«Lo que hay que ser es mejor

y no decir que se es bueno

ni que se es malo.

Lo que hay que hacer es amar

lo libre en el ser humano.

Lo que hay que hacer es saber,

alumbrarse ojos y manos

y corazón y cabeza

y después, ir alumbrando.

 

Lo que hay que hacer es dar más

sin decir lo que se ha dado.

Lo que hay que dar es un modo

de no tener demasiado

y un modo que otros tengan

su modo de tener algo».

Andrés Eloy Blanco, «Coloquio bajo el laurel», tomado del Reporte Católico Laico del 27 de diciembre de 2022

En la percepción de los conciudadanos que además se reclaman críticos, y otros, opositores simplemente; los acontecimientos que atañen a la Asamblea Nacional electa en 2015 que se autodenomina legítima, por cierto, y la extinción del gobierno interino de Juan Guaidó, que sería la consecuencia, se visualiza decepción, desazón, disgusto y algo de vergüenza. En una clara mayoría al menos así me ha parecido.

Sin entrar en profundidades jurídicas y constitucionales, advierto sin embargo que el escenario institucional que provocó aquella interpretación del artículo 233 y la asunción del presidente de la AN en enero de 2019 como presidente de un gobierno interino, para suplir la ausencia producida por la inconstitucionalidad y la ilegalidad de los comicios de mayo de 2018 y la llegada de un usurpador a ocupar la silla de Miraflores, en términos sencillos, puede decirse que no ha cambiado para nada y, si alguna lógica congruente guiara a los diputados miembros entonces de la representación nacional, debería ser mantener ese ente creado desde las circunstancias y, que es reconocido, dentro y fuera del país y recibe desde luego, un trato cónsono con su ontología.

Aunque algunos muy respetables académicos se sumen a la argumentación según la cual, esa jugada, es posible y aceptable porque, las perspectivas cambian y aducen que este asunto es político y acaso luego jurídico, conviene recordar que se construyó un piso constitucional invocando el artículo 333 de la Constitución y se sancionó un Estatuto que Rige la Transición a la Democracia para Restablecer la Vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que me luce ahora desconocido y objeto de lecturas anómalas.

Empero, insisten en que se pueden permitir cualquier cosa, a nombre de una relativa ventaja numérica, sumados los votos de las curules de AD, PJ, UNT y algunos más, para imponerse y guillotinar a Juan Guaidó, al declarar extinto ese gobierno interino que él presidía e inventar otra transición, dentro de la transición y así, ocuparse ellos, desde una comisión surgida de la comisión delegada. Precariedad por doquier, pues.

El cálculo pudiera salirles muy mal, si bien no peor que aquella ocasión desestimada de ponerle coto a la maniobra que en diciembre de 2015 echó a andar el oficialismo con la escogencia de los “magistrados exprés” inconstitucionalmente, que luego menoscabaron a placer y anularon a la postre, casi completamente, a esa asamblea nacional electa por un pueblo esperanzado y que una vez más resultó vejado, ultrajado y violado por el facissocialismo chavomadurista, militarista, castrista y corrupto.

Otra sería la historia del país si instalándose en enero de 2016, exultantemente legítima la AN 2015, hubieran oído a quienes les advertimos de los peligros en ciernes, predecibles sin embargo, con un TSJ usurpado y mediatizado que debieron encarar dado su alcance radiactivo como poder administrador de justicia; pero, entre la fascinación de la llegada al poder y la aviesa idea de poder competir de populismo a populismo con aquella idea de ofrecer títulos de propiedad a los ocupantes de los inmuebles de la Misión Vivienda, se les pasó el tiempo del estado de gracia y se mimetizaron para su desgracia y la de los venezolanos, hasta ser malogrados como lo fueron concluyentemente. Para decirlo coloquialmente, no fue que erraron el boche, sino que no lo tiraron y así perdieron esa y las demás partidas.

Tampoco acudieron al llamado los supuestos opositores del G-4, e incluyo a Voluntad Popular en esa oportunidad, para sumar esfuerzos y convocar un referéndum revocatorio porque su interés no era tampoco en ese momento la unidad por el bien del país. Con sus maniobras y cómputos politiqueros acabaron abortando una buena iniciativa porque como no era de ellos la promoción del ejercicio de un derecho político y constitucional como ese, no se plantearon su defensa y su colaboración. Esa dirigencia careció de claridad estratégica y sigue errática y díscola, además hoy en día.

No suelo criticar a los otros opositores, ni siquiera a los que a veces dudamos que lo sean porque en Maduro y su combo de pésimos entre los malísimos hay bastante para reclamarles y demandarles, pero siento que es grave la equivocación en curso y me permito, además, un par de consideraciones que me convencen de ello.

La primera es afectar el discurso de la unidad que debe ser coherente y consistente para persuadir a un electorado que antes llevaron por el camino de la huelga electoral y ciudadana y con esa conducta de los partidos involucrados, me temo, arriesgan su credibilidad y con razones y evidencias para dudar de su sinceridad.

Por otra parte, hay que recoger el espejo hecho añicos de la política exterior de la oposición. Fuera de Venezuela no pueden ni siquiera comprender este movimiento del emplazado G-3 y será difícil reconstruir y edificar apoyos y obtener la ayuda indispensable de esos aliados que tanto nos han asistido y sostenido antes y de los que necesitamos desesperadamente también ahora.

Hemos fallado todos en mayor o menor medida y es menester oírnos y restañar heridas. Es momento de corregir y enmendar. La patria clama por su redención.

Veremos entonces qué hacen en enero los que compartieron todo con Guaidó, menos la ocurrencia de la defenestración, y sigamos adelante para recuperar el aliento y seguir la cruzada de la liberación que hoy más que nunca se justifica.

Hay unas primarias que atender en el horizonte ya cercano.

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@nchittylaroche

 


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