Opresión, por Arturo Huichalaf Muñoz

A medida que nos acercamos a las elecciones presidenciales de Venezuela en 2024, el país se encuentra en una encrucijada crítica, entre la esperanza democrática y la sombra de la represión.

Las percepciones y actitudes políticas sobre esta situación han evolucionado en el país. Antes María Corina Machado era vista como una propuesta radical en el espectro político venezolano, después la tildaron de «aceptable» y ahora los votantes venezolanos piensan que es la «más sensata». Esto se refleja en el apoyo popular significativo hacia la candidata de la oposición. Este cambio refleja un anhelo creciente en la sociedad por un liderazgo democrático y transparente, en contraste con la era de opresión y manipulación que ha caracterizado al oficialismo en la última década.

Las tácticas del régimen de Maduro, que en el pasado pudieron haber sido toleradas o incluso aceptadas como parte de su estrategia de mantenimiento del poder, ahora se perciben como extremas y hasta desesperadas. Las acusaciones de conspiraciones, la represión de la disidencia y la manipulación mediática, que antes podían haber sido vistas como acciones de un Estado soberano para proteger su estabilidad, ahora se interpretan como signos de un gobierno en declive y con mucho temor de perder el control.

Además, la participación de actores internacionales como Estados Unidos y la Unión Europea, que antes han desempeñado un papel crucial en la política venezolana, se encuentra en un punto de reevaluación. Las intervenciones extranjeras solían ser vistas como necesarias o incluso beneficiosas, ahora hay un llamado creciente para que la resolución de la crisis nacional sea primordialmente liderada por los propios venezolanos, una voluntad que quedó manifiesta en la primaria del 22 de octubre.

El reciente fortalecimiento de la infraestructura electoral (Gran Alianza Nacional) por parte de la oposición, preparándose para las elecciones presidenciales con una red de voluntarios y la formación de alianzas políticas, es testimonio de una nación que se resiste a permanecer bajo el yugo de la opresión. Este esfuerzo simboliza no solo un cambio en el panorama político venezolano, sino también una redefinición de lo que el pueblo considera aceptable y deseable en su gobierno.

En definitiva, la situación actual en Venezuela es un claro ejemplo de cómo las percepciones políticas y las normas sociales pueden cambiar con el tiempo. Lo que una vez fue radical ahora se convierte en la norma; lo que una vez fue aceptado ahora se desafía. A medida que Venezuela se acerca a un momento decisivo en su historia, el país no solo está eligiendo a sus líderes, sino también redefiniendo su identidad política y su futuro. En este contexto, hay una realidad que se manifiesta en las calles de Venezuela y en los corazones de su gente. Un deseo de reinstaurar la democracia en el país que ninguna sentencia ni ningún mazo podrán doblegar.


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