«Where all men think alike, no one thinks very much» (Walter Lippmann)

Hojeo papeles en la habitación más grande de la casa de mis padres y veo una carpeta verde con una etiqueta que dice: notas/profesor. Ahí debajo hay una fecha, ay: 13.6.2013. Ya han pasado casi ocho años desde la última vez que la había abierto. En el interior se encuentra un paquete de hojas manuscritas. Son anotaciones mías sobre educación y pedagogía. Voy pasando hojas hasta llegar a una que dice así: Consejos para el estudiante: qué no debe hacer en un examen.

Se trata de un decálogo de dieciséis consejos dirigidos al alumno para que afronte las pruebas de evaluación con buena actitud. Esta hoja indica lo que el alumno no debe hacer.

Qué no hacer en un examen

1.Copiar o hacer trampa.

2.No estudiar nada.

3.Estudiar muy poco.

4.Dejarlo todo para el día anterior a la prueba.

5.Escribir con mala letra o con prisa.

6.Una vez hecho el examen, no repasarlo es la estupidez más grande del mundo (después de copiar, claro).

7.Cometer faltas de ortografía.

8.Carecer de la utilísima habilidad de «vista de pájaro» (no para lo que está pensando, sino para ordenar las ideas y dominar sin dudas las fechas, los lugares, las obras, los autores, el contexto social e histórico, las características, etcétera).

9.Escribir una fecha sin la seguridad de que es la fecha correcta, por ejemplo, escribir que La Celestina apareció en 1492 (el año del descubrimiento de América). Se cree que aparecía en 1499 o alrededor del año 1500, esto es el siglo XVI. El alumno no debería escribir una fecha disparatada como 1984 o cualquier otra alejada de la época en que aparece una obra.

10.No leer.

11.No tener curiosidad.

12.No ordenar las ideas antes de empezar a escribir.

13.Contestar de manera excesivamente breve a las preguntas.

14.Emplear lenguaje inadecuado en el ámbito académico y poner, por ejemplo, que «Calisto estaba coladito por Melibea» o que «la Celestina parecía cabreada con Sempronio«. Podría escribir que Calisto estaba enamorado de Melibea y que la Celestina parecía molesta con Sempronio.

15.Escribir el título aproximado, de forma inexacta y pensar que no tiene importancia cambiar «La vida es sueño» de Calderón de la Barca por «Todo era un sueño en la vida«.

16.Olvidar lo aprendido.

Ahora todos los alumnos parecen magos (con g). En el año 2021 (d.2020) nadie vive sin su becerrito de oro. Hoy, un profesor pone tarea para casa a sus alumnos y si la hacen está bien, si no la hacen no pasa nada. Unos alumnos son lentos, otros son rápidos. Los alumnos lentos suelen trabajar mejor, con paciencia, preparándose bien, mientras que los rápidos hacen la tarea rápido. Estos no se complican la vida. Tocan la pared con su varita mágica -el smartphone– para obtener la solución que puede ser la clave de un ejercicio de matemáticas, la traducción a una oración escrita en latín o en inglés. A veces les sale mal, y entonces el profesor extrañado les pregunta por su respuesta. El alumno -sin vergüenza- responde que es lo que dice el buscador de Internet. En otras palabras, al alumno le importa poco saber traducir una oración, buscar en diccionarios, utilizar atlas, enciclopedias, manuales. Es grave que el alumno no sienta remordimientos por haber elegido el modo mágico. En fin, resumiendo: el profesor propone un ejercicio de esfuerzo intelectual a los alumnos. Los alumnos rápidos traspasan esa tarea al poder absoluto de la magia.

 

El sentido de la formación académica se pierde. Se pierde la instrucción, la disciplina, el estudio. Es una tendencia creciente y preocupante la viralización de bailes, postureos y niños felices en YouTube. Hay que recobrar el sentido común. Los profesores tenemos que luchar -metafóricamente hablando- a favor del conocimiento a fuego lento, la concentración y la seriedad en las escuelas. Bueno, también hay que luchar sin metáforas. Reflexionemos con calma sobre la educación, mantengámonos alerta, dudemos. Léase el «Panfleto antipedagógico» de Ricardo Moreno. Lea a Gregorio Luri y a Alberto Royo. No lea solo a los que dicen lo que usted piensa. Lea a los que piensan de manera distinta. Recuerde la sentencia de Lippmann («Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho «).

Lea El Elemento de Ken Robinson, escuche la charla TED en la que señala a la escuela como la culpable de la muerte de la creatividad y saque sus conclusiones. Vea las TED talks que se le antoje porque cuantas más TED talks vea, cuanto más escuche y cuanto más lea, más pensamientos rondarán su cabeza. Será capaz entonces de formar su pensamiento crítico y será dueño de un criterio propio. El punto de partida siempre es la ignorancia. Los profesores tenemos una misión que cumplir. Somos unos pocos y venimos en son de paz. Tenemos que hacerles ver a los alumnos la necesidad de recuperar la atención y el estudio o la educación se va al carajo.

 


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