Luis Abinader

Pese a las fobias y entelequias del castrocomunismo y de la izquierda en general, pese a la admiración de grupos ciudadanos, celebridades, intelectuales, algunos empresarios tocados de la cabeza e incluso universidades de prestigio mundial como Harvard, la centro derecha y la derecha continúan avanzando en Latinoamérica y el mundo entero, tal es el caso de República Dominicana donde Luis Abinader se impuso para un segundo período presidencial, en las elecciones del pasado domingo 19 de mayo de 2024, dejando muy atrás al tres veces exmandatario Leonel Fernández y a Abel Martinez, alcalde de la segunda ciudad más importante del país.

Este hecho demuestra que se ha agotado el falso discurso preferencial por los pobres, por parte de la izquierda en general. Se agotó y las corrientes públicas gerenciales desde los gobiernos en los que han gobernado, ya no tienen pasto verbal para sus rebaños manipulados y explotados con más sinergia y criminalidad, que todos los ataques al capitalismo, al mercado libre y a los gobiernos limitados, es decir, de menos burocracia.

Ya las capas populares no les compran su discurso, su obsoleto tamiz de reivindicaciones sociales ni sus deplorables tendencias éticas en la búsqueda del infortunado «hombre nuevo».

Esta reflexión también conduce a otra: la ciudadanía está dando su voto a candidatos y partidos que poseen otro lenguaje político desde una agenda accionaria. Abinader ha desarrollado el comercio, renovado la industria y abierto el país a la inversión extranjera. Así de sencillo. Esto ha traído como consecuencias una reducción en la tasa del desempleo.

La República Dominicana posee una de las economías más prósperas del continente. Ahí se asientan los pilares más grandes  del Caribe y América Latina. En los últimos cuatro años se ha proyectado una visión más propositiva y ha habido una apertura notable hacia la inversión extranjera. Posee uno de los grandes empresariados, más dinámicos y un sector financiero altamente sólido.

Pero como no hay del todo gratitudes y benevolencias ni en la vida pública de las naciones ni en la libertad individual de las personas, el país deberá resolver con sabiduría y sensibilidad social el problema con la vecina Haití, con la cual ambas naciones comparten la isla y cuyas realidades y oportunidades son, lamentablemente contrastantes, siendo el problema más grande la migración ilegal. Esto ha creado ciertas barreras raciales y hasta discriminatorias según fundaciones dedicadas al abordaje de esta crisis.

Ya el nuevo mandatario dijo que tratará de solventar esta situación de la mejor manera posible. Pero será sólo con las buenas voluntades de ambas naciones y con el apoyo decidido de la comunidad internacional, sobre todo reajustando su modelo de cooperación en el caso haitiano, para llegar a una solución.

Parece sencillo gobernar, pero no es fácil. Aunque en este caso Abinader estará más tranquilo en su silla presidencial, pues a pesar de que todos los indicadores estipulan que existe un desgaste natural en toda administración pública, pareciera que en esta ocasión los dados están sobre la mesa autoservida desde el punto de vista de sus políticas públicas. Esta realidad demostró más efectividad en los ojos y conciencias de los votantes (casi 60% del electorado), un resultado aún mayor que en la primera presidencia del mandatario reelecto, lo que lo posiciona ante una gestión ya encaminada hacia mayores beneficios en pro del pueblo dominicano.

Recuerdo que en 2020 el candidato Abinader vino a Miami, buscando apoyo con su comunidad y el resto de la diáspora hispanoamericana establecida en el Sur de La Florida. Junto con los amigos venezolanos, el célebre estratega electoral J. J. Rendón; Freddy Solórzano, presidente de la Coalición Internacional por Venezuela, ex diputado venezolano y opositor al régimen de Nicolás Maduro; la amiga América, una gran dominicana, y este servidor entre otros dirigentes lo acompañamos en algunas reuniones, dejándonos impregnados de su liderazgo político -una mezcla de liberal clásico fervientemente empeñado en fomentar un capitalismo humano poseyendo también de una pose conservadora muy siglo XXI, acentuada sobre la tabla de valores y principios éticos a defender desde la familia hasta la sociedad en general-, que nos causó una imagen positiva y de vencedor. Como así resultó.

Tras conocer su nueva victoria electoral conversé con el amigo Solórzano, quien me decía estar contento con esta reelección, ya que ahora contamos no sólo con un Milei en Argentina que está abriendo una nueva ruta política en América, sino que también la correlación de fuerzas electorales viene moviéndose de la izquierda a la derecha.

«Además de que ganó en buena lid, ganó en primera vuelta demostrando que el conservatismo, la centro derecha humanista está ondeando en  los tiempos actuales, que soplan a nuestro favor en todo el continente», poniendo en evidencia también que República Dominicana ha sido históricamente un centro de operaciones y equilibrio para el convenio y la estabilidad continental, esto inmediatamente trajo a mi memoria las primeras pláticas entre la resistencia nicaragüense (La Contra) y los sandinistas de cara a un entendimiento como se dio posteriormente y que condujo a las elecciones de 1990 en Nicaragua.

La lectura conclusiva de estas elecciones, es clara y contundente: la ciudadanía, a menos que le roben el voto como es tradición en los gobiernos socialistas y Castro Comunistas, y en algunos de la mala derecha, está decidida a elegir autoridades que les recuerdan los frutos positivos, de bonanza económica como se dice popularmente, que hacerlo por aquellos que no pasaron de guerrillas mediáticas y criminales las que, prometiendo el oro y el morro, solo trajeron destrucción y muerte. Caso Cuba.

De nada sirvieron, en este sentido, las pasadas administraciones populistas de izquierda de Leonel Fernández, a quien el caudillo Hugo Chávez, a cambio de mantener un liderazgo ficticio con regalías megalómanas, le donó la refinería de petróleo y millones de barriles del crudo venezolano. Además de condonar la deuda contraída de la isla con la  nación venezolana.

Por cierto, luego de la muerte de Chávez, Fernández continuó manteniendo grandes lazos de amistad y compadrazgo con la casta chavista: Cilia, esposa del dictador Nicolás Maduro y vinculada familiarmente con los narcosobrinos, juzgados y sentenciados en Estados Unidos, es comadre del derrotado candidato dominicano.

No sé si el nuevo estadista caribeño haya venido nuevamente a hacer campaña electoral a Miami, quizás ya no haya sido necesario volver para eso, ya que como él mismo dice en sus abiertos y acostumbrados mensajes con su pueblo, » no hay tiempo que perder» para tanto que se debe hacer por la gran República Dominicana.


El autor es un periodista y escritor nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional.


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