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Foto: Cristian Hernández / AFP

La segunda semana de diciembre quedó nuevamente en evidencia que la enorme mayoría de los venezolanos no queremos el socialismo del siglo XXI. Ya lo hemos reiterado desde el referéndum de 2007 cuando rechazamos la reforma constitucional, hasta esta fecha reciente cuando ratificamos la voluntad vivir en libertad, de tal manera que a nadie puede albergar duda alguna de la voluntad del pueblo soberano.

Todos sabemos que, a pesar de todas las formas de ventajismo ejercidas con descaro y violencia por el régimen, la gente le dio la espalda a la elección fraudulenta de la asamblea nacional. En cambio, también fue evidente en el transcurso de esa misma semana que, a pesar de las carencias de todo tipo, muchos más salimos a votar para convocar, de conformidad con la Constitución, la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables.

Por un lado, está claro el rechazo al régimen, y por el otro que los venezolanos queremos ejercer el derecho a elegir nuestro destino político e institucional mediante el voto. Un voto que sea realizado con un sistema electoral confiable, para sin coacciones ni ventajismos, seleccionar un nuevo presidente y una nueva Asamblea Nacional que respete a los ciudadanos y a la Constitución.

Al tener una nueva institucionalidad, confiable, no dudemos que de inmediato se desplegarán todas las energías positivas que guarda la nación venezolana para construir, desde las raíces, la república civil que tenemos pendiente. Que valore la dignidad de la persona humana, que promueva fuentes de trabajo para que cada quien se gane honestamente su pan de cada día y que ponga en marcha los cambios extensos y profundos que necesitamos para tener un país de bienestar.

Luego de todas estas jornadas los venezolanos, con apoyo de la comunidad internacional, debemos prepararnos para elegir a las nuevas autoridades que tengan la capacidad y la vocación de servicio para asumir estos desafíos. Esta es la tarea urgente e importante.

 


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