Esos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro han sido gobiernos marcados por la destrucción de la República y el miedo de los ciudadanos, dando así espacio para críticas y cuestionamientos a granel. El número e impacto de las acciones y políticas del régimen que han sido ejecutadas al margen de la Constitución Nacional y las leyes no tienen antecedentes en nuestra historia democrática. Ya es un ritornelo tener que decir, una y otra vez, que los niveles de destrucción y deterioro al que hemos llegado en campos como el económico, social, educativo, industrial, alimentario, jurídico y de seguridad pública, entre otros, son realmente inconcebibles. Es por esa suma de hechos y circunstancias que la “revolución bonita” perdió toda legitimidad.

Aunque disguste a algunos, también hay que reconocer sin medias tintas otra gran verdad: en buena medida la culpa por nuestras desgracias también recaen en el pueblo que una y otra vez eligió al golpista de Sabaneta como presidente de la República y luego, tras su muerte y con la ayuda de un Consejo Nacional Electoral parcializado, en las elecciones del 14 de abril de 2013, dio el respaldo necesario al conductor de Miraflores para que tuviera su cuestionada ventajita (poco más de 200.000 votos) frente al candidato opositor, Henrique Capriles Radonski.

Quienes siempre votamos en contra de los dos líderes “rojitos” tampoco salimos bien librados del drama kafkiano: nosotros también tenemos nuestra cuota de responsabilidad al habernos distanciado de los partidos democráticos para dedicarnos exclusivamente al desarrollo de nuestras disímiles profesiones y actividades. Actuamos por libre, al margen de las prácticas tradicionales, y sin vinculación alguna con dichas organizaciones políticas, contribuyendo de ese modo a darle puerta franca a “dirigentes” y “simpatizantes” sin moralidad que terminaron ocupando roles importantes; ya en esas posiciones, el desprestigio avanzó a pasos agigantados.

La situación anterior, que de suyo fue dañina, hoy ha sido acrecentada por tránsfugas de la actual oposición venezolana, con la particularidad de que, en estas horas tan terribles, sus efectos son más destructivos para el país.

Así, mientras el tiempo pasa inexorablemente, un grupo de opositores se inclina por el blanco, otro lo hace por el amarillo; el más riguroso por el azul y el menos problemático por el verde. Por su lado, las minorías que nunca faltan no se quedan atrás. El sector conformado por los dialécticos muestra su preferencia por la tonalidad turquesa; el grupo chiripero se apega a la gama de los grises y los de barrio adentro se decantan por el fucsia. Todos abogan por una posición única y la utilización de un solo color; pero nadie está dispuesto a hacer concesión alguna. En el fondo, ningún grupo está presto a hacer sacrificios por el magno propósito de ponerle fin a la agonía que padece el pueblo como consecuencia del desencuentro ancestral.

Pese a que sorprenda, el rosario de males no se queda en lo ya expuesto. Son numerosos los dirigentes y activistas que desconocen los estudios y análisis políticos e históricos que destacados autores han realizados, en tiempos remotos y en el pasado más reciente, sobre asuntos que todavía hoy mantienen plena vigencia y que pueden ser orientadores en la labor política que llevan a cabo en estos momentos. He acá unos pocos de ellos.

Polibio (2009 o 2008-127 a. C.), relevante historiador griego, en su libro Historias subraya que: “De aquellos estados griegos que con frecuencia han llegado a ser grandes y, con frecuencia también, han experimentado un cambio total en dirección opuesta, resulta fácil la interpretación del pasado y la predicción del futuro. En efecto: describir lo que ya se sabe no ofrece dificultades, y predecir el futuro no es nada intrincado si nos guiamos por lo que ya ha sucedido”. Más adelante, en la misma sección, apunta: “…no debemos declarar que hay democracia allí donde la turba sea dueña de hacer y decretar lo que le venga en gana (…) A su vez, la soberbia y el desprecio de las leyes desembocan, con el tiempo, en la demagogia”.

Thomas Hobbes (1588-1679) en su clásico Leviatán (república o Estado) indica que éste “…no es sino un hombre artificial, aunque de mayor altura y robustez que el natural, para cuya protección y defensa fue instituido, y en el cual la soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero (…); la salvación del pueblo son sus negocios (…); la concordia es la salud; la sublevación de las pasiones, la enfermedad; la guerra civil, la muerte”.

John Locke (1632-1704), primer expositor del liberalismo político, señala en su Tratado de gobierno civil: “Quienquiera que sea, que posea poder legislativo, o es soberano de una comunidad, está obligado a gobernar según las leyes establecidas y conocidas por el pueblo, y no por decretos arbitrarios y formados repentinamente”.

John Stuart Mill (1806-1873), autor del clásico Del gobierno representativo, nos dice en esa obra lo siguiente: “Un buen despotismo es un ideal completamente falso y en la práctica la más insensata y peligrosa de las quimeras”.

Hannah Arendt (1906-1975), filósofa y teórica política, en su ensayo Sobre la revolución, resalta que: “Ni la violencia ni el cambio pueden servir para describir el fenómeno de la revolución; sólo cuando (…) la liberación de la opresión conduce, al menos, a la constitución de la libertad, sólo entonces podemos hablar de revolución”.

Nelson Mandela (1918-2013), quien no necesita presentación, escribió y dijo frases memorables con claros propósitos políticos: “Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo; entonces él se vuelve tu compañero”. “Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo”.

Concluyo pidiendo disculpas a quienes haya podido ofender con lo que acá expreso. Quiero dejar en claro que para mí y aquellos lectores que comparten igual parecer, este desahogo era “justo y necesario”.

@EddyReyesT

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!