Los regímenes autoritarios tienen muchas herramientas para lograr la obediencia de la población, ciertamente usan la represión, la persecución, la intimidación, la cárcel, la tortura y el asesinato, pero hay otras acciones que suelen ser menos costosas pero igualmente efectivas. Una vez que toda la población cobra conciencia de que en efecto la coalición dominante puede usar las herramientas duras ya mencionadas, empiezan las acciones encaminadas a la normalización que, básicamente, es convertir a los ciudadanos en habitantes, quitándoles toda iniciativa, toda convicción, todo sentido de trascendencia para quedar amarrados a un presente eterno. Justo allí inician las frases como la dicha por Adolf Hitler: «El Tercer Reich durará 1.000 años», se revela la aspiración a la eternidad, porque de saberse gobernantes ahora se creen semidioses.

Para lograr su cometido, estos regímenes imponen el miedo. Y sus voceros, sin desparpajo, lo hacen notorio. Hace unos meses un calificado vocero oficialista dijo en un programa de entrevistas que «el empresario no puede dedicarse a la política, ni los políticos a empresarios porque, en ambos casos, terminan quebrados o presos». De haber dicho eso en 1999 no se le habría tomado muy en serio, pero en 2023 hay suficientes pruebas de que lo dicho tiene soporte en los hechos. Más de 8.000 casos documentados por la ONU de torturas y tratos crueles y degradantes, 7 millones de refugiados, 300 presos políticos, pues, suficiente evidencia.

A sabiendas de tan cruel realidad, hay un concreto incentivo para que las voluntades se hagan cada vez más dóciles. Hay aplausos para la persona unidimensional, si eres estudiante solo debes estudiar, si eres un obrero solo debes trabajar, si eres un empresario solo debes pensar en tu negocio, si eres miembro de un gremio, un sindicato, una asociación civil solo dedicarte a lo elemental, no corras riesgos ni te involucres en política. El político, si logra permanecer libre o de alguna forma tolerado, tiene una existencia solitaria porque el activista solo puede mostrar su capacidad de movilización reuniéndose con otros actores sociales y coordinar acciones, lógicamente, en un contexto de miedo institucionalizado e interiorizado eso no es posible, todos están en modo sobrevivencia manteniéndose en su limitada parcela… a salvo.

Ese fenómeno es evidente tras las declaraciones de un importante dirigente empresarial cuando afirma «todo el mundo tiene derecho, por nuestras leyes a incurrir en política. Ahora, lo que no se puede, es hacerlo a través de los gremios. El que es dirigente gremial, si quiere hacer política, usted se sale del gremio. No queremos dirigentes gremiales montados en tarimas, acompañando candidatos». Suena muy institucional pero, al meditar sus palabras, se llega a la conclusión de que los líderes gremiales, como dirigentes y en ejercicio pleno de sus derechos políticos, tienen un techo para sus inquietudes públicas. Lo mismo se aplicará, de ser posible, a federaciones estudiantiles, a gremios profesionales y asociaciones civiles en general, porque la política, en esta distopía, es solo tarea de quienes ya gobiernan, que son los predestinados por la providencia a ejercer el poder por 1000 años (o por 200 años).

En democracia los ciudadanos, que no son solo habitantes, tienen total libertad para expresar sus inquietudes políticas, un líder estudiantil eventualmente podría convertirse en diputado, un sindicalista podría convertirse en un ministro, un empresario puede empezar una carrera dirigencial en un gremio y luego, si recoge el aprecio del conjunto de la ciudadanía, pudiera aspirar a una alcaldía o una gobernación. Eso no tiene nada de malo, al contrario, tienen mucho de positivo. En los partidos políticos pueden militar personas que ejecutan distintos roles sociales: empresarios, amas de casa, estudiantes y obreros, si esos militantes adquieren experiencias de liderazgo en sus respectivos ámbitos cotidianos, ¿acaso así no serían mejores líderes, más completos y competentes, para cuando sus organizaciones políticas decidan luego postularlos a cargos de elección popular?

Es claro que los autoritarismos, en su afán de normalización, intentan que los ciudadanos interioricen, forzosamente, que la política es solo un oficio de los gobernantes. El resto son solo habitantes, quizá estorbos o parte del paisaje. Nada más. Pero siempre hay que recordar que es un derecho humano la libre participación en los asuntos públicos y que, por más desleales que sean los intentos de encasillarnos, los seres humanos somos complejos e intrínsecamente multidimensionales, no somos ni vacas, ni burros, ni cabras, ni ningún otro animal domesticado, ¡somos seres humanos!

[email protected] / @rockypolitica


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