He utilizado adrede en este artículo el término dirigentes y no el de candidatos. La razón está en que los dirigentes (pienso  fundamentalmente en los dirigentes de los partidos de oposición, pero no solo en ellos) tienen mucho que decir y por supuesto la posibilidad de influenciar para bien o para mal en los temas  que a continuación expongo. No me refiero explícitamente  a los candidatos, aunque vale tanto más para ellos, pues  solo sabremos quiénes efectivamente serán, una vez  se inscriban como tales  ante la Comisión Nacional de Primaria. Enumeraré a continuación algunos de los desafíos que hoy se me ocurren por su relevancia, sin orden de prioridades y sin que ello implique desdeñar otros desafíos aquí no citados:

  1. Lo primero que yo anotaría es la conciencia histórica, lo que significa comprender de dónde venimos, dónde estamos y adónde queremos ir. No les pido a nuestros actuales dirigentes  el olfato del estadista,  pero sí el elemental olfato para adentrarse en la básica experiencia de nuestro pasado y aprender de ella. Dos ejemplos muy cercanos: primero, el 18 de octubre y sus consecuencias. El régimen no se pudo sostener, entre otras cosas por  la hegemonía que los gobernantes quisieron imponer, y los adversarios convertidos en enemigos no estaban dispuestos a tolerar.  Consecuencia, una dictadura militar que se prolongó por diez años; segundo ejemplo, se unieron los partidos democráticos el año 1958 (enemigos el 45) en torno a un pacto (Puntofijo) que  facilitó en grande la convivencia pacífica  entre los partidos y  su ejecución en un  programa mínimo de gobierno donde ellos participaban. Su éxito lo seguimos celebrando tanto  en Venezuela  como en el resto de América Latina, como un ejemplo de gobernabilidad democrática.
  2. Quizás porque soy un hombre de centro sostengo que construir y fortalecer el centro político es una tarea ineludible para todos los integrantes de la oposición democrática. En el centro podemos converger y limar nuestras asperezas, y así fortalecer la unidad.  Soy un convencido de que sin unidad nunca derrotaremos al régimen, pues separados nos dividirá y nos vencerá.  El candidato o la candidata ganador debe llamar a la reconciliación y ponderar en positivo el valor de cada uno de los contendientes. Cada voto en las primarias debe interpretarse como un voto de unidad.
  3. Aparte de los valores  que deben identificar a una persona democrática (la libertad, la justicia, los derechos humanos, la solidaridad, la igualdad) en nuestra peculiar situación de primarias insistiría en dos valores en particular: la tolerancia, que entiendo en términos sencillos como el respeto a la opinión ajena, y la confianza, que mi diccionario define como la esperanza o seguridad firmes que se tienen en algo. A los dirigentes de la oposición democrática, a unos más que otros, les ha faltado muchas veces tolerancia con los compañeros de causa, y adolecen del defecto de la desconfianza. Cierto que la confianza se construye con actitudes y ejemplos, y en particular con el respeto a las reglas que libremente hemos acordado. Ya es hora, en esta hora crucial, de retomar la confianza y respetar las reglas. La sospecha, la desconfianza, destruyen el compromiso y debilitan los cometidos propuestos.
  4. En algún momento, tal vez ya elegido nuestro candidato, pues constituiría un poderoso factor de unidad, debemos definir un básico programa de gobierno, de ejecución lo más rápido que sea posible.  La satisfacción de las mínimas necesidades de vida digna de la inmensa mayoría de nuestro pueblo no puede hacerse esperar. Un plan de emergencia (sé que a algunos no les gusta la palabra) debe ejecutarse de inmediato.
  5. Los grandes temas, las llamativas propuestas doctrinarias  de los candidatos, deben  posponerse  al acuerdo pragmático que la realidad del momento histórico nos exige. Debemos aislar las mentes fanáticas, los que no aceptan la obligatoria deliberación de nuestras ideas y puntos de vista. El fanático es un ser pernicioso que combate con fiereza la unidad. Ya lo decía Churchill: “Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.
  6. Por último, no le temamos a la palabra negociación, más bien debemos armarnos en sus técnicas, sus sutilezas, sus posibilidades. Después de 23 años de régimen dictatorial, para definirlo en términos suaves y convencionales, la transición nos exigirá mano zurda, paciencia, serenidad, pues bajo ninguna circunstancia el camino a la democracia será sencillo, y nos pondrá a prueba con frecuencia en función del noble propósito de reconciliarnos como pueblo.

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