Pedro Sánchez / Foto EFE

Asunto noticioso diario en primeras páginas mundiales. Complejo y  crucial.

La Constitución genética de Estados Unidos de Norteamérica –1789- permite cambios,  reformas que van desde los anexos hasta las anulaciones previo acuerdos políticos dentro  del Poder Legislativo con sus diputados y senadores. Ninguno de  sus redactores pioneros  siquiera imaginó que algún futuro presidente democráticamente electo pudiera ser investigado y condenado por abuso del poder, obstrucción de la justicia, subversión  durante o luego de su ejercicio, menos aun que pueda reelegirse gobernando desde la cárcel. Es un vacío que requiere urgente legislación.

Lo contrario sí ocurre en democracias del Tercer Mundo, donde son costumbre los golpes de Estado francos y uniformados militarmente o simulados como revoluciones o sistemas progresistas. Ambos contienen inherentes su fragilidad como “repúblicas bananeras”,  frase humorística pero son continuas tragedias represivas de alta criminalidad que impiden o retardan el desarrollo positivo de sus atrasadas sociedades.

El caso actual del trumpismo capitalista en la todavía democracia modelo más imitada y sólida es la moderna versión castrochavista del Primer Mundo. Mochos que se juntan para rascarse, dice el sabio refrán. Ambos violan sistemáticamente leyes de sus cartas magnas  durante el mayor tiempo posible que les conceda la impunidad amparada –por paradoja– en el fervor de sus propias víctimas activas. Es el populismo, a su manera terrorista,  porque si no se le  obedece, manipula el pánico masivo anunciando caos, infierno y casi el apocalipsis. De facto lo practican con ligeros toques regionales Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia sorteando los estilos ruso, chino, iraní, norcoreano.

Ahora se agrega un mecanismo perverso desde la monarquía parlamentaria española del  actual sanchismo que proclama su rechazo al franquismo y al partido conservador derechista Vox, mientras pretende consolidar su jefatura de gobierno pactando por votos  una Amnistía anticonstitucional con organizaciones ultraderechistas, a saber Junts de Cataluña y perdonar al líder separatista Puigdemont autoexiliado en Bélgica, juzgado y condenado por sedición y malversación. Apoyado en su partido renovado a costa de  traicionar sus principios liberales, el PSOE decide que  el terrorismo tiene varios grados y es legal cuando sus fechorías físicas y psicológicas «no son  graves» si se ejecutan sin  vulnerar los derechos humanos consagrados en la Carta Internacional que los decretó, enumeró y sin excepciones declaró de obligado cumplimiento en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1948. Ahora no en su España porque su gobierno socialista de turno es el ente sagrado que determina cuáles derechos humanos y terrorismos son aceptables por buenos para su causa, cuyos  adictos lo quieren como rey partidista sustituto del  dinástico pero independiente Felipe VI, hoy por hoy, fiel de la balanza, demócrata cabal.

En verdad este peligroso fenómeno del cangrejo politiquero y su ambicioso juego de tronos tiene larga data. Autores del siglo XX lo describieron con filosos pelos y señales. A las  generaciones criadas en esta Era Ciber les conviene conocerlo porque sus trampas siguen de moda. El prolífico dramaturgo alemán Bertolt Brecht, comunista independiente, usó el  teatro musical para  satirizar a la burguesía europea en su famosa  Ópera de los tres centavos estrenada en 1928  pero luego, acosado por el hitlerismo, huyó del  país hasta  culminar su accidentada vida y vasta obra reconociendo con reservas desde Alemania Oriental, la represiva naturaleza del Estado Rojo que tanto defendió.  Y  la de otros  regímenes fascistas con disfraz libertario.

Menos elitesco, inmensamente popular es la breve novela Rebelión en la Granja del británico George Orwell. Conocida a partir de 1950 se sirve de la fábula para desnudar el proceso revolucionario soviético en pleno vigor del tirano Stalin. Los nuevos animales de ese gallinero pregonan su verdadero humanismo igualitario expulsando a todas las  previas, mentirosas aves humanas por corruptas y durante su cruel proceso aplican el genocidio  a  quienes piensan y opinan en contrario. La revolución perfecta es la de  su  sociedad del horror  animal donde “todos son iguales salvo que algunos son más iguales que otros”

Es precisamente la premisa que avanza. Con o sin marco jurídico legal, a juro, elimina  paso a paso los tres pilares del sistema democrático para instaurar su socializada neomonarquía. El cangrejo rey funciona como nunca antes.

Son dos pórticos literarios recomendables para comprender lo que pasó, sucede y se avecina en  la Venezuela perdida. Abundan libros venezolanos que buscan respuestas, en un recuerdo inmediato La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la Revolución bolivariana, ensayo crítico de Ana Teresa Torres; De muerte lenta, novela de Elisa Lerner, trama centrada en el golpe militarista que sacó de Miraflores al presidente electo Rómulo  Gallegos; The night, novela de Rodrigo Blanco Calderón sobre “el país que dejó Chávez”. Hay mucho más pero inducir a la lectura  es tarea difícil  quizás estéril para lo que fue nación y va camino rápido al reinado de la demencial desmemoria.

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