Siempre es bueno aparejar las lecciones de la historia reciente con algunas realidades de la coyuntura política venezolana. En ellas hay un amplio y generoso filón de lucubraciones para explotar. En términos de liderazgo y de planes los aprendizajes pueden tomarse en analogía de desempeño, de diseño y de implementación con unas lecciones duras que se repiten con fuertes impactos en tragedia, en dolor y en muertes en los pueblos. Guerra y política se mueven en las mismas barandas de circunstancias y de exigencias; y se pueden replicar con los mismos fardos de las pifias, iguales lastres de los errores y similares pesos muertos de los traspiés de liderazgos anteriores. Y el resultado será siempre el mismo. A pesar de salvarse distancias, de dejar a salvo a los personajes originales, de proyectar otros contextos y otras coordenadas geográficas, de transitarse con eventos distintos, las historias se repiten casi al calco sin haberse extraído nada de iluminación.

Hoy es un buen día para hacer rememoraciones de guerra y evocaciones de planificación para establecer parangones de ese tipo trasladando una experiencia de los campos de batalla europeos durante la II Guerra Mundial y la política doméstica que se vive actualmente en Venezuela. Hace 79 años las fuerzas aliadas contra el III Reich, después de las victorias y los éxitos derivados del día D en Normandía en la operación Overlord entre junio y agosto de 1944, sufrieron inmediatamente la más aparatosa derrota operacional. Market-Garden fue una operación militar de los aliados en la Segunda Guerra Mundial ejecutada entre el 17 y el 25 de septiembre de 1944 e involucró a unos 100.000 soldados. Fue la mayor operación aerotransportada aliada, cuyo objetivo táctico era capturar una serie de puentes sobre los principales ríos de los Países Bajos bajo ocupación alemana. En la conquista de los puentes Zon, Veghel, Grave, Nigmejem y Arnhem residía el concepto fundamental de la operación para romper la línea Sigfrido y controlar el puerto de Amberes en Bélgica que se iba a constituir en el mayor centro de proyección logística para las fuerzas que ya habían extendido demasiado su línea de comunicaciones. Este último puente era el objetivo principal de la operación. Ubicados sobre los principales ríos de la zona y capturados por fuerzas aerotransportadas (Market), el control aseguraría el avance de las unidades blindadas terrestres (Garden) hasta el último puente en Arnhem, lo que abriría un importante corredor ofensivo hasta Berlín que pondría el fin a la guerra en pocas semanas y regresaría a los muchachos a casa para Navidad. La operación militar fue el mayor fracaso militar de los aliados y la última victoria de la Wehrmacht en la fase final de la guerra. ¿Por qué fracasó? Vamos a respirar un poco fuera de la pólvora de los fusileros, del retumbar de la artillería de campaña y del ronronear de los Panzer nazis y de los Sherman de los guardias irlandeses que hacían de vanguardia mientras la sombrilla de aviones C47 –Skytrain y de planeadores CG– Hadriam lanzan a sus paracaidistas; y vámonos a otro campo de batalla que está activado en Venezuela.

Los cinco puentes que deben sortearse para garantizarse una victoria definitiva por parte de las fuerzas democráticas contra el socialismo del siglo XXI pasan por la dirección de aproximación que discurre a través de los puntos críticos convertidos en objetivos intermedios para conquistar en el siguiente trazado sobre una carta de situación: primero en las elecciones primarias del 22 de octubre de 2023 (Zon), después en las elecciones presidenciales el primer domingo de diciembre de 2024 (Veghel), luego en el lapso comprendido entre la proclamación como presidente electo por parte del CNE (Grave), inmediatamente en la juramentación ante la Asamblea Nacional y el reconocimiento oficial por parte de la Fuerza Armada Nacional (FAN) el día 2 de febrero de 2025 en el paseo de Los Próceres (Nigmejem); y por último en todo el itinerario a seguir como presidente en ejercicio (Arnhem) para reconstruir y consolidar la democracia en Venezuela, levantar las banderas de la independencia, de la soberanía, de la libertad, de la paz, de la vigencia de la Constitución y el Estado de Derecho y con la depuración en el Estado de los morbos globales del narcotráfico, el terrorismo, la corrupción y las graves violaciones de los derechos humanos. Todo eso hasta la entrega de la banda presidencial a otro demócrata venezolano el 2 de febrero de 2031. Ese será el fin de la guerra en Venezuela y la apertura del regreso de todos los que hacen parte de la diáspora alrededor del mundo. A lo largo de toda esa línea imaginaria el fuego cruzado del régimen en sus actuales capacidades de sostenerse en el poder, de recuperarlo inmediatamente en caso de perderlo o de pasar a una etapa de guerra popular prolongada, será parte de la reacción y de los contraataques que se recibirán desde la revolución bolivariana en la provisionalidad y la transición; supuestos establecidos en sus planes para los que han venido preparándose durante los 25 años de ejercicio.

