«La teoría y la práctica son iguales en teoría y diferentes en la práctica». Esta frase podría abonarse al catálogo de aparentes disparates y sinsentidos de Mario Moreno, Cantinflas, y quizá nadie cuestionaría tal endoso y aquí, precisamente, está el detalle: no la pronunció el ingenioso actor mexicano. Se la endilgan a un jugador de beisbol, celebrado por su desempeño en la receptoría de los New York Yankees, y por sus obviedades al momento de declarar a la prensa deportiva: Yogui Berra; sin embargo, la conjeturo apócrifa, pues, el gran jugador y alguna vez manager de los Mulos de Manhattan aseveró en una ocasión: I really didn’t say everything I said, o sea, en chimba traducción, «En realidad no he dicho todo lo que dije». Traigo a colación este caso de dudosas atribuciones porque no sé a ciencia cierta si la cita con la cual pretendía comenzar este artículo ―Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes― la debemos a Maximilien Robespierre, o se trata de un capcioso supuesto. En todo caso, a estas alturas del prolongado forcejeo en el seno del contrachavismo, se me ocurre, aunque parezca una paradoja, relacionar la jacobina severidad del incorruptible artífice del terror revolucionario con el inflexible discurso de María Corina Machado, quien en esta hora menguada es considerada —¿deus ex machina?—, la figura mejor cualificada a objeto de aglutinar a una oposición hasta hace muy poco extraviada en las tipicidades de la política como espectáculo, y no en tanto ejercicio orientado a la toma del poder. La dirigente y líder de Vente Venezuela dejó de ser el «plan B» del realismo mágico, sarcásticamente cuestionada en 2020 por el entonces enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Eliott Abrams; ahora, con una narrativa pies en tierra, puntea las encuestas de cara a las elecciones primarias que se realizarán el 22 de octubre de este 2023, cuando ha de seleccionarse el candidato presidencial de la Plataforma Unitaria a sustituir al usurpador, proceso encargado a una comisión encabezada por el prestigioso constitucionalista Jesús María Casal. De triunfar, como seguramente sucederá, y hacerse acompañar del segundo en liza en rol de vicepresidente, su fórmula constituiría un hueso duro de roer para el padrino-madurismo, pues, con el respaldo de una oposición unida, difícilmente sería vencida.

Publilius Syrus o Publio Siro fue un pensador latino del siglo I a. C., celebrado por su colección de sentencias (Sententiæ). A ellas pertenece esta: «Donde existe unidad siempre existe Victoria».  Nacido en Tokio, Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927) cultivó el cuento y el haikú, y es el autor de Rashōmon, narración espléndidamente cinematografiada por Akira Kurosawa en 1950; a su pluma debemos este aforismo: «Individualmente, somos una gota de agua. Juntos somos un océano». Galardonado en 1923 con el Premio Nobel de Literatura, W. B. Yeats (1865-1939) fue un bardo y dramaturgo irlandés admirado y respetado por los amantes de la poesía y el teatro, tanto como los es el francés Alejandro Dumas entre los aficionados a las novelas de capa y espada. Aquél asentó: «El talento percibe diferencias, la genialidad, unidad»; éste inventó el archiconocido lema de combate de los cuatro mosqueteros, no tres: «Todos para uno y uno para todos». Unidad, sí, pero en torno a una opción ganadora.

Sólo los estúpidos no cambian de opinión, alegó Teodoro Petkoff en alguna entrevista ya olvidada, pero no así la tajante frase. De ella me valgo no para retractarme de los pareceres por mí expuestos en torno a María Corina Machado y publicados en crónica a desechar o a encerrar en el cofre del olvido, titulada “El triunvirato” (El Nacional, setiembre de 2020). Entonces, bosquejé un perfil compelido por la emoción, en razón de su alienación y alineación con la otra cara de la moneda populista: Donald. Trump. Lo hice en estos términos: «María Corina es un si condicional o un verso esdrújulo; una reducción al absurdo o una figura retórica. Una antítesis entre peros y paréntesis, autoerigida en heraldo del Apocalypse of Saint Donald. Convencida de la necesidad de derrocar el M(ad)uro a TRUMPetazos, cual abatieron los israelitas las murallas de Jericó a punta de shofarots, reclama, anclada en una añeja y quimérica consigna del mayo francés de 1968, ser realista y pedir lo imposible. Su Operación Paz y Estabilidad (OPE) postula una intervención extranjera. Ningún gobierno democrático y sensato estaría dispuesto a embarcarse en semejante aventura. Debe aterrizar la doña, repensar sus estrategias y no precipitarse en alianzas con desaforados. Lo anterior no implica excluirla, por ejemplo, de una administración colegiada post Maduro». Aquí inserto, a modo de contrición una confesión de Winston Churchill: «A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada».

Los párrafos anteriores fueron escrito el miércoles 8, Día Internacional de la Mujer y ello explica el tema hasta aquí tratado; no obstante, hay esta semana dos importantes fechas a conmemorar: 10 y 12 de marzo. La primera corresponde al natalicio de José María Vargas —Albacea de la angustia, le llamó Andrés Eloy Blanco. Y con su nombre fue distinguido su estado nativo, rebautizado La Guaira mediante una carujada y vuelta de carne(i)ro borracho del fallecido gobernador García—, y por ello, desde 1955, está consagrada a la celebración del Día del Médico, profesión dignificada por el alto nivel de desempeño de los galenos egresados de nuestras universidades. La segunda data nos remite al año1806, cuando ondeó por vez primera el pabellón tricolor en territorio venezolano; por tal motivo, se celebraba cada 12 de marzo el Día de la Bandera Nacional, pero el redentor de Sabaneta decidió, a través de un decreto del 1 de agosto de 2006, cambiar el festejo para el 3 de agosto. Y como nos estamos refiriendo a la bandera, tómense estas últimas líneas como un saludo a la misma, antes de finalizar con una extensa cita de la mencionada obra de Andrés Eloy Blanco, auténtica lección de civismo ante el militarismo, de recomendada lectura  porque pareciera pensada a propósito del drama en curso desde 1999: «…cuando el cuerpo se hace inapto para contener la actividad fisiológica, para actuar conforme a los deseos y conforme a las necesidades, el hombre o el animal buscan curarse, amputar el órgano enfermo. O muere. Pero si puede salvarse amputando, o adoptando un nuevo régimen, un nuevo alimento, en una palabra, una nueva economía orgánica, lo hará indudablemente. Es inútil seguir obligando a ese cuerpo a sostenerse y a producir con el mismo sistema anterior. O la muerte o el cambio. Igual cosa ocurre en el orden social. Llega un momento en que la sociedad no puede llenar su actividad, cada día más compleja, cada día más llena de necesidades, si no se cambia el régimen de alimentación, si no se extirpa el tumor que consume todas las fuerzas, si no se extrae la espina que escora al caminar, si no se amputa el miembro que amenaza con gangrenarlo todo y se adopta un nuevo modo de moverse». Y sólo (en lugar de solamente y acento recuperado, gracias a los gramáticos y lexicólogos de la Real Academia Española) nos resta poner punto final a estas divagaciones. Eso hacemos en el gran momento de María Corina Machado: adiós.


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