La condición critica en la que se encuentra la oposición en general, dice mucho de cuánto tendría que hacerse para recuperar la sindéresis y la sensatez en tiempos espeluznantes. El sentido común no pasa de ser un eslogan que resume una vacua invocación del deber ser. La atomización de la oposición es un hecho tan palpable como cuestionable.

En esta Torre de Babel habitan y se manifiestan todos los demonios que dicen tener la forma de sacarnos de tamaña crisis pero son parte de esa crisis. Dista mucho su ejemplo para tenerlos como factores reales de solución; pareciera que lo único que tienen en común es que lidian con dos grandes problemas: el régimen y su poca resolución para vencerlo.

Hace 20 meses la expectativa popular pasó de ser un anhelo a ser fervor de calle en el país. Se apoyó al mantra opositor, hasta que dejó de serlo, y hoy se muestran serias reservas a su trasnochado relanzamiento. Se percibe una debilidad de liderazgo puertas adentro que lo hace inviable.

El papel de la AN, como única institución legítima, era y es genuino en lo que a sus funciones respecta; de allí que se generara la matriz de su reconocimiento cada día más consolidada en el ámbito internacional. Tanta legitimidad hubo, que de su seno surgió un presidente interino sustentado impecablemente en nuestra constitución que, en paralelo, buena parte de esa mayoría de países reconoció. Contó asimismo con el total respaldo del liderazgo opositor. Sin embargo, a pesar de ser alertado como inconveniente, la AN pasó a ejercer inconstitucionalmente el Poder Ejecutivo en el interinato, limitándole a  Guaidó su autonomía de decisión y acción en una especie de capitis diminutio.

Luego, con su sometimiento absoluto al G4, comenzó el período de gestación de cuanto ha pasado en el campo opositor; el reparto de cuotas en el interinato, contradicciones en la estrategia y equivocaciones tácticas, más la forma tribal de su estructura dejó en evidencia la verdadera “unidad” de esos factores políticos que no era la unidad real que el país requería para viabilizar una lucha más eficaz contra el régimen. De haberse mantenido la unidad que el pueblo mostró en las calles, otro hubiese sido el resultado porque entonces    contábamos con los dos elementos que hoy pretenden retomarse: el apoyo internacional y el interno.

Hoy, lamentablemente, el llamado pacto unitario está lejos de articular el respaldo de más de 60 países con el decidido apoyo de todos los venezolanos. Quienes de nuevo lo proponen están cosechando el escepticismo que sembraron y que se ha incrementado ahora por la pobre demostración que el vaivén electoral ha generado y aprovechado el régimen para dividirnos. Aquellos vientos trajeron estas tempestades.

El canibalismo político sigue haciendo de las suyas, dejando a su paso malestar y desasosiego. Quedan pocas referencias de autenticidad, insuficientes para  ser efectivas por sí solas en esta confrontación con el régimen. Esta realidad nos lleva a preguntamos sobre la percepción que tienen de esta situación en el plano internacional, más específicamente el presidente Trump y el candidato Biden. En este sentido, es importante saber lo que sobrevendrá luego de los eventos electorales de noviembre en Estados Unidos y las cuestionadas parlamentarias en Venezuela. Por lo pronto, Trump tiene que insistir con su apoyo cada día más decidido a esa oposición ante su propio compromiso; el rédito electoral se lo exige. Biden se esforzará en dejarse ver como un eventual aliado.

Seguramente,  esta situación se encuentra bajo permanente evaluación  de la comunidad internacional. Los riesgos que corre el país con la oposición en estas circunstancias son enormes. Los distintos escenarios suponen las peores consecuencias que se pueden producir de no privar la sindéresis y la cordura. Desde el desconocimiento o manipulación de unos resultados electorales,  en detrimento de aquellos que apuestan a esa vía, hasta la posibilidad del debilitamiento del apoyo internacional a quienes no concurran, al no concebir viable a la actual AN y al presidente interino con una legitimidad otorgada sine die.

Estando tanto en juego, lo deseable hubiese sido que toda la dirigencia opositora y los sectores de la sociedad civil hubiesen realizado un gran esfuerzo cumbre bajo el monitoreo del país; poniendo de lado sus animadversiones e intereses para que, valiéndose del apoyo nacional e internacional, se exploraran otras formas de enfrentar a este régimen. Venezuela bien se lo merecía.

@vabolivar


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