Este es el título de uno de los grandes libros latinoamericanos. Escrito en los setenta por el intelectual venezolano Carlos Rangel, en él se explica el fracaso sociopolítico y económico de la América hispana, a través de una razón cultural: la discrepancia entre lo que es una sociedad y la imagen que esta tiene de sí misma.

La distorsión sobre lo que es la América hispana comienza con el discurso mítico sobre las sociedades aborígenes. Se ha creado un mito al respecto: “Del tópico o mito de la isla feliz, reactivado por el descubrimiento, se inspiró Tomás Moro para componer su utopía. La ficción de Moro funde el sueño de Platón en La República con la excitación del descubrimiento de un Nuevo Mundo no corrompido por la civilización”. Está claro, pues, Rangel en que la América hispana se crea a través de un mito fundacional erróneo. “Buscando lo que preexistía en su deseo, los descubridores crearon el mito más potente de los tiempos modernos: El Buen Salvaje, versión “americanizada” del mito de la inocencia humana antes de la caída”.

Ese mito se transformó con el pasar del tiempo, en otro mito contemporáneo, el del Buen Revolucionario  ”la caída habría sido el establecimiento de la propiedad privada. Antes de existir esa institución “antinatural”, los hombres habrían sido todos iguales y dichosos y volverán a serlo automáticamente al quedar ella abolida”.

Con una profundidad, claridad y perspicacia inigualables, Rangel se dedica en este breve libro a desmontar esos dos mitos, y a explicar que ellos son los causantes del fracaso de la América Latina. Tema central de esta explicación, es la actitud de excusa del fracaso, ubicándolo en el imperialismo norteamericano. La diferencia fundamental es que “al echar a andar la nueva nación, el criterio que va a prevalecer en su gobierno, con el radicalismo excéntrico de un Samuel Adams, y contra las influencias jacobinas posteriores debidas a la revolución francesa, es el de que los EE..UU deben proponerse a mantener, desarrollar y mejorar la sociedad que había existido hasta entonces en esos territorios, no a subvertirla”.

Varios capítulos dedica Rangel a analizar la tradición intelectual socialista de América Latina, subrayando el error de afincarse en exculparse de los errores y de echarle la culpa “al otro”, entre los cuales se destaca el supuesto imperialismo gringo. Obviamente acierta Rangel al señalar:

“El marxismo llena ahora para América Latina las mismas funciones que cumplió a principios de siglo el manifiesto de Rodó, y lo hace infinitamente mejor, con referencia a una cosmovisión potente y totalizadora, encarnada además no en una mítica Atenas ni en una desvencijada “latinidad”, sino en un centro de poder que es un rival verdadero y actual de Estados Unidos… El atractivo del marxismo no decrece, según está de sobra comprobado, con sus fracasos concretos”.

Rangel en esta sublime obra de reflexión histórica, cultural, social, económica y política sobre los mitos que fundamentan el fracaso latinoamericano, desenmascara las razones del porqué del predominio de la izquierda en el sustrato cultural del continente. Cuatro décadas y media después de su publicación, esta obra tiene más vigencia que nunca. El continente a pesar del desmoronamiento del comunismo en Europa, del fracaso ostentoso del socialismo del siglo XXI, de la clara superioridad del capitalismo sobre el comunismo, vive aún enceguecido por los mitos del Buen Salvaje y del Buen Revolucionario.

Colombia es un claro ejemplo de esta realidad. La Constitución de 1991, garantista como ninguna se excede en conceder derechos, sin establecer deberes. A los indígenas se les trata como minusválidos, se les otorga privilegios injustificados basados en esa ideología del Buen Salvaje, creando un Estado indígena dentro del Estado, situación de la que se aprovecha el Buen Revolucionario, para establecer en esos territorios indígenas, resguardos del narcoterrorismo comunista, estos líderes comunistas de las asociaciones indígenas, expulsan al Ejército de sus poblaciones, impide proyectos de desarrollo que benefician a todo el país y para remate destruyen estatuas de personajes significativos de la historia patria.

La Constitución de 2016, esa que se hizo en La Habana bajo la tutoría del máximo líder comunista español, refuerza el mito del Buen Revolucionario, para implantar una tiranía comunista, bajo la fachada de un Estado de Derecho, dándole el poder al narcoterrorismo comunista, cooptando todas las instituciones, patrocinando la desestabilización de la democracia liberal, atando toda la institucionalidad al acuerdo de entrega del país a las FARC.

Después de cuatro años de la entrega del país al narcoterrorismo comunista, la lectura del extraordinario libro de Rangel nos explica el porqué de la claudicación del liderazgo democrático ante la dictadura farcsantista, a pesar del fracaso del marxismo, este todavía domina el subconsciente político latinoamericano a través de los mitos del Buen Salvaje y el Buen Revolucionario.


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