Toda la mal nombrada revolución venezolana, devenida en el proyecto de socialismo del siglo XXI, ha estado plagada de un sinnúmero de eventos catastróficos, que ponen de relieve la verdad absoluta sobre la construcción de un sistema tan perverso que es comparable con el genocidio nazi, conocido como el holocausto, que acabó con la vida de millones de personas a las que consideraban «el problema judío», según las tantas investigaciones sobre esta época trágica.

El chavismo degenerado en el madurismo posee ciertas características innegables, que exponen su naturaleza opresora, represiva y asesina, que se deberán estudiar a profundidad a la hora de colocar en contexto el terrible daño efectuado a la sociedad venezolana por este sistema que aún no se agota. A la hora de ejemplificarlo se deberán evaluar los efectos a la economía producidos por la corrupción desbordada, que llevó a la quiebra todas las empresas del Estado, deteriorando el producto interno bruto (PIB) de forma acelerada hasta reducirlo a dos dígitos según la Cepal.

La quiebra del país, sumada a la disposición de la dictadura guiada por Nicolás Maduro de no reconocer ningún error, ha provocado la pérdida de la democracia, con ligeros intentos de simular procesos electorales que no recogen un mínimo de credibilidad por las conocidas prácticas del régimen de amañarlos y hacerlos a su favor, con una alta conflictividad política. Con la negativa a alcanzar soluciones democráticas, la población es la que ha sufrido una cadena de hechos violatorios de forma sistemática de todos sus derechos humanos, que van desde la escasez de alimentos, pérdida del salario, hasta aumento de enfermedades no fatales, que en el caso venezolano, con un sistema de salud destruido, ha desencadenado también una cantidad considerable de muertes, que desgarran al pueblo. Toda la estructura de las instituciones del país está destruida, la población huye a otros países de América Latina en búsqueda de una esperanza de vida. Hoy nuestra migración es cercana a 6 millones de personas y los que se quedan penan de hambre y de servicios públicos: tenemos comunidades enteras con más de un año sin electricidad siendo esto un blackout permanente, igual pasa con el servicio de agua potable, el cual es inexistente en alta proporción en cada región del país. Somos una calamidad de altas dimensiones sociales.

Aunado con el desastre social innegable producido por la administración chavista/madurista, nos ha tocado sobrevivir a la pandemia del COVID-19 que azota a todos los países por igual, pero en nuestro caso el desafío por sobrevivir es mayor por la precariedad del sistema de salud público; sin embargo, el mundo entero ha empeñado gran esfuerzo en producir una vacuna que detenga los efectos devastadores de este virus letal. Las últimas semanas la agudización de contagios y muertes es evidente en toda Venezuela, nos urge un programa de vacunación para proteger a la población, el régimen de Nicolás Maduro había dado un paso consciente para permitir la entrada de vacunas a través del sistema Covax, estas pagadas por la administración de Juan Guaidó, presidente interino con respaldo contundente de la comunidad internacional, que se niega a generarle concesiones al régimen por sus acciones hostiles contra la población y la usurpación del poder a través de medidas antidemocráticas.

Vuelve el régimen a cargar contra el pueblo al negar la entrada de la vacuna a Venezuela, interrumpiendo además todo soplo de esperanza no solo de la población sino de todo el personal médico y de enfermería, cada día más expuesto a la muerte por esta terrible enfermedad que ha costado muchas vidas al país. Una acción como esta nuevamente evidencia las características genocidas del régimen, su proyecto es aniquilador, lo único que cuenta es el sostenimiento del poder, pese a la pérdida de vidas en masa como está ocurriendo. No ha hecho falta la construcción de campos de concentración ni la aplicación de Zyklo B, o pesticida a base de cianuro, para exterminar a la población. Muchas películas se han hecho para comprender a profundidad el holocausto y sus campos de concentración como el de Auschwitz-Birkenau, algunas de ellas sobre la negación y los Juicios de Nuremberg en las que se expone la crueldad de los psicópatas que están dispuestos a morir asesinando pero jamás reconocen sus errores. Así lo sentenció Hermann Göring: Prefiero una muerte alegre, que reconocer que Hitler se equivocó.

Toda Venezuela es hoy un campo de concentración de estrategia moderna, donde lo imposible, lo impensable se hace cotidiano: la crueldad con que se sostiene el poder lo ratifica, el territorio controlado por bandas armadas en la región central, la población aterrorizada por las acciones de los cuerpos represivos, la frontera entregada a grupos irregulares de las FARC-ELN, entre otros; la ausencia de paz, la muerte, la tortura, las hostilidades, pretenden hacer la nueva normalidad de un sistema que depende internacionalmente de un proyecto geopolítico contra Estados Unidos y Europa, donde en nada tenemos que ver, pero la asociación con Cuba, Irán, China, Rusia y Turquía nos ubica peligrosamente en un hilo donde jamás debimos estar y que convierte a nuestro pueblo en escudo de mafias del terrorismo mundial. Tal vez en el futuro, esta época igual de trágica que el nazismo de Hitler sea recordada como el holocausto venezolano.

@jufraga12

 


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