Hace un poco más de 104 años un 28 de junio de 1919, las potencias europeas se reunieron en los predios del palacio del Rey Sol, para firmar uno de los tratados más ominosos de la diplomacia moderna, al imponer Estados Unidos junto a la Gran Bretaña y el resto de las potencias vencedoras una serie de condiciones contra la soberanía, integridad territorial, ejército y economía de la Alemania. Si bien es cierto el Tratado de Versalles dio paso a la diplomacia moderna y puso fin formalmente a la Primera Guerra Mundial, al mismo tiempo, sentó las bases de la Segunda Guerra Mundial.

Geopolítica de Brasil

La semana pasada se firmó el acuerdo de Argyle, altamente cuestionable para nuestros intereses. No es tan cierto que se salió victorioso, sino que quedó en el trasluz de la firma, la parcialización de todos los testigos, asistentes e invitados, como si Venezuela fuera la agresora al reclamar sus derechos históricos en un territorio usurpado por los mismos protagonistas del Tratado de Versalles.

En este nuevo capítulo de una conspiración iniciada con el Tratado de Washington en 1897, hoy es Estados Unidos con sus adláteres de Brasil y el Commonwealth. En esta oportunidad al inicio del primer acto, se encuentra como telonero a Brasil con sus bandeirantes desde principios del siglo XVI, en busca de oro, en territorios originalmente españoles, bajo los términos del Tratado de Tordesillas; bandidos e invasores que continuaron su expansión más allá de sus fronteras orientales al penetrar en Guyana con miras a una salida al caribe oriental y al atlántico norte.

Desde la época del Barón de Rio Branco uno de los ideólogos de la geopolítica brasileña, cuyos intereses van a lo largo de los 2.800 km de frontera común por temas como tráfico de drogas y armas, sino también por cuestiones comerciales y económicos, por ser la región fecunda en recursos naturales, minerales y tierras cultivables; más ahora con el descubrimiento de yacimientos de petróleo, gas natural. El Acceso al Atlántico Norte y al Caribe para Brasil, un país de vocación amazónica, es de vital importancia para su interconectividad; por tal razón, su acceso incondicional al Esequibo, a estas aguas, le garantiza una mayor presencia en la región.

Brasil tiene una serie de intereses en el Esequibo. En los últimos años, ha intensificado su papel en el conflicto del Esequibo al enviar tropas a la frontera con Venezuela. Recientemente el Ministerio de Defensa de Brasil anunció que había duplicado el número de efectivos entre 70.000 y 130.000 hombres junto con una centena de vehículos blindados a la región como parte de la jugada diplomática de la la mediación de la Celac en apoyo a Guyana

Intereses del DOE

En esta conspiración anti venezolana, a pesar de las diferencias políticas entre la Casa Blanca y el Palacio de Planalto,  Brasil juega el papel de testaferro de los intereses americanos. Efectivamente llama a las partes a la paz y a la concordia, pero pasa por alto; que desde los descubrimientos petroleros costa afuera, el Departamento de Estado (DOE), sus diplomáticos en Guyana y los últimos jefes del Comando Sur el almirante Craig Faller y la teniente general Laura Richardson de forma inusual, no propia de un jefe militar han estado dando declaraciones políticas a partir de la firma del Acuerdo de Cooperación y asistencia militar a Guyana, que todos saben y conocen que estos acuerdos son un fachada para la provisión de armas y pertrechos a la hora necesaria. A partir de 2013, se firmaron una serie de acuerdos de cooperación militar y defensa (ADC 2013, en el marco para la cooperación militar y defensa entre los dos países. En este contexto se firman un Acuerdo de Asistencia Militar (AAM) 2014; en 2015, un Acuerdo de Cooperación en Materia de Seguridad Marítima (ACSM) con los objetivos de fortalecer la capacidad de defensa de Guyana; promover la seguridad regional y combatir el narcotráfico, el terrorismo y la migración ilegal; acuerdos que cubren actividades como entrenamiento militar; suministro de equipos militares y de operaciones conjuntas al momento que sea necesario. En estos momentos en que supuestamente se habla de una escalada, estos acuerdos financiados por Estados Unidos son la prueba reina por donde viene la escalada militar.

Con esta emboscada montada entre Brasil y Estados Unidos, queda a la Cancillería redefinir la posiciones y estrategias a seguir. Está visto que la Celac, el Caricom y ninguno de los participantes en esta infausta reunión, demostró la mínima identificación con la posición venezolana. Todos llamaron a una paz condicionada, a que Venezuela depusiera sus aspiraciones y reclamaciones como si fuera la agresora; desconociendo el derecho de Venezuela de no reconocer la jurisdicción de la CIJ. Ahora bien , toca a la Cancillería definir una clara estrategia, teniendo en cuenta el avance imperial de las potencias que apoyan a Guyana; que una misión militar en Guyana representa una operación tenaza considerando que ya en Colombia existen varias bases militares desde hace más de 20 años, en  Ocaña, Norte de Santander, fronteriza con Venezuela; en Aguachica y Chiriguaná, en el Cesar, al norte de Colombia; diplomáticamente no son conocidos los países que apoyan a Venezuela en su reclamación; las transnacionales financian todas las operaciones en la ex colonia inglesa y para rematar, siendo el único recurso que queda a Venezuela, es la presentación de sus derechos históricos o jurídicos junto con la demostración de la conspiración fraguada en el tratado de Washington, en la declaración conjunta de Argyle el gobierno ratificó su desconocimiento de la jurisdicción de la Corte.

En conclusión, suponemos que los magistrados tomarán nota de dicha manifestación como una ratificación de no presentar la contramemoria el próximo año; por lo cual esta será mi última columna tratando el tema del Esequibo y su reclamación, ya que con esta reunión el juego está cerrado al dejar las Partes en manos de una Comisión Mixta la discusión de temas irrelevantes dentro del problema de fondo; Guyana está cerrada por banda en La Haya, y el gobierno definitivamente descartó la posibilidad de ir a La Haya al no reconocer su jurisdicción,  la única instancia válida de determinar la nulidad de Laudo de París.


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