“…vivir en sociedad es vivir de tal modo que la acción sobre las acciones de los otros sea posible […]. Una sociedad sin relaciones de poder solo puede ser una abstracción […]” (Foucault, 1991)

Los filósofos, los sociólogos, los biólogos, los políticos, los intelectuales y en general los testigos de la actualidad, periodistas, comunicadores, publicistas, advierten que ni el hombre es el mismo que había sido pensado ni la sociedad tampoco se muestra como lo que era. Hay un mutante perceptible entonces deambulando con nosotros, en nosotros y entre nosotros.

En realidad nada es igual ni lo puede ser porque el cambio está en la naturaleza de todo lo que es, pero cabe interrogarse sobre la esencia de la condición humana, individualidad y fin en sí mismo e integrante de la sociedad que lo crea, abriga, asiste y eventualmente redime al menos parcialmente de su animalidad. El proceso que vive el hombre desde que nace con su entorno, lleva a él más que intuiciones, auténticas elaboraciones que, en su complejidad, lo descubren y enseñan a ser lo humano que puede ser. El resto, empero, queda de su cuenta.

No hay pues humano sin humanidad y, aunque el individuo insista y prefiera su mundología sobre otra conexión, está el susodicho imbuido del ser social que lo acompaña, incluso a pesar de sí mismo. Para fortuna o desgracia así pareciera ser y basta leer a Primo Levi para contactar ese espíritu conocido y extraño eventualmente. Qué es el hombre, diríamos, sin responder confiadamente la interrogante.

No debo, sin embargo, hurgar más en esos misterios inextricables sobre la naturaleza humana, porque ni tengo la destreza ni el conocimiento. Me limitaré a focalizar, no obstante, alguna sintomatología perceptiva en el yo social y que me disculpe Carlos Vela si incurro en el sintagma, pero creo sincronizarla mejor, ubicado en esa perspectiva.

El humano de hoy, y advierto que este tiempo es un modelador intenso y agresivo, nos trajo al por algunos denominado zoom elektronikón y como resultado pudiera o alteró la dinámica del zoon politikon que nos legó el gigante de Estagira. Un ser signado por variables que lo rodean y lo influyen pero que lo potencian igualmente, emerge desde la revolución electrónica, la inteligencia artificial y el culto a su propia individualidad que como otro espectáculo lo fascina y seduce aunque no lo satisfaga. Su ontología es otra, su conocimiento, su racionalidad, su identidad luce compleja y gaseosa.

El hombre de hoy, insistimos en ello, es otro ciudadano al serlo. Cabe una cita de Rosanvallon harto pertinente: “El nuevo capitalismo destrozó la capacidad de los seres humanos para vivir y construir juntos como iguales y no sólo como consumidores». No le ha bastado la propuesta de la equidad porque, a la postre, palia pero no resuelve la generación de desigualdades que ese hombre asume que le impone el sistema social. Ese hombre es primero que todo un sentir y así debe ser apreciado.

En efecto, el hombre actual combina sus escogencias personalísimas con un ascendiente notable sobre la sociedad que lo rodea, pero en la dimensión de su propia voluntad. De allí que sea menester referirse a un ser distinto, socializado pero independiente, que conoce además como una escogencia u opción la de ser por él solo y no como parte del ser social.

Ello puede y de hecho lo hace el hombre de nuestro tiempo a través del abandono de parcelas morales, de limitantes éticas o acaso, de la revisión de los conceptos que le simplifican en su complejidad permitiéndole ser más, cuando es menos. No es un juego de palabras, al despegarse del valor común por la asunción del personal, logra sentirse que es per se y no por momentos o coyunturas que le ofrecía el cuadro societario donde está comprendido.

Nunca se sintió más cerca de un ejercicio de libertad que lo define, piensa, pero que lo impulsa a dudar de todo lo demás y también de lo que otrora fueron íconos que lo sujetaban. Al Dios muerto de Nietzsche agrega una convicción sobre su propia entidad y así logra trascender para él, aunque sea por instantes que necesita y que lo alimentan. Ego fuera de serie, libérrimo, displicente. La fe que invoca es la de su propio egoísmo.

