexistente elección, políticamente esta es una instrumentalización más del locus de control que ya ha implantado la usurpación desde Fuerte Tiuna, lugar desde el cual se simula ejercer el derecho al voto, por quien usurpa el poder.

Nos corresponde como sociedad actuar en consecuencia, sin aparatajes acudir a la consulta, cegar al monstruo, hacerlo gritar entelequias y ya desde el mar de la libertad gritarle que le hemos demostrado una vez más cuanto queremos deshacernos de su presencia, salir de sus garras y encontrar a Ítaca la libertad, encontrar en Ítaca la progresividad y la civilidad y en ese viaje reencontrarnos a nosotros mismos, para ya no temerle a los cíclopes ni a los lestrigones y mucho menos al temible Poseidón, pues defenestrados de nuestra alma están, y así los haremos incapaces de volvernos a aterrar.

Cada lágrima enjugada, cada agobio vivido, cada infundio infringido, cada amigo y familiar perdido, nos deben y tienen que hacer más sabios, que cuando lleguemos a Ítaca, que bien podría ser el ejercicio del poder para el verdadero servicio, lo hagamos sin la inclinación de hacernos ricos desde sus arcas, que encontremos nuestra Ítaca y devolvamos preservada la Ítaca que nos dejamos arrebatar a nuestros hijos y nietos, que entendamos que largo es el camino, finalmente calcemos las sandalias arenosas de Ulises y emprendamos el camino desde el insilio, en el cual de manera individual y colectiva decidimos encerrarnos, y comencemos la tarea de reconstruir a esta nuestra Ítaca, de la cual no nos hemos extraviado por lejanías medidas en millas náuticas del Ponto Euxino, sino que viviendo en ella dejamos que un monstruo colérico, avieso y cruel, nos la borrara de la bitácora, tal vez por negligente indiferencia o por manifiesta cobardía, pero que el destino nos impele a que pronto la recuperemos para nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Debemos gritarle en colectivo a este titán ciego, que ningún hombre lo ha vencido, pues desde mucho tiempo camina sin pueblo al haberse corrompido en miedo y tiranía. Permita el destino escapar de esta gruta, permita la fuerza navegar hacia nuestro ser interno y encontrar a Ítaca de todos y a las Ítaca individuales. Este camino para reconstruir parte de participar y demostrarle al mundo cuanto deseamos ser libres, decentes y dignos. Quiera la providencia no naufrague nuestra nave.

“Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Ítacas”

Constantino Cavafis


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