Este régimen es completamente cínico y falaz. Se burla de la inteligencia de los más ingenuos cuando cacarea que él y todo lo que significa serlo tienen un solo candidato para las presidenciales mientras que la oposición tiene varios. Lo presentan como si fuese una virtud porque a Nicolás Maduro no lo eligió nadie como candidato, salvo Hugo Chávez que lo dejó como una herencia eterna, y muchísimo menos por unas primarias. El insulto llega demasiado lejos, pues le dicen a la gente que, siendo varios los candidatos de la oposición, tienen más oportunidades de ganar frente a Maduro que es uno. Si no fuese tan trágico el jueguito, pasaría por debajo de la mesa como un chiste, pero sabiendo las nefastas consecuencias de la reelección de Nicolás, el asunto tiene su bien marcada gravedad.

Estamos claros que, como casi no se ve en otras partes del mundo, ellos confunden el PSUV con el propio Estado, cuya cabeza se impone por los superiores recursos de los que, discrecionalmente, disponen para ellos, no para nadie más, absolutamente nadie, y así quien puede atreverse a adversarle internamente. Como sabemos, Maduro tiene demasiados años en el poder, no al frente de una bodega, o la gerencia de una compañía, o entrenador de un equipo de fútbol, sino en el poder que le otorga la presidencia del país. Lo lógico es que haya alternancia en el poder, pero entendiendo que eso lo eliminó el antecesor mediante un referéndum de dudosos resultados añales atrás, por lo menos el partido y sus integrantes tienen el derecho de votar para que sea de nuevo candidato, y otros de postularse como tales. El oficialismo tan demócrata que se dice, no lo permite excepto que también tenga como un único candidato interno al presidente de la República en pleno ejercicio de funciones. Es decir, al ventajismo que el cargo permite se agrega que nadie puede disputarle la nominación presidencial. Vale decir, nadie más, por mucha carrera política que haya hecho en estos 20 años, tiene derecho a un pleno desarrollo político y a liderar al propio partido aspirando a la Presidencia de la República. Nadie se puede medir internamente con él.

Son numerosos los candidatos de las primarias e, incluso, quienes están fuera de ellas porque no forman parte de la Plataforma Unitaria que, de buena fe, aspiran a dirigir el país. Es natural el elevado número, pero las cosas se van reduciendo a pocos de los que aspiran a candidatearse por la oposición como un hecho también natural. Hay pluralidad, distintos puntos de vista y, entendemos, un compromiso muy firme de llevar adelante un programa mínimo común. Esto es lo lógico en los cauces de la democracia verdadera, ya que permite que la gente decida. Entonces, lejos de convertirse en un defecto es, todo lo contrario, una virtud, una lección de civismo, un testimonio de la buena fe que es tan urgente en Venezuela. Y, por más que lo machaquen los dos medios del Estado, que ellos, los oficialistas, expropiaron, la realidad es que  tener un único candidato que, internamente, nadie eligió, sin que otro se atreviera a aspirar la misma posición siendo tan socialista del siglo XXI como Nicolás, constituye un vicio oculto que después saldrá a flote.

¿Qué pasaba antes? Lo primero que debemos resaltar es que fue sabia la Constitución de 1961 al no permitir la reelección inmediata y con todo eso, el presidente de la República en ejercicio y ya saliente no podía imponerse tan fácilmente a su partido con el nombre de su favorito, por mucho poder que tuviera. Era el partido el que elegía al nuevo candidato. En la mayoría de los casos perdía el candidato por el que se inclinara el presidente en ejercicio. El ejemplo más frecuentemente citado es el del presidente Pérez que una vez apoyó a Lusinchi, pero AD eligió a Piñerúa Ordaz, y, en otra ocasión, el presidente Lusinchi prefirió a Lepage, pero ganó Pérez la nominación; Herrera Campins respaldaba a Montes de Oca y quedó Caldera como abanderado de Copei. De esto, cada vez que se entera la gente del PSUV, que también ha pasado hambre y no precisamente por culpa de las sanciones, hace inevitable la decepción. Todos saben que, anteriormente, sí había controles efectivos del poder; el presidente de la República no podía hacer lo que le viniera en gana y tampoco autoelegirse o elegir al que quisiera como candidato presidencial.

Hablar de la otra cara de la moneda para la contienda presidencial es central. Insistir, resistir y persistir nos ha ayudado a entender que el camino que recorremos está lleno de obstáculos, y uno de ello es el desconocimiento del contrincante: tenemos que entender lo que estamos enfrentando para ayudar a los ciudadanos a analizarlo. Hemos venido recalcando como debería ser la persona que tenga nuestra aprobación para liderar la contienda que se aproxima para este 2024: una persona con capacidades de unificar,  conducir y transformar al país; capaz de retomar el camino democrático; que piense más allá de su interés partidista o personal, puesto que solo así podremos lograr el tan anhelado cambio.

Tw/Ig: @freddyamarcano

 


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