Ha sonado la hora del individualismo posesivo y “asume (Macpherson) para sí la reflexión, situando alrededor de siete proposiciones lo que llamaríamos los supuestos del individualismo posesivo: 1) Lo que hace humano a un hombre es ser libre de las dependencias de las voluntades ajenas. 2) La libertad de la dependencia ajena significa libertad de cualquier relación con los demás salvo aquellas en las que el individuo entra voluntariamente por su propio interés. 3) El individuo es esencialmente el propietario de su propia persona y de sus capacidades, por las cuales nada debe a la sociedad. 4) Aunque el individuo no puede enajenar toda su propiedad sobre su propia persona, puede enajenar su capacidad para trabajar. 5) La sociedad humana consiste en una serie de relaciones mercantiles. 6) Dado que lo que hace humano a un hombre es la libertad de las voluntades ajenas, la libertad de cada individuo solo se puede limitar justamente por unas obligaciones y reglas tales que sean necesarias para garantizar la misma libertad a los demás. 7) La sociedad política es una invención humana para la protección de la propiedad que el individuo tiene sobre su propia persona y sobre sus bienes, y (por tanto) para el mantenimiento de relaciones de cambio debidamente ordenada entre individuos considerados como propietarios de sí mismo. (Chitty La Roche, Nelson 2016) El paradigma liberal ha perdido su sustentabilidad sin encontrar no obstante un sustituto. El ideal igualitarista no sacia ni mucho menos y se agota en un discurso que se banaliza a sí mismo.

Creyéndolo necesario para sentirse libre, el hombre de Occidente abjuró de lo que le sostenía asido a su fe, a sus valores, a la ética, a la moral, a la comunidad, a la familia, a los imperativos naturales a los que también desafía en una búsqueda frenética para ser distinto y siéndolo, afirmarse y reclamar y lograr un espacio que reconozca en su insolencia su derecho. Él prela, trepa, asciende más arriba que ese mediocre todo social al que creen pertenece, pero que, en el fondo, desprecia o le es indiferente.

La civilización del islam ya sabemos que no acepta sino un modelo a ser y creer. Todo lo distinto es sospechoso de enemigo o simplemente consagrado como tal y nótese, esas formas y referencias no están dispuestas para singularidades y en intento de ser diferente te denuncia y te persigue, sin misericordia ni piedad. Lineales al extremo de inhumanos puede decirse.

Tenemos un nuevo hombre que, sin embargo, se distingue de aquel que las tesis marxistas y leninistas proponían y que cantaban en América latina con los compases de la Nueva Trova Cubana los muchachos y, en general, la llamada izquierda contestataria. El nuevo hombre al que hacemos referencia, al contrario del que viene cual godzilla emergiendo, debía mimetizarse, homogeneizarse, realizarse en su condición de miembro y substancia del conjunto humano, subsumirse en él que lo fagocitaba en su dinámica.

Este nuevo hombre se exhibe como novedoso en su ciudadanía, egoísta y personalizada. Es el chileno que, al grito de «Chile despierta», acomete la destrucción de los bienes públicos y privados, desconoce los perfiles que le son favorables y resolla un lamento hondísimo, distinto, diferente. Es el del gilet jaune francés que a su lado escucha haciéndole coro a quien no tiene nada en común con él, salvo el afán de inconformidad, fatiga, hastío. Nada más.

Mucha de la etiología que debemos aprehender para comprender, obra en el modo de producción y consumo que nos ha servido abundantemente pero, hallazgo dramático, a costa de los no renovables recursos de la naturaleza. El depredador que hemos sido, brutal, cruento, lascivo, es por encima de todo irresponsable y la constatación nos hace socios o mejor cómplices en un mea culpa al que muchos no se suman, cinismo al apoyo o ignaros, o simplemente frívolos, disolutos, ligeros, vacuos.

La semana próxima echaremos a andar algunas reflexiones sobre las causas del trauma que conocemos y la necesaria revisión de cánones, sin otra pretensión de asir más para ser más también.

@nchittylaroche

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