Todo lo anterior debe asumirse en llegar hasta el final. Y eso se logra con un plan con una rigurosa y afinada definición de la estrategia lo que le dará la viabilidad a la planificación, que abriría una amplia base de apoyo nacional e internacional, y que activaría una movilización masiva de recursos humanos, materiales y financieros, lo que en el tiempo reduciría cualquier reacción roja. Es importante considerar que las operaciones militares y las campañas políticas son diferentes en muchos aspectos y similares en otros. La analogía entre el plan para capturar el puente de Arnhem y la aplicación del lema «Hasta el final» en el contexto político de Venezuela es solo una comparación conceptual y una licencia de la imaginación que muy bien puede constituirse en una referencia a la hora de sacarle punta al lápiz y empezar a darle estructura y organicidad a todas las notas que puedan servir de vertebración a un borrador en un esquema que trace líneas políticas, que guie en los objetivos, que oriente hasta el final, que establezca tareas y plazos, y que asigne responsabilidades. Ustedes saben muy bien cómo se llama eso. La viabilidad y los efectos reales del lema «Hasta el final» dependerán de diversos factores políticos, sociales y económicos que pueden influir en el resultado de las elecciones y en la consolidación de la democracia. ¿En que se puede fracasar? La respuesta es básica: en no transformar el voluntarismo en procesos, la adrenalina en razones, el triunfalismo y el exagerado optimismo en realidades y en no darle el verdadero valor apreciativo al enemigo al continuar subestimándolo. Como se hizo hace 79 años en la operación Market-Garden.

El plan aliado en 1944 fue un diseño del mariscal de campo Bernard Montgomery en una decisión a contravía de las reservas y las presiones del comandante supremo en el frente de la Europa occidental Dwight David «Ike» Eisenhower. Fallas en las comunicaciones, las diferencias en las estrategias y los objetivos entre los comandantes aliados llevaron a una falta de sincronización en la ejecución de la operación. La opacidad en las cadenas de mando de las agregaciones y destacamentos entre norteamericanos, ingleses, polacos, irlandeses, daneses y los elementos de la resistencia holandesa también obstaculizó el flujo de información y la toma de decisiones rápidas. Los aliados subestimaron la fuerza y la capacidad defensiva de las tropas alemanas estacionadas en la región. A medida que las fuerzas aliadas avanzaban, se encontraron con una resistencia feroz y una serie de obstáculos que obstaculizaron su progreso. Los alemanes, conscientes de las divisiones en el mando aliado, aprovecharon esta oportunidad para contraatacar y retrasar el avance aliado. Esto último debe parecerle muy familiar a ustedes en la política doméstica venezolana. Ausencia de unificación del mando aliado y los problemas de coordinación tuvieron un impacto significativo en el resultado final de la operación Market-Garden. La operación no logró alcanzar su objetivo estratégicos (Arnhem) y terminó en una costosa derrota. Cuidado si en la identificación de nuestro propio Arnhem criollo lo dejamos graficado hasta las elecciones primarias de 2023, o hasta las presidenciales del 2024 o hasta la juramentación en 2025. El último puente en Venezuela es la recuperación definitiva de la democracia.

El mariscal Montgomery, quien venia precedido de muchas victorias durante la guerra y de un abultado prestigio militar, reseña en sus memorias algo, en descargo de la derrota que se le cargó con los resultados de la operación: “Desde mi parcial punto de vista, creo que, si la operación hubiera sido respaldada adecuadamente desde su concepción y provista con las aeronaves, fuerzas terrestres y recursos administrativos necesarios, habría tenido éxito, a pesar de mis errores, del clima adverso o de la presencia del II Cuerpo Panzer de las Waffen SS en Arnhem. No me arrepiento de haber abogado por el plan de Market-Garden”. Es como si frente a una victoria roja en cualquiera de los puentes que están trazados en la ruta política actual se alegara como exculpación lo siguiente: “Si hubiéramos tenido un plan, si hubiéramos movilizado al pueblo a defender el voto en el centro y en la mesa, si los lideres parroquiales, locales, regionales y nacionales se hubieran puesto al frente del llamado a la defensa del voto hasta las últimas consecuencias de la desobediencia civil, y si el mismo pueblo hubiera reaccionado al llamado por su futuro, probablemente se hubiera llegado hasta el final. Hasta el último puente, hasta nuestro propio Arnhem”.

Venimos arreando con un lema donde estamos afincando parte de las esperanzas y la fe de los venezolanos, animados por un cambio político en el corto plazo con la fuerza del voto y con el voto de la fuerza. Hay que tener mucho cuidado… ojalá que hasta el final no se convierta para todos en un puente demasiado lejos.

 


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