El mundo se caracteriza por la gran variedad de culturas y estructuras sociales, que lo convierten en un universo único. La gran diversidad de pensamientos, creencias e interpretaciones de sus respectivas realidades es lo que caracteriza a este planeta como un sitio interesante y a la vez gratificante de conocer, porque en la pluralidad, está la tolerancia, la consideración y la libertad de los pueblos.

Por lo tanto, todos los ciudadanos del mundo merecen respeto, a pesar que las ideas religiosas, políticas o artísticas que profesan pueden ser cuestionadas y criticadas. Sin embargo, hay que resaltar que a pesar de lo variopinto de nuestras sociedades, hay que hacer frente a los poderes que utilizan las estructuras de sus respectivos Estados, para manipular y agredir a aquellos que osen disentir. Porque lamentablemente, esos fanatismos, acompañados por el culto a la personalidad y a la diosificación de los líderes políticos, todos, absolutamente todos, han devenido en tiranías.

A su vez, hay muchas naciones que se escudan a través del aislamiento para que prevalezca un pensamiento único, con el objetivo de que se interprete la realidad bajo los conceptos ideológicos del régimen de turno. Esto provoca que el resto de las ideas sean desechadas, que el resto de las libertades sean desechadas y todo se diseñe en función del capricho del dictador en funciones.

De esta práctica nace la barbarie, en la cual utilizan la violencia como arma para convencer e imponer ideales a la comunidad, todo con la finalidad de darle soporte a un gobierno que se ampara para convencer a sus ciudadanos a través del miedo, la persecución, la cárcel y la muerte. Esto da pié a que los crímenes cometidos por un régimen autoritario de origen a una espiral de discriminación política, condenando a cualquier persona que alce su voz, calificándolo como traidor a la patria, golpista e instigador de odio.

He aquí unos de los puntos álgidos de lo planteado anteriormente, cuando es atacada la libertad de expresión, la tolerancia y la democracia. Destruyendo las bases del pluralismo de un país, con la finalidad de instaurar una tiranía y al mismo tiempo radicalizar a la población, creando falsas luchas entre ricos y pobres, siendo los colectivos progubernamentales quienes asumen tener la razón, porque disparan para defender ideas, golpean para defender ideologías, aterrorizan para defender las migajas que les da la dictadura y a la vez, hay personajes que construyen sus gobiernos sobre las ruinas de toda una nación. Es allí cuando gana el miedo, es allí cuando todo se ha perdido.

En la coyuntura expuesta anteriormente hasta el humor es atacado ferozmente. Todos estamos de acuerdo en que el humorismo, además de generar sonrisas en el público, es una herramienta educativa y política que ayuda a los ciudadanos a la interpretación de hechos puntuales en el acontecer de una nación, ampara el nacimiento de nuevas opiniones, derrumba mentiras y logra contener las ambiciones de los poderosos, manteniéndolos en una constante presión, ya que están bajo el escrutinio de la sociedad, porque los humaniza, los hace vulnerables a la crítica y muchos tiranos no les gusta estar bajo la verificación popular.

Entonces, pasa lo que debe pasar en todo gobierno autoritario, en el cual hay que poner cotos a la libertad. Unos, lo hacen por prudencia, otros, por convicción y algunos, la minimizan hasta desaparecerla del contexto de una nación. Por lo tanto, para atacar los intentos de autodeterminación, se crean leyes punitivas que transgreden los más elementales derechos, como las legislaciones que regulan el odio, los medios de comunicación, el honor militar o cualquier código que permita penalizar algún indicio de libre albedrío.

Así se crea un nuevo cuerpo de leyes, en el cual la injusticia, la amenaza y la impunidad, conforman el novedoso poder judicial de aquellas naciones donde impera una dictadura. Eso conlleva a que la justicia ya no es ciega, sino selectiva, porque la ley no es igual para todos, ya que unos ciudadanos son más que otros, unos connacionales son más que otros, razón por la cual las nuevas normas y principios los amparan, los inmunizan ante cualquier barbarie que lleven a cabo. La jurisprudencia se convierte en medidas del gobierno de turno, porque su única función es garantizar la continuidad de la tiranía.

Ya no hay tolerancia, sino una constante y continuada agresión a los ciudadanos que expresen a viva voz sus discrepancias. No se permite cuestionar la realidad, porque su fin es doblegar a la sociedad para quebrar su resistencia ante los desmanes del régimen, debido a que lo que importa es despedazar la civilidad y mantener la sumisión.

