“Confieso que he vivido” nos dijo el poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, alias Pablo Neruda. Parafraseando al Nobel de Literatura chileno, yo les confieso también, y desde ya, que he vivido intensamente, y he conocido de experiencias insólitas. Pero como cantaba Frank Sinatra en su momento, lo he hecho y seguiré haciendo “A mi manera”. Creo, más bien intuitivamente, que aún para mí el fin no esté tan cerca; cosa que realmente sólo la sabe Dios. He preferido por ello, “y por ahora”, en lugar de revelar secretos de mi vida, contarles otras historias como las del sueño imaginario que recientemente tuve de un encuentro en Los Ángeles con Denzel Washington, en una de esas estrafalarias y deliciosamente pecaminosas fiestas de Hollywood.

Ficción o sueño, quiero contarles que me vi envuelto en la extraña circunstancia de una conversación con Washington, donde yo le mencionaba de ese otro gigante del club de los latinoamericanos Premios Nobel de Literatura, como lo fue el Gabo Márquez, de quien por cierto se rebelan hoy más de 150 cartas recibidas de muchos.

Del Gabriel García Márquez colombiano, amigo del cubano Fidel Castro y amante del México donde falleció, utilizaba yo ejemplos para explicarle a Washington que, ante una pregunta de su amigo y compatriota colombiano Plinio Apuleyo Mendoza en entrevista que este último narra en su libro El olor de la guayaba: que para interpretar bien la realidad del ambiente tropical habría que haberse olido una guayaba cuando cae de la mata y empieza a pasarse de madura.

En dicha conversación le insistía a Washington sobre la necesidad que él tenía de entender mejor al trópico, y por ello utilizaba tal ejemplo que dio el Gabo Márquez a su amigo periodista. Washington, y ésta interpretación la afirmo yo con base en las expresiones que salían de su rostro, hacía sinceros pero infructuosos esfuerzos por interpretar cómo se comía eso de entender al trópico, y, más allá de todo, cómo se hacía a través de la olfativa imagen de la guayaba caída. Entretanto, la bulliciosa fiesta transcurría mientras se iban aumentando los decibeles de ruidos que junto al número de tropezones nos propinaba la gente que seguía en aumento a nuestro alrededor.

Dentro de aquel sueño, me envolvió otro, como suelen ser los sueños sin sentido, o quizás más bien con mucho sentido. Me preguntaba si se había vivido una mayor desfachatez en la historia de las Cumbres de las Américas; y por aquello ampliamente aceptado de que los países no tienen amigos sino intereses, en Los Ángeles, siguiendo de fiesta en fiesta, de cumbre en cumbre y de barranco en barranco, nos demoramos en entender que se sigue veinte años después en lo mismo de aquel año 2001 de la III Cumbre de Québec. Desde allí Hugo Chávez y Néstor Kirchner, seguramente por manipulación de Castro obstaculizaron el avance de la Alianza de Libre Comercio para las Américas, ALCA. Esta buscaba una mayor y mejor integración de nuestro continente a partir de la iniciada con la I Cumbre en 1994, cuando en tiempos de Bill Clinton se inauguró en Miami con todos los países de América, a excepción de Cuba, como era de esperarse.

Desde 2001 el castrochavismo se inventó el ALBA, Alternativa Bolivariana para América, más bien para «dividirla e izquierdizarla», como inútilmente para nosotros han conseguido nuevamente hacer en la IX. Suerte de rebeldía seudorevolucionaria que ha estado obstruyendo alternativas de cualquier tipo para la búsqueda de nuevas estrategias de liberalización y cooperación económica internacional, y así enfrentar la pobreza y el aumento de desigualdad económica en nuestros países de América. Han frenado, sin duda, posibilidades de exploración de muchos caminos durante los pasados veinte años; lo cual nos hubiera permitido seguramente encontrarnos hoy en la América de 2022 en una IX Cumbre con muchos y mejores avances de integración económica, libertad política y sobre todo progreso social en nuestra región.

La velada del primer sueño, por demás interesante de hermandad entre un Washington y un tipo como yo, sin las credenciales artísticas como para estar colado en tamaña fiesta de celebridades en Los Ángeles, como todo un Edgar Ramírez, pues, exigía como en todo sueño o ficción el momento apropiado para terminar. Tristemente, el final se precipitó cuando nos tropezó la intervención de otro tipo que dice ser mexicano, pero que vestía con guayabera al estilo cubano. Interrumpiéndonos y hablándonos más bien con acento castrista que logró sabotear lo que pudo haber sido una ocasión para concluir entendiéndonos mejor Washington y yo. Del sueño o la ficción se debe despertar hacia otro sueño en la vida real para que nuestros pueblos latinoamericanos emerjan comprometidos al cien por ciento con la libertad y la democracia. Para que no se quieran repetir viejas películas dizque de izquierdas o derechas sino más bien prepararse y asegurarse a luchar por la producción de nuevos libretos, es decir crear nuevas oportunidades de otras historias de integración y progreso, vitales y viables para el norte, centro y sur de América y el Caribe.

Debemos entender que para que haya integración es imprescindible derrotar las tiranías en América. Al castrismo y a su títere Maduro, impedir que siga sosteniendo el aumento peligroso de la secular influencia de operadores castristas en nuestra región y en el mundo. Matizada ahora dicha influencia en Venezuela con la aparición de las relaciones con el mundo teocrático dictatorial iraní, y la del invasor Putin, con su marioneta Padrino López. Pero lo peor de lo peor sucede con la Colombia pro ELN y de las disidencias FARC del ahora Petro candidato presidencial. ¡Mientras no derrotemos esas tiranías ese sueño no será posible!

A partir de traicioneras actuaciones de otro tipos de “santos premios Nobel”, este dizque de la paz, enfrentamos la aparición de las amenazas como las amenazas Petro; resultado del fantasma de la oferta engañosa y populista de prebendas y las falsedades redentoras. A duras penas cuando consiguen su propósito de arribar al poder con el disfraz de creer en elecciones, luego dan acaso un trozo de pescado a manera de alpiste al ave enjaulada al que le quitan su libre vuelo, que es decir la dignidad y la libertad como naciones, para eternizarse en el poder.

Todo ello nos compromete a seguir soñando desde nuestras familias, y con nuestra lucha incesante y afanosa desde cualquiera de las tierras de América o del mundo donde nos encontremos. La clave es la formación humana en valores y principios de nuestras naciones. A partir de la familia y de la escuela para nuestros hijos, nietos, y sociedad en general, crear conciencia democrática y formación política en la nuevas generaciones. Tejiendo una amplia red sobre la cual se enseñe a coger al pez mediante el aprendizaje del esfuerzo, del trabajo y de la constancia; para que no nos inhabiliten nunca nuestras capacidades de soñar y construir por nosotros mismos un mundo bueno para compartir, con bienestar en libertad y democracia para todos.

@gonzalezdelcas

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