Suponga usted que vive en Mediocristán, aquel país que no puede producir cisnes negros y allá, además de la hiperinflación, la depresión económica y el colapso de sus servicios públicos, hay dos monedas en circulación: el “bolo” (reconvertido o no-reconvertido, digital o no-digital) y el dólar norteamericano. Suponga además, que usted tiene allá un modesto emprendimiento no-exportador y vende sus productos o servicios en bolos y en su balance, si es el caso y las tiene, sus cuentas por cobrar a sus clientes son en bolos. Suponga también que usted tiene un préstamo por pagar de un crédito obtenido en yuanes que le acaba de otorgar el Instituto de Crédito Popular para la Felicidad Perenne y Suprema del Pueblo y sus Representantes, banco universal de capital del estado “mixto”.

Seguramente dicho banco tiene depósitos en yuanes y/o toma préstamos en yuanes y sus colocaciones también están en yuanes. Las colocaciones son el préstamo que el banco le hace a usted. El banco no tiene el problema que si tiene usted, preste atención. Usted tiene un pasivo en una moneda y activos e ingresos en otra. A eso se le llama «descalce monetario» o también discordancia monetaria y es un fenómeno peligroso que puede experimentar cualquier persona  -natural o jurídica- al estar expuesta, como mínimo, a dos riesgos: el riesgo del tipo de cambio y el riesgo político (del cual no hablaremos en este artículo).

Dado que sus operaciones son en moneda local, usted tendrá que convertir los yuanes en bolos en un primer movimiento. Aquí aparece su segundo problema: ¿A quién (equivalente a “en donde”) venderá usted esos yuanes para obtener bolos? Luego aparece su tercer problema que más que un problema es un reto y es que usted está obligado a ser exitoso a todo lo largo de la vida del préstamo para poder pagarlo en un mercado absolutamente deprimido -recuerde que en Mediocristán hay depresión económica-. Finalmente viene el cuarto problema, mismo que llega el momento de pagar su cuota del préstamo, ¿A quién (equivalente a “en donde”) venderá usted los bolos para obtener los yuanes a fin de honrar su préstamo?

El riesgo de tipo de cambio significa que usted tiene que vender y comprar yuanes allá mismo en Mediocristán, a la tasa vigente al momento del pago de su cuota de préstamo. En palabras más ilustrantes: usted estará expuesto totalmente a la continua depreciación del bolo contra cualquier moneda -recuerde que en Mediocristán hay hiperinflación-, en particular contra el dólar norteamericano, la segunda moneda que circula en Mediocristán.

Según la última encuesta trianual del Banco Internacional de Pagos en 2019 (Triennial Central Bank Survey: Global foreign exchange market turnover in 2019, Bank for International Settlements) las transacciones en el mercado spot alcanzaron 2,0 billones de dólares (12 ceros, base “net-net”) de los cuales tan solo el 4,88% correspondió al yuan chino y 1,70% al rublo ruso. En consecuencia, a usted le resultará bien difícil conseguir yuanes en el mercado. Es decir, usted estará expuesto –para variar- a la iliquidez del yuan (y del rublo) en los mercados de cambio.

A tal situación en Mediocristán se agrega que el pasado octubre de 2020 el portavoz de la Administración Estatal de Divisas de China, Wang Chunying (MSc en Economía Mundial, MSc en Ciencia Política y PhD en Finanzas) dijo a las empresas que se preparen para una mayor volatilidad del yuan: «Frente a las fluctuaciones del tipo de cambio, las empresas deben fortalecer su conciencia sobre la prevención de riesgos (sic)». Claro, allá en China los empresarios pueden mitigar el riesgo del tipo de cambio utilizando derivados (para los no iniciados: un seguro contra las fluctuaciones del tipo de cambio) pero resulta ser que en Mediocristán, dicha alternativa no existe y si existiera estaría fuera de su alcance pues usted, por definición, es un “modesto emprendedor”.

El caso es que el descalce monetario ha tenido varios casos célebres en la historia de los cuales puedo mencionar tres para que usted se ilustre del riesgo que corre cuando sus ingresos y cuentas por cobrar por un lado y sus deudas por pagar por el otro, se encuentran en monedas distintas.

El primer caso que puedo mencionar es el argentino, ocurrido en la crisis de su peso en los años 2001 y 2002. Ilustro con el ejemplo del banco HSBC (Hong Kong and Shanghai Banking Corporation Limited) argentino que le prestó al grupo familiar Pérez Companc 101 millones de dólares antes de la crisis. Materializada la crisis, vino la denominada pesificación, implantada por Eduardo Duhalde. Antes de la crisis y en los bancos, la deuda se mantenía en dólares pero los activos se mantenían en pesos con equivalencia 1 a 1, es decir, 1 peso era equivalente a 1 dólar. Con la pesificación, ambos, deuda y activos se convirtieron a pesos devaluados a ¼ de su valor inicial. Pues bien, José Gregorio Pérez Companc quiso dárselas de vivo y le ofreció un pago a HSBC de 105 millones de pesos que tan solo equivalían a 28 millones de dólares a tasas de mercado, que en ese momento rondaba los casi 4 pesos por 1 dólar. El HSBC se salvó de la viveza criolla de allá (en Mediocristán es un recurso “natural” abundante) argumentando que la deuda bancaria en divisas no estaba incluida en la pesificación.

El segundo caso fue la crisis financiera asiática. Mucho antes de 1997, los bancos surcoreanos (Corea del Sur) habían sido una herramienta de la política industrial estatal, ya que el gobierno ordenaba a los bancos otorgar préstamos a ciertas empresas, aunque estas no fueran prósperas (léase “solventes”).

Los bancos surcoreanos pedían dinero prestado en dólares y, a su vez, lo prestaban a las empresas en won (la moneda local), en este caso eran los bancos quienes asumían -o más bien eran obligados a asumir- el riesgo del tipo de cambio.

El won surcoreano cayó en el otoño de 1997, obligando al gobierno a subir las tasas de interés para apoyar a su moneda (y también quemar reservas en el camino para defender el tipo de cambio, así como sucede en Perú en la actualidad), ocasionando todavía más problemas a la economía, a los tenedores de préstamos y a los pobres bancos.

Que quede claro que el tema no es si habrá o no habrá una crisis financiera en Mediocristán. De hecho, más allá de una crisis financiera lo que hay allá es una tragedia económica que tiene como actores de reparto a la depresión económica, la hiperinflación y el colapso de todos y cada uno de los servicios públicos.

El tema es el riesgo de la tasa de cambio –y la iliquidez de la divisa si es el caso- que lo asumiría usted cuando reciba préstamos en yuanes, rublos, rupias, bitcoins, etc., pero teniendo ingresos y activos (derechos sobre efectivo) en bolos reconvertidos o no, digitales o no.

El tercer caso que prometí mencionarles es más parecido a Mediocristán por varias razones, en especial por la moneda digital que allá circula, pero ese quedará para un artículo posterior pues hace rato se me acabó el espacio.

 


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