Complicado es que los más afectados en el país no vean esperanzados una eventual suspensión de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y que el debate político sobre su pertinencia o no, esté realmente ajeno a las penosas circunstancias que crean esa expectativa. El régimen se ha encargado, con singular eficacia, de eximirse de culpa y de responsabilizar de la carga social que generan esas medidas a los satanizados norteamericanos.

Un sector de la oposición, dirigido por el G4, condiciona la suspensión a la celebración de unas elecciones libres. Otro sector de la oposición y algunos de la sociedad civil apoyan la suspensión viéndola desde sus particulares perspectivas. Estados Unidos por su lado, atendiendo a sus intereses, inicia acercamientos con el oficialismo en el marco de una eventual crisis petrolera y mantiene condicionada la suspensión al diálogo en México y las resultas de unas elecciones libres.

Como señalamos, al régimen la imposición de sanciones le ha permitido tomarla a manera de excusa. Es larga la enumeración de los crónicos males que aquejan a la gran mayoría de los venezolanos. Esa cotidiana vida en modo de supervivencia era ya  de larga data en este régimen y solo ha sido potenciada con las sanciones. El caso es que pese a los extraordinarios recursos con los que ha contado el oficialismo, estos nunca fueron invertidos para mejorar la calidad de vida del venezolano. Cabe preguntarse por el autoabastecimiento y la soberanía alimentaria vs los CLAP, el empleo formal vs el informal, un salario digno vs los aberrantes bonos clientelares, la construcción de verdaderos hospitales vs los CDI; así como por inexistentes edificaciones educativas, obras de infraestructuras, pésimos servicios, etc. En absoluto beneficiaron al colectivo, fueron a parar a los bolsillos de los jerarcas del gobierno y de los boliburgueses. De manera cínica, para excusarse, alimentan su discurso político atribuyéndole a las sanciones la causa de nuestra tragedia.

En el caso del sector de la oposición dirigida por el G4, el condicionamiento a la celebración de unas elecciones “libres”, tiene una extraña connotación. Esta consigna de las elecciones libres se asemeja a la ya olvidada panacea del presidente y gobierno interino que no vamos a repetir. Servirá para mantener una expectativa de lo que saben que no se va a cumplir. Es una enmascarada forma de correr la arruga hasta el 2024 por varias razones, entre otras: asegurarse de seguir contando con la cuota de poder que manejan con la indulgencia del oficialismo que no los toca; de seguir manejando a su antojo los ingresos que le llegan por esa cuota y por la ayuda externa; y, convertirse en el 2024 en un instrumento de legitimación electoral. Preguntamos si ese condicionamiento de elecciones libres, tiene como tema central la agenda social. Pareciera que no, es simplemente otro discurso político alejado de lo social.

Del otro sector de la oposición, por ahora sometido a la judicialización del régimen, pero no por ello lo obviaremos, pudiéramos decir que su discurso, con cierto contenido social, tiene como limitante la omisión en la asignación de responsabilidades por parte del régimen en la crisis que ha sido acentuada con la imposición de sanciones. De la sociedad civil, tenemos los pronunciamientos de aquel sector del grupo de los 25 y el que conforma el Foro Cívico con enfoques parecidos, que apuntan muy puntualmente al tema económico y en forma genérica a los “derechos humanos”. Se diferencian en su repercusión. Mientras el llamado Foro Cívico hizo su inoficioso planteamiento ante Maduro, los “25” lo hicieron ante Biden. Las singularidades de cada uno de los sectores les lleva a poner el acento en su ámbito.

Nada de estos particulares objetivos es cuestionable, pero el contexto del asunto es mucho más complejo. El debate político debe privilegiar al tema social. Tiene que trascender y pasar a un nivel en el que el ser humano, que hemos dado en llamar “ciudadano de a pie”, sea el centro del debate; tanta retórica que hoy por hoy lleva consigo el discurso político de lado y lado tiene postrado al venezolano. El fariseísmo es una mala praxis en nuestra política que debe dar paso a una nueva forma humanística de hacerla. La cosecha de los peores males de nuestro país se lo debemos a la siembra del populismo. Solo viendo desde este ángulo el asunto, estaríamos en condiciones de fijar posición al respecto.

@vabolivar

 


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