El “mercado” ha prevalecido sobre la ideología, y las poblaciones de Rusia y China han visto aumentar su nivel de vida gracias a la política de desarrollo que se ha implementado, que ha favorecido las inversiones extranjeras y la transferencia de la tecnología. A la tradicional dependencia de estos dos factores, definida en 1984 por Domingo Maza Zavala, en la Venezuela de 2019 se añaden la energética, la alimentaria y la política..

Para justificar la propia incapacidad y la perversión de la “revolución bonita”, se denuncia la injerencia en los asuntos internos del imperio estadounidense que, frente a la inconsistencia del diálogo entre el gobierno y la oposición, impone sanciones en el intento de hacer que el país recupere el camino de la democracia política. Esto, en conformidad con los valores y principios de la Constitución de 1999. Sin embargo, el Ejecutivo nacional, malversando y distorsionando el uso de los recursos de los venezolanos, ha declarado su guerra económica al pueblo con su política macroeconómica, monetaria y fiscal; destruido el sistema productivo público y privado; aumentado la pobreza individual y colectiva, y degradado al Ser del ciudadano en condiciones de servidumbre para la supervivencia.

“La explotación del hombre sobre el hombre”, reconocida por Marx, cual tradicional motor económico del capitalismo, ha cambiado de su modelo de aplicación y se ha vuelto soporte del sistema castrosocialcomunistabolivariano.

Para quien tenga un elemental conocimiento de la Historia, la explotación, es decir, dar a un trabajador un monto inferior al valor de su trabajo o de su pensión, ha sido un elemento introducido por el Ejecutivo como método de reducción de los gastos relativos del Estado y como amortiguador de los consumos en el intento de esconder la destrucción del sistema productivo, la falta de innovación tecnológica (la falta de progreso científico y de productividad para mitigar, aparentemente, con aumentos salariales no indexados, los efectos de una inflación devastadora).

En contraposición a una presunta ética socialista, ninguna categoría social ha obtenido avance: solo el conocido enriquecimiento de la “boliburguesía”. Determinada por la servil sumisión al régimen dictatorial, ha marcado en el país los efectos del “capitalismo de Estado” a través de la confiscación del poder de “grupitos privilegiados” nacionales y de forajidos internacionales, financiados para sostener y difundir el sistema político e imponer la pobreza y el hambre a la mayoría de una población exasperada, que ha buscado y que busca en la emigración ―un verdadero y propio éxodo―  una hipótesis de supervivencia.

Marcamos la diferencia entre los resultados del sistema capitalista y los del socialismo, pues en  la evolución histórica se ha demostrado que el problema de la ocupación, en el tiempo y en los países industrializados, ha dejado de manifestarse como necesidades primarias del trabajador indefenso. Por el contrario, se ha transformado en un mercado de demanda y oferta, que ha sido determinado por el sistema productivo nacional e internacional.

En efecto, el capitalismo puede ser reformado y, ulteriormente, mejorado. Por eso, insistimos en proponer al análisis y consideración de los políticos, de los emprendedores y de los trabajadores, la aplicación de las teorías del “capital tecnológico” y de “finanzas de tercera generación”, ambas con alcances geopolíticos y geoeconómicos, puesto que en la actualidad resulta completamente insostenible la tesis socialista, según la cual, para experimentar posibles modificaciones, el capitalismo debe ser destruido.

Lo que sí creemos que debe ser excluido del comportamiento de la gestión del poder político del hombre es el albedrío individual o del sistema político adoptado, máxime de aquellos que tienen la osadía de definirse “socialistas”; es decir: defensores del ser social del hombre, y que por las distorsiones establecidas por el centralismo democrático, recurren a la opresión, a la fuerza, a la tortura, a la dictadura, para mantenerse en el poder. Ellos son solo los herederos y militantes de aquel socialismo totalitario que produjo en la URSS estalinista más de 40 millones de muertos, y en China, más de 60 millones. Los gulags de Rusia nacieron antes de los campos de concentración nazis, y hacia apenas treinta años (el 4 de mayo de 1989) miles de activistas prodemocracia, pertenecientes a todas las clases sociales y estudiantes, en la plaza de Tiananmén, de Pekín, por protestar en contra de las autoridades gubernamentales se reunieron para tomar una posición a favor de la liberalización política y los derechos humanos.

Se declaró una “ley marcial” y el gobierno envió a la Armada de Liberación para interrumpir la protesta, para lo que mató a miles de ciudadanos, aplastó las esperanzas y los sueños de una generación.

Así que mientras que la Human Rights Foundation ha elaborado un video especial para recordar la falta de una efectiva democracia y los abusos de cualquier tipo que todavía hoy en día se perpetran en China, el gobierno castro-social-comunista-bolivariano sustituye la “dependencia” del mundo occidental, al que está ligada la historia de Venezuela, su cultura y civilización, las conquistas económicas y sociales de toda la sociedad, que se hicieron en un sistema político de alternativas democráticas, con la del “imperio soviético” y del “imperio chino”, y transforma al territorio venezolano en área de conquista. Extrañamente ninguno de estos dos imperios se quiere hacer cargo de las necesidades de Cuba. Como afirma Carmelo Mesa-Lago, economista cubano, profesor de la Universidad de Pittsburgh: “Actualmente, no hay en la comunidad internacional un país con la capacidad y voluntad de remplazar a Venezuela en su apoyo económico a Cuba”.

De modo que el gobierno castro-social-comunista-bolivariano continúa utilizando los escasos recursos disponibles de los ciudadanos venezolanos para financiar la instaurada dependencia paracolonial de Cuba, favorecer las aspiraciones expansionistas de Rusia en una nueva hipótesis de Guerra Fría con Estados Unidos y permitir todo el control de las comunicaciones del sistema público a China a través de las concesiones que se le otorgaron a la empresa Huawei. En otras palabras: perfecciona sus alianzas con sistemas sociopolíticos que no tienen requisitos democráticos, pero que en el contexto internacional del mundo globalizado desempeñan un papel de importancia, no secundario, y hacen valer su supremacía tecnológica y financiera utilizando a Venezuela, que se ha revelado, a pesar de su riqueza potencial, el país políticamente más débil, plataforma ideal para incrementar su penetración en el área del Caribe y en toda América Latina.

Todo lo planteado tiene una obvia referencia con la confrontación interna que vive el pueblo venezolano acerca de la escogencia del sistema político y social hacia el cual proyectar su porvenir.

Cada sistema político puede ser analizado y confrontado a la luz de dos criterios, la producción y la justicia, usando para ello lo que en relación con los equilibrios de la sociedad y el desarrollo de la nación puede ser más conveniente.

Instaurar la justicia en modo incompatible con la producción o la producción en modo incompatible con la justicia es posible solo recurriendo a la dictadura, al despilfarro, a la malversación, a la corrupción, conjuntamente o en alternativa. En cualquier caso, anulando a la democracia y a los valores de la ética, y perjudicando la identidad y la soberanía de la nación.

 


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