Durante las dos últimas semanas de mayo se declaró la ley marcial en la ciudad de Pekín, siendo rodeada por la tropas del Ejército. Corría el año de 1989. Aquella era ya mucho más que la otrora sufrida y sobreviviente nación china, posterior a la «Revolución cultural de Mao Tse-tung” de finales de los años sesenta.

Precisamente, los historiadores coinciden en que 23 mayos antes, el 16 de mayo de 1966, con la aprobación del documento del Comité Central del Partido Comunista chino, Mao Tse-tung buscaba completar la tarea de razias anteriores, del uno por mil del comienzo, con las que había asumido la “limpieza” de disidentes anticomunistas de su territorio. Ahora lo haría de  conductas culturales pro burguesas e insinuaciones que calificaba de traición a lo que consideraba postulados fundamentales de su revolución. Así ideó la creación de la Guardia Roja.

Los chinos más jóvenes, seguidos por los cuadros de linea dura, fueron estimulados a detectar, criticar y confrontar actitudes o costumbres burguesas dentro no solo del partido sino de la sociedad china en su conjunto. Ello trajo un ambiente de terror y sospecha general. Un país enfocado en tal confrontación interna y aseguramiento del poder por el poder mismo provocó la abrupta caída de la economía.

La versión oficial inicial reconoció 15 millones de muertes por hambre a que conllevó toda esa locura de tensión y paralización provocada por la “Revolución cultural”. Luego se repitió oficialmente que 20 millones habrían fallecido “por enfermedades”. No son pocos los investigadores, como por ejemplo el profesor Frank Dikötter (historiador alemán en la Universidad de Hong Kong), que nos señalan que hasta 45 millones de personas habrían muerto durante la hambruna y sus consecuentes efectos, siendo el mayor genocidio provocado en la historia. Solo entre entre 1966 y 1968 la economía China se había sumergido en 12%.

Entre los dirigentes más importantes que fueron removidos, encarcelados y mantenidos bajo arresto domiciliario, al inicio de las Guardias Rojas estarían el presidente Liu Shaoqui y el entonces secretario general del partido, Deng Xiaoping. Este último a la hora de la enfermedad cerebrovascular de Mao, fue traído por el establishment de regreso al poder.

Gracias a las reformas económicas introducidas a finales de los setenta, con Deng Xiaoping a la cabeza, la sociedad china estuvo expuesta cada vez más a las ideas, observación de formas y estándares de vida de países occidentales, producto del establecimiento de inversiones crecientes de empresas trasnacionales. Es entonces que reaparece el anhelo en aquellos quienes fueron discípulos de las ideas de reformas y apertura económica, pero que ahora abrazarían también mayores deseos de libertad política como Hu Yaobang. A su muerte, Hu sería tomado como símbolo mártir del pensamiento libertario por los jóvenes universitarios quienes rodeando la estatua de la Diosa de la democracia en mayo de 1989 tomarían la plaza de Tiananmen.  Allí entregarían la vida por sublime acto de rebeldía contra la opresión y anhelo de libertad centenas de jóvenes y miles de heridos (versiones oficiales reconocieron 241 jóvenes y 7.000 heridos).

Curioso comentar que las tensiones producidas por aquella cacería de la Guardia Roja tendría en Wuhan su momento más álgido durante el verano de 1967, cuando un comandante militar de nombre Chen Zaidao ordenara el arresto de dos connotados líderes comunistas radicales.

El anterior breve recuento histórico de la evolución china de hace más de tres décadas viene a que debemos entender, y aprender que lo que ocurre en otros importantes escenarios o continentes de nuestro planeta tarde o temprano nos podría afectar a todos.

Un aspecto clave de entronización en el poder vemos se está intentando en varios de estos modelos de neotiranías cuando sus mandatarios consiguen reformar sus constituciones para acceder a la posibilidad de ser “ elegidos sin restricción de cuantos términos” como ya ocurrió también en China, lo que permitiría al actual mandatario continuar en el poder más allá del 2023. Ello constituye una seria amenaza para el equilibrio frente a la alternancia democrática que exige la competencia electoral periódica en los países libres.

La libertad de conciencia, formación e información por la que aquellos jóvenes chinos de Tiananmen lucharon se pone hoy de relieve nuevamente, cuando su Estado totalitario comunista de modelo de partido único asumió el derecho de manipular información vital del laboratorio de Wuhan al resto del mundo. Con ello nos impuso una crisis de consecuencias finales aún indeterminadas que apenas comienza con la actual pandemia y la cuarentena como suerte de prisión casera con que pretenden enclaustrarnos por más tiempo, mientras ellos, con aliados en diversos puntos del planeta y sus corruptelas comunistoides, predican “acomodarnos el mundo”.

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@gonzalezdelcas


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