Entre las disposiciones legales del arquetipo líder vampiro, con un poco de azúcar, como parte del plan de acción social atrapamoscas, dejarán la población en la ruina, impartiendo un nuevo orden con un desprecio olímpico hacia la población; nuevo orden que se presenta con apetito voraz por toda las riquezas nacionales, en especial por la inteligencia y la libertad del ser humano.

Se darán unas circunstancias que reducirán o acabarán con la confianza y la generosidad entre las personas en todas las naciones, bajo el ojo rojo flageladas por la retorcida ideología colectivista que impregna la población, a través de un reducido grupo de personajes notables, con una inteligencia incompleta, pueril, egoica, sin voluntad propia, entre los que cabe mencionar, maestros, profesores, sofistas y aspirantes de aquel aquelarre, que conforma la nomenclatura del Estado totalitario, séquito con experiencia en las tesis estatistas y colectivista de control sobre la población con relación a la economía, bajo el argumento del Estado benévolo, progresista, benefactor o Estado de bienestar o social de derecho, como retóricamente suelen llamarle hoy.

Dejando en posesión los bienes, medios de producción y servicios a los miembros e integrantes de la nomenclatura colectivista de control poblacional, como el mejor plan de acción social para acabar con las riquezas nacionales.

Sometiendo a la población a los tiempos más amargos de ruindad plena de la época, transformando a las poblaciones, tales disposiciones legales, en servidumbre dentro y fuera de las naciones, donde se instaura el modelo colectivista, empapado de positivismo y dogmas de una ciencia ateístas hacia afuera; mientras hacia dentro, hacia ese círculo estrecho que acompañan el monstruoso modelo, un templo de misterio, brujería, hechicería y toda clase de mancias, nigromancias y parafernalias abominables.

Mientras la población soporta este golpe, a sabiendas de que es una especie de shock colectivista, dirigido hacia la destrucción de las libertades de la humanidad, junto a la economía, como una auténtica escena absurda de terror, pesadumbre y desdicha sobre la psiquis de las personas que vienen superando todo, a través del espíritu.

No obstante, ante todo aquel teatro de operaciones se entreteje una desconfianza entre todo el mundo, en especial hacia los gobiernos tiranos o también los «democráticos» por la cruel impresión que dejan en las poblaciones, precisamente, a través de los medios de comunicación que estas fuerzas ideológicas manipulan.

Ofreciéndoles siempre al ingenuo espectador de la obra un paraíso, un conocimiento y el desarrollo de una ciencia en beneficio de la humanidad, siempre en una perenne paz, igualdad y libertad; cuando en realidad la tragedia no concluye, ya que la revolución nunca duerme, característica peculiar del Estado totalitario, transformándose la escena surrealista en un auténtico obra teatral de confusión, manicomio, del que las almas fuertes, llenas de fe y sabiduría eterna, logran trascender día tras día, ante las radiaciones trastornadas que emanan estos regímenes de mentalidades e ideas infrahumanas y derrotadas en todos los tiempos por la verdad que os hace libres.

Rodeado tal modelo de escena teatral con sus actores y cándidos líderes vampiros, que han hecho un episodio de pacto con la oscuridad, perdiendo paradójicamente todo aire de libertad, paz y semejanza, para luego ser tragado y sustituido por su propio séquito de asesores y acólitos majaderos; necios aspirantes, intelectuales que continuarán con las disposiciones legales que ahora heredan como si se tratase de un testamento, desde Lenin, incluso antes de Marx, hasta los nuevos herederos.

Lo que se ignora es que el líder y candidato es un alma no muerta dentro de un modelo tiránico y totalitario que se cierne sobre sus hombros, enmarcado dentro de una maldición eterna que él y su séquito de seguidores más cercanos la sufren.

El modelo vampírico goza con todos los recursos materiales, económicos, financieros, logísticos, científicos, técnicos y principalmente el poder de los medios, donde participan un grupo de hordas de sofistas profesionales, alimentados con las riquezas nacionales que chisporrotean a todos los agremiados, sin saber y sin importar la maldición de la caída en la que serán sustituidos por otros, en medio de tragar y ser tragados en un perenne círculo disoluto.

El sujeto no es libre en lo absoluto, su poder está limitado a los designios de las órdenes y emanaciones, literalmente es un empleado u obrero como se autocalifican de fuerzas oscuras desconocidas para el espectador, no pudiendo desplazarse de un sitio a otro, aunque quiera, ya que es una persona no grata, en muchas partes, no goza de libertad; viven bajo la sombra y la oscuridad, estando en la necesidad de todo tipo de armas materiales y espirituales, entre todos los fantasmas que los persiguen, bajo una condena eterna de tragar y ser tragados.

A pesar de que, nada les falta para vivir, pero no son dueños de nada, ni siquiera de la vida, de sí mismos, se han convertido en seres monstruosos que ellos mismos desprecian; poseen un carácter monstruoso en pensamiento y actos pueriles, dementes, trastornados, desnaturalizados, con los millares de almas sacrificadas en el hecatombe de las disposiciones y órdenes megalómanas que infringen a la humanidad, como si solo representaran moscas, simples insectos, roedores, animales y mamíferos.

Reflexionar es necesario y salir con voluntad de la locura de las hipótesis colectivistas, antes que una vez despiertos, no sea demasiado tarde para despertar en condiciones provechosas y darse cuenta de que se está en una auténtica prisión, sin el cambio favorable que necesita la población mundial.

Mientras que sobre las almas de este grupo de canallas, carceleros, tiranos, cerebros trastornados, monstruos no muertos, recae el peso de la responsabilidad de millones de almas padecientes en una escena verdaderamente alucinante y absurda en sí misma.

Buscar el cerrajero en el conocimiento de la verdad dispersa, resulta urgente y necesario, para fabricar la llave que permite redescubrir por sí mismo, la profundidad de la madriguera donde se oculta el monstruoso modelo.

 


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