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El día que yo nacími madre parió dos gemelos: yo y mi miedo Thomas Hobbes

En las aulas universitarias, los profesores de Instituciones Políticas, Teoría del Estado y Derecho Constitucional, abordamos desde distintas vistas el fenómeno del Estado y su consideración es articulada a la glosa, el comentario y el examen del poder y la relación entre detentadores y destinatarios del susodicho. Entre otras tantas más, por supuesto.

Varios de esos conceptos son de suyos complejos y reclaman la progresión y acoplamiento paulatino y oportuno de nociones e ideas que requieren de unas y otras para permitir la penetración epistemológica.

Es una temática que evidencia rápidamente a los alumnos, por cierto, los límites de la memoria y les exige desarrollar su comprensión del instituto en ciernes. Allí van haciéndose de un criterio y a encarar el pensamiento abstracto.

¿Por qué habría poder y por qué Estado? ¿Por qué se crearon las instituciones? Otras veces hemos tratado de ayudar a la respuesta de cada una de esas interrogantes, cuya densidad es claramente, perceptible, pero en esta oportunidad preguntaremos sencillamente para qué, que también sirve dialécticamente para determinar el por qué, sin embargo.

Iniciamos recordando al autor del Leviatán y quién nos ilustra ubicándonos en la mira de un mundo en el que el homo es egoísta y depredador. Es un lobo que va por lo de los otros y por ellos también. Todos, en alguna forma, a la merced de todos es una observación no desprovista de sustento y con ello visualizamos el miedo. Venciendo el miedo se llega al acuerdo y a la institucionalidad, normando además.

Ya Schopenhauer nos decía que la mayor motivación del hombre era la supervivencia y en el otro carril, Nietzsche postulaba al poder como el deseo, el anhelo, el propósito. El homo tiene miedo de perder la vida y sus acervos, incluidos aquellos familiares y materiales. Se sabe vulnerable y así pondera su fragilidad, pero también cómo protegerse. El poder es para el homo una certeza de fuerza y sostén

Hobbes apunta a esos elementos miedo y conciencia de vulnerabilidad, poder como certidumbre y seguridad, para descubrir la base del contrato societario que se normará y dotará en consecuencia del aparato protector. El Estado es creado con ese fin, proteger la vida, la propiedad y organizar la vida en común.

De manera sencilla y casi superficial comentamos cómo el Estado emerge para ofrecer el preciado bien de la seguridad, como quiera que nuestra intención es connotar lo que significa para una sociedad las carencias y falencias que derivan de un Estado fallido y claro, nos referimos al Estado chavista, castrista, madurista, militarista, populista, ideologizado.

Sin ánimo de dramatizar lo que de suyo es ya una fatalidad, brevemente evocaremos en qué consisten para los venezolanos sus valores y establecimientos, la condición de frustrado, malogrado, discapacitado, fallido en suma, del fenómeno que antes llamamos Estado chavista, a todas luces frustrante y fracasado.

En efecto; ¿garantiza los derechos humanos y dentro, la dignidad de la persona humana? ¿La vida, la propiedad, las instituciones, la soberanía, la paz, la nacionalidad, la ciudadanía? Creo que recorreríamos con más detalle la elaboración de la lista de recursos, patrimonios y beneficios de los que hoy somos carentes y concluiríamos que hemos perdido mucho, demasiado, como para asumir que estamos de nuevo a la intemperie, inermes, desnudos, desasistidos porque ese Estado chavista ha dejado de cumplir con sus funciones y ello incluye las más elementales y nos deja precarios ante sus fallas sistémicas. Es un Estado fallido sin que quepan dudas al respecto.

Personalismo mediocrisante, ideologismo, ineptitud, militarización, desconstitucionalización y servilismo hacia Cuba y otros interesados en nuestras riquezas, además de la más increíble falta de patriotismo y la irresponsabilidad, son los polvos que nos trajeron a estos lodos y pantanos movedizos en que nos hundimos más y más.

