Los venezolanos hemos sufrido ya muchos años de desasosiego, y ha llegado la hora de revertir esa situación. En efecto, muchos factores han conducido a que sintamos esa mezcla de incertidumbre, inseguridad, tristeza, rabia, miedo, desesperanza y otras sensaciones que a unos lleva a la depresión, a muchos a la emigración, otros a la simple resignación, o a la integración cómplice, y a algunos audaces a la resiliencia activa que conduce a una supervivencia con dignidad.

Así como las personas, también las organizaciones sufren y unas mueren, otras cierran entrando a una situación como la catalepsia mientras mejora la situación, o se reducen al mínimo, o se van como la gente. Y a los audaces les funciona algo que ni a los mejores estrategas se les había ocurrido: “La improvisación estratégica”, que consiste en teniendo clara la visión de la organización, sus objetivos y valores, manejan el corto plazo como un timonel que lleva el barco en medio de la tempestad, como si fuera surfeando.

Sobrevivir con dignidad no ha sido fácil, y se ven situaciones que hasta da pena como con frecuencia los principios y valores se quedan en el camino para no morir en el intento, en casos que eran empresas y organizaciones ejemplares, llámense industrias, comercios, gremios, universidades y sectores de culto religioso.

Quizás la causa principal de la debacle nacional en la escasez de decencia. Una persona, una organización o un país se conoce y reconoce por su decencia, porque inspira confianza, porque se sabe que su palabra es valiosa, que sus compromisos los cumple. Esta es una “palabra principal” como diría nuestro poeta Rafael Cadenas, por que significa la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, en aras del respeto a la dignidad de la persona humana y de la vocación por el bien común.

El proceso vivido por la nación venezolana en estos últimos años ha logrado que se valore tanto la decencia como palabra principal, que ha alcanzado las alturas de otras palabras como libertad, justicia y democracia. La mayoría del pueblo está demostrando que aspira que la decencia regrese al gobierno, a los partidos y a las organizaciones. Que regrese a las personas, a las familias y a las comunidades. De allí que cuando una líder política con imagen de persona decente, se lanza a las calles proponiendo que ese valor regrese, también regresa la esperanza y las posibilidades de sacudirnos el desasosiego que nos atormenta.

Por eso cuando propone personas decentes como Corina Yoris o Edmundo González Urrutia para que la sustituya frente a la indecencia de no poderse ella misma postularse como aspirante a la Presidencia de la República, María Corina Machado es coherente y decente. Y esa decisión tendrá como resultado que el sosiego regrese para poder trabajar en la construcción de la Venezuela Posible.


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