Las autocracias hacen desaparecer las críticas, pero predominando el vandalismo. Ya no existe la empatía y mucho menos el buen humor, aquel constructivo, analítico y reflexivo. Solo reina la fuerza del poder para tiranizar a la sociedad, que se esconde detrás del fanatismo amable, es decir, los tiranos vociferan a los cuatro vientos que aman al pueblo y que cada acción es producto de las consideraciones hacia los ciudadanos.

Por eso, para este tipo de regímenes es tan importante eliminar las libertades, porque la independencia de pensamiento facilita el análisis de la realidad, además, posibilita discriminar entre la verdad y la mentira. Por añadidura, es un manantial de opiniones e ideas, que permiten cambiar verdades y desnudar tiranos.

Y llegamos al punto en el cual es el miedo quien se apodera de toda acción ciudadana, junto con la censura, el terror a las represalias, los vejámenes y las falsas imputaciones de delitos, convierten a los pueblos en sonámbulos, que deben demostrar en todo momento que son incapaces de pensar por sí mismos sin la ayuda del tirano, porque es el único quien posee la verdad de los hechos, porque es el único y auténtico guardián de la moral, pero escondiendo sus más bajos deseos, que no es otro que imponer una doctrina autoritaria, para diseñar su hoja de ruta para perpetuarse en el poder.

Por todo lo anterior, los ciudadanos no pueden evitar sentir rabia, impotencia y desesperación ante el avance de la ignorancia y la sinrazón, pero no pueden expresar en sus rostros ningún signo de desacuerdo, ningún signo de repugnancia, solo deben limitarse en sonreír, a pesar que se están muriendo por dentro, porque sienten y saben que la racionalidad ha desaparecido, que la humanidad ha desaparecido, que la fraternidad ha desaparecido.

Si bien a veces sintamos que estamos desamparados ante tanta injusticia, hay que resaltar que no hay poder en el mundo que pueda desaparecer la libertad, ya que está es intrínseca en el ser humano. Es la capacidad que tenemos de pensar y actuar según nuestra propia voluntad, que nos permite crecer y desarrollarnos como personas, además, es imprescindible para vivir con dignidad.

Cuando aprendamos que la libertad no es un ente, sino que tiene un desarrollo dependiendo del libre albedrío de los hombres y mujeres, que se expresa en dos factores fundamentales, como lo es la autonomía y la voluntad. Es decir, cuando hablamos de autonomía, nos referimos a la ausencia de violencia y agresiones, respetando la postura de cada quien, permitiendo la independencia en las acciones, sin ningún tipo de condiciones ni de tutelajes. Por su parte, la voluntad consiste en la posibilidad que tenemos para escoger las mejores opciones, para optimizar nuestras condiciones, en los diferentes aspectos en que actuemos.

Lo anteriormente descrito nos permite conocernos a nosotros mismos, porque en la medida que sepamos cuál es nuestro lugar en el mundo y las responsabilidades que debemos hacer frente, construimos una personalidad que nos permite tomar determinaciones y realizar planes futuros. La libertad en su esencia permite que construyamos las decisiones con decisiones, actos con actos, gestos con gestos, que resume en su totalidad la voluntad, el deseo y el anhelo que tiene cada ser humano, en el cual se representan los principios de la vida, por eso los hombres y las mujeres jamás podrán renunciar a ella.

A pesar de ello, las dictaduras se esmeran en implantar la injusticia, diseñando errores conscientes para propiciar luchas fratricidas, atacando la educación, atacando la verdad, atacando cualquier reflexión, porque lo que importa es esclavizar, no con cadenas y grilletes, no, sino con terror y miedo, para que seamos indiferentes ante el atropello, ante el abuso y edificar de este modo una falsa libertad, que no lleva a ninguna parte.

Para revertir todo lo anteriormente descrito, hay que eliminar el individualismo y salir de nuestra zona de confort, plantearnos seriamente cuál es nuestro concepto de país y proyecto de nación y cómo podemos contribuir para su consolidación. Aprender que la libertad no es individual, sino colectiva, porque todos tenemos derecho a mejorar nuestra existencia. Hay que respetar las creencias, las posturas políticas y las diferentes interpretaciones de la realidad, solo así se podrán cimentar sociedades tolerantes y capaces de ser representantes fieles de todas las tendencias.

El país en general y la sociedad en particular, tienen la capacidad de escribir su historia, para que las líneas expresen los principios que plasmen los derechos y las responsabilidades que tenemos como ciudadanos, ya que la voluntad permitirá que seamos verdaderamente libres. No hay que olvidar que los hombres y las mujeres no eligen su existencia, pero sí cómo vivirla.


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