Nunca estuvimos en nuestra historia, jamás, más inseguros y a la merced de todos los ilícitos depredadores. Somos un palillo en medio de un maremágnum destructivo. Duele en el alma, constatar cómo día a día seguimos cayendo en el vacío, sin que haya ni un barranco para incrustarnos y al menos detener el deterioro que nos insulta, veja, macula impajaritablemente.

Otras veces dijimos en reminiscencia, aquello de que lo cotidiano es lo  importante para el común que somos todos, en memoria de un pensador cristiano y para apuntalar nuestro hondo lamento, denunciamos, reclamamos, resollamos. Por lo cual, harémosnos preguntas y un ejercicio de respuestas.

Ni hablar de los servicios públicos de agua, electricidad, gasolina, gas doméstico, atención médica y hospitalaria, educación, universidades, alimentos, medicinas, repuestos, equipamientos de los que sabemos que no disponemos de lo necesario, casi nada en realidad. Pero hay más, como veremos.

¿Estamos seguros nosotros, los nuestros, lo nuestro? Creo que la respuesta es negativa y para todos los conciudadanos, salvo los enchufadísimos que tienen camionetas blindadas y escoltas numerosas, pero no son muchos ni siquiera en el mundo militar, los que disponen de todo eso.

Los números son esclarecedores y. estadísticas a la mano, somos de los países más violentos del mundo y, por si fuera poco, tenemos en los cuerpos policiales y políticos armados un chantaje, una intimidación tan importante como la del hampa. Es más, se constata un contubernio frecuente entre las bandas de criminales y uniformados de azul, verde o negro.

Ejecuciones sumarias y extrajudiciales se cuentan por centenares como para mostrarnos que somos un pueblo indefenso y el asunto no se queda en nuestra integridad física sino que alcanza los haberes de cualquier tipo. La mordida que llaman los mexicanos, acá se llama matraqueo y es tan frecuente que se ha hecho “natural” para el patrullaje, los puntos de control, alcabalas por parte de los integrantes de cualquier aparato del Estado.

Puedo seguir poniéndome más casuístico, pero redundaría en el fondo con mil situaciones comunes que ahogan, porque es descomedido. Debo especialmente hacer notar que la función de defensa de la FANB está en su peor momento. No aseguran sino al régimen y no defienden a su patria de todos los ilícitos de la que es víctima, por aire, mar y tierra.

Además, toleran cualquier cosa de los mandos como se evidenció y evidencia en la Cota 905, en Higuerote y adyacencias, en toda la extensión del Arco Minero y particularmente en los Llanos de Apure, Barinas y en el Táchira. Estamos también allí y en esos aspectos relacionados con la soberanía, asquerosamente ocupados y mediatizados por factores belígenos colombianos que hacen de estos predios un aliviadero en el que se les deja hacer a placer, incluso delinquir o participar de todo género de actos reprensibles.

El chavismo y sus demás degeneraciones usurparon al Estado constitucional para, en su lugar, erigir un monstruo de mil cabezas que sirve a todo tipo de mafias y organizaciones, amparado en la impunidad cuasi absoluta.

Más recientemente Diosdado Cabello, en búsqueda de un segundo aire, nos amenazó con leyes constitucionales de parte del mamotreto de la “anc” que él preside y de esa manera compensaría que, pasados los años y a Dios démosle gracias, no concluyeron su parodia con una nueva Constitución. Quiere, no obstante, dejar su impronta en el escenario judicial, en el parlamentario, en el financiero. ¿Quién sabe qué se les ocurrirá tratando de figurar? Cualquier treta o morisqueta es posible con los dignatarios que han prácticamente desrepublicanizado a Venezuela.

No hay Estado, ni seguridad, ni constitucionalidad, ni legalidad, ni legitimidad, ni institucionalidad, ni partidos políticos, ni sociedad civil sino un ejercicio fáctico que amparado en la fuerza y la traición nos ha dejado sin ley, sin orden, sin patria en la orfandad total e indefensos. Ese es el legado del chavismo y ningún otro.

@nchittylaroche

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