Pedro Sánchez y Pablo Casado

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados” (Groucho Marx).

Asistimos a una época gris de nuestra política. Gris oscura, diría yo. Nunca, desde que retomamos la democracia, sistema que, dicho sea de paso, nunca nos había dado buenos resultados, nunca, como digo, habíamos tenido que soportar unos políticos de tal bajeza moral y pobreza intelectual, tan cortos de miras, tan ambiciosos y tan profesionalizados.

Si analizamos brevemente los currículos de nuestros líderes más destacados, de todos los partidos y colores políticos, llegamos a la conclusión de que, a diferencia de otras épocas y gobiernos de nuestra democracia, en las que la mayoría de los dirigentes, cuando menos los ministros, procedían de la empresa privada o de cargos de responsabilidad en el sector público, con acreditadas carreras profesionales, nuestros políticos actuales, en su mayoría, nunca han desempeñado cargo o trabajo alguno fuera de la política.

Comenzando por nuestro presidente, el ínclito Pedro Sánchez, cuya andadura profesional comenzó como concejal del Ayuntamiento de Madrid en 2004, podemos elaborar una larga lista de políticos que nunca han pisado la calle, no conocen la empresa privada, ni siquiera lo que es ser trabajador por cuenta ajena en una PYME, una empresa o cualquier otro estamento.

Adriana Lastra, por ejemplo, se afilió a las juventudes socialistas con tan solo 18 años,  tras abandonar sus estudios universitarios, no habiendo desarrollado actividad laboral alguna fuera de la política.

Nadia Calviño, que al margen de ser profesora asociada de la Universidad Complutense de Madrid entre 1991 y 1994 no ha desarrollado actividad alguna que no fuera política.

Teresa Ribera, que nuevamente ejerció como profesora asociada en este caso en la Universidad Autónoma, para desembocar directamente en la política.

Y un largo etcétera que no viene al caso, en este foro, seguir enumerando.

El problema no es que los miembros de nuestro actual gobierno no tengan idea de lo que vale un café en una cafetería, aunque algunos exministros sí sepan lo que vale un cubata en un lupanar. El problema es que aquellos que se presentan como alternativa van por el mismo camino.

Pablo Casado, líder actualmente de la oposición, inició su andadura profesional en las juventudes del Partido Popular, siendo elegido diputado cuando contaba 27 años de edad. Sin experiencia conocida en el sector privado.

julio morenoSantiago Abascal tampoco ha ejercido cargo alguno fuera de la política desde que en 1996 ingresó en el Comité Provincial del PP en Álava. No obstante, y aunque aquí no venga al caso, todos aquellos que formaron parte de cualquier partido democrático en el país Vasco durante los años del plomo, tienen acreditada su vocación de servicio. Desde aquí, todo mi respeto. Lo tenía que decir y dicho está.

Esto contrasta con otros gobiernos que, de uno u otro color, se han venido sucediendo desde 1975. Por repasar algunos ejemplos, Felipe González ejerció su profesión de abogado laboralista en los años setenta, compaginando esta andadura profesional con sus inicios en política, que también fueron tempranos.

José María Aznar ejerció, profesionalmente, como inspector de finanzas del Estado. No es este un cargo político, aunque pueda parecerlo, sino un desempeño profesional para la administración.

Mariano Rajoy fue el registrador de la propiedad más joven de España a los 24 años, cargo que se alcanza tras superar una durísima oposición. Hay que decir que, en la actualidad, apartado ya de la política, vuelve a desempeñar esta labor profesional.

Incluso José Luis Rodríguez Zapatero, sin duda el más inepto e incapaz de nuestros gobernantes, responsable de la resurrección del concepto de las dos Españas y de generar un odio y una tensión entre los españoles que ya estaba casi extinta, solo con el fin de obtener un rédito político, ejerció de profesor ayudante de Derecho Constitucional en la Universidad de León.

No es que yo sea partidario de un gobierno de tecnócratas, pero sí creo conveniente que el entrenador de, no sé, el Real Madrid o del Alcoyano, que, con todos los respetos se parece más a España, por aquello de la moral, haya pisado en alguna ocasión un campo de fútbol y, si puede ser, haya metido algún gol.

La consecuencia de todo esto es que para nuestros políticos actuales, la política es un negocio. Negocio que, además, se han encargado de que sea muy lucrativo. Solo hay que ver el ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio, en el que Pablo Iglesias ha pasado de la tienda de campaña en Sol y el pisito proletario en Vallecas a poseer, en la actualidad, dos mansiones. Eso, que sepamos. En apenas ocho años de andadura política. Este hombre es un hacha y, sin duda, uno de los mayores jetas que yo he conocido nunca. Sin pudor, dado que se suponía el representante del proletariado.

Por todo esto, es aún más grave que cuando algún político despunta en algún partido, por su eficacia y sus ganas de hacer las cosas bien, por encima de su beneficio personal, desde su propio partido le quieran cortar las alas, tal como está ocurriendo actualmente en el PP con Isabel Díaz Ayuso.

En el momento en que la altas instancias ven peligrar su poltrona, todo comienza a torcerse. Si no, que se lo pregunten a Ruiz-Gallardón, al que una ley que su propio presidente le instigó a presentar, le acabó costando su carrera política.

O a Margarita Robles, cuya cabeza demandan los socios ultraizquierdistas del PSOE por no ceñirse a los cánones de la progresía.

Así que, si Pablo Casado tiene dos dedos de frente, debería cuidarse mucho de promover guerras intestinas en el PP de Madrid, que le está sosteniendo los cojones gracias al buen hacer de Díaz Ayuso y de Almeida. Promover una pelea de mandingos entre estos dos pesos pesados solo va a remover el lodo del cenagal. Cuidado, Pablo. La mierda flota.

Así que, un consejo de alguien más viejo que tú, Pablo Casado. Si hay alguien de más valía que la tuya, apártate y deja paso. No quieras beneficiarte y tomar protagonismo donde no lo tienes, como hiciste el 4 de mayo en el Balcón de Génova, que se nota y queda fatal.

Tengo un sueño. Verme un día gobernado por aquellos que, por su valía, sepan cómo hacerlo y, por su vocación de servicio, puedan llamarse políticos con la cabeza bien alta.

Esto de tengo un sueño ya lo dijo alguien mucho más válido que yo. Y no terminó muy bien, por desgracia.

Pero, de momento, soñar es gratis.


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