En la actualidad vemos a un país maravilloso que va de mal a peor. Venezuela que era la envidia de América Latina por sus riquezas naturales, por su democracia, por su recurso humano y por el legado de nuestros padres libertadores, es ahora un territorio que irradia todo tipo de calamidades. De país libre y soberano pasamos a ser tierra de nadie, porque simplemente hoy imponen sus códigos las megabandas, los carteles de la droga, los colectivos, los pranes, los núcleos del terrorismo y las fuerzas militares extranjeras que ocupan nuestro espacio territorial.

La Fuerza Armada Nacional que puso en su sitio a los invasores castristas ya no es la misma. Aquella contaba con un ejército dispuesto a defender nuestra soberanía, tal como lo hicieron, por ejemplo, en Machurucuto; la de hoy, la de Padrino López, es una montonera al servicio de los jefes cubanos que son los que imponen la línea de mando. Aquella Fuerza Armada consagrada a servirle a la democracia declinó en una comparsa que le hace bailes al comunismo y llegan al extremo de hacerle discursos laudatorios a Fidel Castro y a Marulanda. ¡Qué vergüenza!

Los cuerpos policiales se confunden con grupos paramilitares. Eso es parte del proceso de degradación que se vive en instituciones que brillaron por la capacidad, eficiencia y honestidad de sus funcionarios. Desde el agente Apascacio Mata Palacios, de la desaparecida Policía Metropolitana caraqueña, que fue referencia para miles de venezolanos que no olvidan aquella figura risueña que al mismo tiempo sacaba carácter para hacer respetar las leyes sin necesidad de atropellar a nadie para hacer valer su autoridad. Y en la PTJ ¿quién no recuerda con admiración y respeto al comisario de comisarios Fermín Mármol León? Ahora la policía está contaminada y politizada. Sus banderas se confunden con las del PSUV, sus funcionarios ascienden de acuerdo con la sumisión y disposición de ejecutar medidas extrajudiciales como las que perpetra el FAES.

La Venezuela maravillosa que contó entre sus hijos con un médico llamado Luis Razetti que llegó a ser el impulsor del “renacimiento de la medicina venezolana”. Fundador de cátedras clínicas, escuelas de medicinas, colegios de médicos y creador de academias. Otro médico insigne fue el doctor Arnoldo Gabaldón Carrillo, célebre por sus investigaciones y su tenaz y efectiva lucha contra la malaria, llegando a usar el DDT para combatir esa enfermedad convirtiendo a Venezuela en el primer país en erradicar esa enfermedad.

En la Venezuela de hoy nuestros médicos y demás integrantes del personal de salud están muriendo porque carecen de insumos e indumentarias para cumplir con menor riesgo su misión de salvar vidas. Hoy para enfrentar la pandemia no se apela a la Academia Nacional de Medicina sino que se le encarga esa responsabilidad a los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, dejando de lado a los expertos que pudieran administrar los recursos y las soluciones con carácter técnico y libres de clientelismo político.

Por eso la lucha por la libertad de Venezuela lleva implícita la recuperación de esos valores y ejemplos que deben ser el paradigma de las nuevas generaciones de venezolanos.


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