Mientras el gobierno de Estados Unidos convocaba a la Cumbre por la Democracia –por y no de las democracias, para resumir lo mucho que ya se ha dicho– el gobierno de China, entre otros, criticó la convocatoria y la legitimidad democrática de Estados Unidos para hacerla. Además, participó en el 14º Foro de la Democracia de Bali e invitó a su propia  reunión sobre la democracia con diplomáticos, expertos y académicos.

En cada momento, la previsible insistencia en la variedad de sistemas de gobierno según las características y preferencias soberanas de cada país fue acompañada ahora con amplias referencias a la democracia en China: tanto su propósito de “llevar adelante el espíritu de la verdadera democracia para crear conjuntamente un futuro mejor para la humanidad”, como la defensa del éxito de China con relación al sistema democrático en el que habría tenido un papel central y decisivo, desde su fundación, el Partido Comunista Chino.

Así puede leerse en el recién publicado libro blanco que, como tal, hace públicos propósitos y conceptos gubernamentales, en este caso sobre la llamada “democracia popular en todo el proceso” bajo el título China: democracia que funciona. El documento difundido el pasado 4 de diciembre merece más refinada atención de la que permiten estas líneas. Valga apenas comentar ciertos aspectos que tienen rasgos comunes con los que se manifiestan en regímenes en tránsito al autoritarismo o franca vocación totalitaria: tanto en su perspectiva de la gobernanza internacional como en la del orden interno. En los dos ámbitos, desde Pekín se presenta y promueve un discurso propio, con terminología que diluye, vacía y rehace conceptos. Es un texto sencillo en la escritura, complejo en sus reconexiones de ideas, pero finalmente simple en su propósito de subsumir el concepto de democracia popular en el de dictadura del Partido.

Apenas como asomo a aspectos que tienen lejanos y cercanos antecedentes en regímenes totalitarios, autoritarios o en rumbo a serlo, valga destacar tres vertientes de este documento. Lo que de ningún modo implica desconocer las complejidades de gobernanza propias de un país tan diverso y extenso en historia, cultura, población y geografía como lo es China. Pero lo que sí conviene subrayar es su intención de resignificar lo que es la democracia con la indudable disposición de proyección e influencia global.

El esfuerzo por presentarse al mundo como un país esencialmente democrático pasa por reescribir la historia desde la fundación de la República Popular China en 1949 que, según la reescritura, habría abierto las puertas a la era de la democracia. En los siguientes treinta años su edificio democrático habría sido construido sobre bases sólidas de poder estatal, control de medios de producción, redefiniciones constitucionales e institucionalidad encabezada por el Partido. Luego vendrían los tiempos de reforma, apertura y modernización socialista. A partir de 2012, desde el XVIII Congreso Nacional del PCCH, habría comenzado una nueva fase. Así lo dice el texto que por primera vez en el recuento histórico incorpora el nombre de un líder: Xi Jinping, en el centro del impulso a la llamada “democracia popular en todo el proceso”, clave en el inicio de la nueva etapa y su “contribución significativa a la política internacional y el progreso humano”. Entre sus primeros logros, se anota allí, ha estado el fortalecimiento del liderazgo del Partido, en una larga lista que incluye aliento a la participación ordenada, la promoción de estabilidad, unidad y vitalidad política y el término de la pobreza absoluta.

La reescritura de la historia es parte de la redefinición de lo que es democracia a partir de la exaltación del allí llamado gobierno del pueblo y para el pueblo. Las primeras páginas exponen lo que haría que un país fuese democrático, aunque lo anotado parece escrito para criticar a las democracias liberales más que para describir las prácticas de China. Dos rasgos varias veces repetidos en el texto contribuyen a aclarar la idea de democracia tras la constante referencia al pueblo, mientras que tantas o más veces se llama la atención sobre el papel central del Partido. Este, se lee en el documento, se desempeña como líder y coordinador en todas las áreas geográficas y temáticas para asegurarse de que el gobierno del pueblo conduzca efectivamente al país. Para ello, ejerce su liderazgo sobre la legislación, garantiza la aplicación de la ley y respalda la administración de justicia. No sobra recordar el vasto sistema de comunitario de auto gobierno y el de Congresos Populares (con más de dos millones y medio de diputados) pero también que, aunque existen otros partidos distintos al PCCH, no los hay de oposición, no hay competencia interpartidista; tampoco se considera necesario para la democracia el principio de una persona un voto. En esto se resume la ausencia de separación de poderes, de contrapesos al poder del partido, de espacio para la disidencia.

En segundo lugar, la unidad constitucional de democracia y dictadura se manifiesta en la disposición a la acción resuelta contra cualquier intento de subvertir el poder político, la seguridad pública y la del Estado. Con esto se introduce un asunto crucial, que se refleja en la política exterior y la actividad multilateral de China: los derechos humanos.  El documento los proclama a todos como completamente respetados y protegidos, pero precisando que el derecho fundamental es el de una vida mejor en cuanto a prosperidad. De allí que su evaluación se concentre en logros como la eliminación de la pobreza absoluta y los avances hacia una sociedad moderadamente próspera. Es esa la concepción que prevalece, la que reduce la defensa internacional de los derechos humanos al derecho al desarrollo.

No extraña, finalmente, que los postulados en los que se presenta al mundo un nuevo enfoque de democracia como “contribución a la política internacional y el progreso humano” se opongan a la promoción y defensa internacional de la democracia y los derechos humanos, por considerarla antidemocrática e injerencista. En estos términos se entiende la reafirmación final de invitar hacia una comunidad de futuro compartido para toda la humanidad: política y geopolítica mediante, claro está, porque la defensa china del imperio de la ley puede traducirse como el imperio por la ley o la ley del imperio.

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