Detenidos cuatro presuntos integrantes del Tren de Aragua en Cúcuta
Captura de pantalla / Policía de Cúcuta

Un interesante trabajo de investigación, realizado por el escritor y periodista Emilio Martínez Cardona, permite llegar a la conclusión de que la banda delictiva venezolana conocida con el nombre de El Tren de Aragua, ha extendido sus tentáculos criminales a 9 países de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.

El diario argentino Clarín refiere que con la expansión por el continente del Tren de Aragua, el proyecto narcopopulista tiene un brazo operativo de alta peligrosidad, incluso con la capacidad de ejecutar una suerte de “Plan Cóndor” contra militares exiliados, que son alguna molestia para los regímenes del crimen organizado de la región, lo que debería concitar una activación mucho más seria, de los mecanismos de alerta internacionales.

La expansión del Tren de Aragua representa un salto cualitativo, dentro de un largo ciclo de formación de milicias ligadas al narcotráfico, y a un proyecto político continental. En el principio fueron las narco-guerrillas de Colombia, que primero acudieron al tráfico como fuente de financiamiento, hasta que el “arma” se fue convirtiendo en su “alma”, en su razón de ser, señala Martinez Cardona, en su enjundioso análisis sobre el particular.

Explica de seguidas que, después en el marco de una estrategia de “guerra multidimensional” que incluía la desestabilización contra la democracia, aquellas narcoguerrillas fueron alimentando y organizando milicias sociales: campesinas, vecinales, estudiantiles y sindicales, en cuyas movilizaciones se utilizó frecuentemente, de manera perversa, a francotiradores encargados de producir bajas en el “campo popular”, ocasionando víctimas y escalando los conflictos.

La experiencia de milicias sociales, ajustada y enriquecida hace pocos años en Bolivia, ha vuelto a ser reactivada después del primer reflujo electoral de las fuerzas continentales del narcopopulismo predicado por el ALBA y el Foro de Sao Paulo, que se aplicó en Chile con luchas rurales preparatorias, agitaciones estudiantiles y finalmente en el 2019 con luchas urbanas.

La expansión del Tren de Aragua representa un salto cualitativo, dentro de un largo ciclo de formación de milicias ligadas al narcotráfico y a un proyecto político continental.

Cabe recordar que en el lapso 2000-2003, el proyecto de las milicias sociales, fue exportado a Bolivia por las narcoguerrillas, contribuyendo a un golpe de Estado, que fue tan exitoso en lo operativo como en lo comunicacional, con la instalación de una “versión de los hechos” que sólo en los últimos años ha comenzado a derrumbarse.

Algo similar se volvió a aplicar en Colombia en 2021, cerrando el círculo de exportaciones y reimportaciones del conocimiento revolucionario, o narcorrevolucionario más precisamente. Así mismo, otras experiencias, en Ecuador (contra Lenin Moreno y Guillermo Lasso), y en Perú (contra Dina Boluarte) no fueron tan exitosas, mostrando los límites de esta metodología y la necesidad  de llevar ese cúmulo de prácticas de guerra asimétrica, a un nuevo umbral.

Esto se produjo, finalmente, en Ecuador a comienzos del 2024, donde el uso de las milicias sociales, dio paso a la acción directa de las bandas armadas del narcotráfico, contra infraestructuras civiles y comunicacionales, que obligó al presidente Daniel Noboa a decretar un estado de excepción que hasta la presente fecha se mantiene vigente.

Con estos últimos acontecimientos, se teme ha llegado la hora del upgrade, de pasar a una fase superior, con la acción masiva de las bacrim (bandas criminales) a escala política y social, lo cual constituye una grave amenaza que pone en peligro la estabilidad política, económica y social de los países democráticos, sobre los cuales extiende sus tentáculos el narcoterrorismo disfrazado de hampa común.

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