Frente a una muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes.

Eurípides.

Luego de la larga guerra de Troya, los violentos Aqueos lograron entrar a la otrora poderosa Ilión. Después de incendiarla hasta sus cimientos y capturar a sus princesas comenzó un verdadero drama para muchas de ellas: la poderosa reina Hécuba fue convertida en perra, bajo el designio de la ira de Atenea; Andrómaca, viuda de Héctor, paladín de la ciudad, soportó el horror de ver cómo su infante hijo era lanzado de las murallas de aquella ciudad bajo el odio y la sinrazón de la soberbia desmedida. También se convirtió de princesa a esclava, de ser humano a cosa minimizada. Las troyanas cantadas por Eurípides describen los horrores de la misoginia y el exceso del orgullo, la violencia y la soberbia sobre los hábitos modeladores del carácter.

Quizás quien más sufrió estos desmanes de la guerra, los horrores del homicida Ares, fue la menor de las princesas troyanas: Casandra. Ella tenía el don de la clarividencia y había visto el desenlace de todo aquel drama, pero por los designios del veleidoso Apolo nadie le creería, saber lo que pasará y que nadie crea nuestros juicios es el más horrible de los castigos, la más frustrante de las existencias. Casandra fue tan infortunada que sus suplicas para evitar la entrada de aquel caballo de madera a la ciudad no fueron creídas. Mejor suerte corrieron Laocoonte y sus hijos, este sacerdote de Apolo fue estrangulado por serpientes marinas enviadas por Poseidón cuando advertía que los bajeles de los griegos no se estaban retirando, solo esperaban la señal de Odiseo para destruir la ciudad.

La desdichada Casandra desde la almena de su aposento sabía que en el vientre de aquel caballo gigante de madera se ocultaba el fin del reino de su padre, el fin de Príamo y su fecunda descendencia, el horror y la violencia hacía sus hermanas. También  había visto premonitoriamente el sacrificio de la princesa Polixena sobre una roca frente al mar, como descargo a Tetis, por la muerte de Aquiles. La última noche de la princesa Casandra fue la más oscura de su vida, desesperada buscó el amparo de Palas Atenea, se ocultó tras una de sus esfinges, “el paladión”, tal vez buscando que la égida de ojos de lechuza protegiera su dignidad y la salvara de la violencia; obviamente esto fue inútil y el torvo Ajax Telamón, el más brutal  de los Aqueos, la arrebató de la peana de aquella estatua y justo allí la violó, para luego cosificarla y entregarla cual botín de guerra a los griegos, específicamente al rey de los Aqueos, el caprichoso Agamenón, del linaje de Zeus soberano de Micenas. Ya desposeída de su dignidad de princesa y de mujer, se atrevió a predecir desde el bajel del soberano de los Aqueos que su reino en Micenas no era el mismo, que su primo Egisto era el consorte con el cual yacía su esposa, la reina Clitemnestra, y que en contubernio le iban a matar ambos. Como ya era costumbre esto no fue creído, pero el Oráculo se desarrolló efectivamente, así canta Esquilo que el poderoso rey fue envuelto en una túnica y asesinado  por la frenética reina, también del linaje de Zeus; la misma suerte la corrió Casandra, logrando así descansar del horror de ver lo evidente y no ser tomada en cuenta.

Todo este mito es una aproximación desde la hermenéutica, a nuestras tristes realidades latinoamericanas. ¿Cuántos nos advirtieron los riesgos de esta izquierda troglodita, llevada al poder por sociedades anestesiadas de espíritu?, Venezuela es la moderna Ilion, la que arde sin cesar, hasta sus bases, la del expolio, la patria de troyanas caribeñas, de cientos de Escamandrios lanzados a la muerte, al ser lanzados al hambre y la miseria, no es suficiente el éxodo de Venezolanos a pie hasta Colombia, la huida hasta llegar a Chile para alertar a nuestros vecinos del peligro  de los Caballos de Troya, que dejados por la izquierda gansteril en los predios de sus sociedades para deconstruir todo lo reconocible, lo tangible y defenestrar al infortunio de la incertidumbre la existencia cotidiana, lograsen revertir la decisión de la existencia ruda y febril en la destrucción de las bases sociales, bajo el imperio de los vicios.

El caso del hijo de Petro, un guerrillero devenido presidente de la hermana República de Colombia, no es un escándalo, es la confirmación de una premisa preñada de conclusiones, los vínculos con organizaciones delictivas, la legitimación de capitales y por último la instauración de un suceso que estremece las bases de la casa de Nariño, pero cuya evidencia era una verdad a voces, la inyección de dinero  provenientes del narcotráfico a la campaña del Doctor Gustavo Petro Urrego, la familia presidencial se comporta de manera gansteril, pero desde la humeante Venezuela los colombianos pudieron ver estas atrocidades, algún vestigio de legalidad queda en la hermana República y el vástago de Petro, el detenido Petro Burgos, está colaborando con la justicia, por dignidad y escala moral, este sujeto debería de dimitir a la presidencia de Colombia, sin embargo aquí chocan la justicia con el marco lógico de pensamiento  de quien ha sido expoliado de moralidad.

Así estamos malditos como Casandra, no por poderes de premonición, sino por el lógico análisis de las premisas de quienes se comportan desde el atavismo de Lombroso, ese hueco en el cual se subsumen los vicios y hasta pueden ocultar, aviesos fines tras engolados discursos sobre moralidad y patriotismo, que son solo pensamiento muerto.

Lo del escandalo en Colombia, era de esperarse, que puede salir bien de alguien quien militó en una organización terrorista como el M19, de una primera dama afectada por una suerte de trastorno de personalidad borde, que la hacían bailar sin ambages algunos, olvidando su alta posición como sí se tratase de una sacerdotisa de Dionisio, de una Bacante absorta en los himeneos con las poses ditirámbicas, mientras el vástago hacia y cometía toda suerte de tropelías contra el erario nacional, en definitiva Bolívar no descansa en paz, ha de llevar en el hades sobre sus cansadas sienes los pesos de sus dos amadas hijas devenidas gansterilidad e imperio del hampa, también supongo que desde aquella cama agonizante, pudo ver estos desmanes y lanzar su ultima proclama en la donde se condena a no descender a los sepulcros, vivir el tormento del imperio de los vicios, esos que no logró vencer ni en Junín, ni en Carabobo, ni en Boyacá, en fin en efecto aró en el mar.

Los hijos de los poderosos tienen miradas de mando, unos descubiertos en incuestionables delitos y otros trocados en Doctores Honoris Causa, laureados académicamente por élites intelectuales pútridas, imperio de los vicios y residencias de las sombras, lo advertimos como Casandra, nuestras debilidades institucionales en la región, terminarán absolviendo de toda culpa al hijo de Petro, mientras Venezuela arde hasta sus cimientos como la desdichada Ilión, manteniendo la peste, el éxodo, la violencia y el horror como una advertencia que subyace en los labios de una desdichada Casandra cuyos juicios no son tomados como ciertos.

Los nobles padres tienen nobles hijos.

Eurípides.

 


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