El total control de cuanto suceda a nuestro alrededor es sencillamente imposible. Al pensar en cómo nos convertimos de un diminuto cigoto en gestación hasta superar largo tiempo de dependencia desde el nacimiento hasta la adolescencia, ello se expresará en gran parte de lo que en esencia seremos a lo largo de nuestra vida.

Una madre, con determinado origen, raza, condición social, creencias o confesión religiosa nos anidó en su vientre. Al juntarse células originarias del aporte de un hombre y una mujer, desde allí se inició el proceso natural que nos formó como bebés. No es un asunto de generación espontánea, como el brillante polímata y gran filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.) intentaba explicarse el mismísimo origen de la vida.

En días recientes, la Corte Suprema de Alabama sentenció que los embriones congelados serán considerados como “bebés”, seres vivos sobre los cuales podrá exigirse responsabilidades en su manejo y atención, como podría ser una destrucción accidental. Tanto que el Sistema de Salud de la Universidad de Alabama en Birmingham, con el mayor hospital del sur de Estados Unidos, decidió interrumpir sus servicios de fecundación in vitro (FIV) por precaución ante posibles acciones penales. Continuarán extrayendo óvulos de los ovarios de mujeres que deseen luego reproducción asistida, pero detendrán el paso del proceso de FIV en el que los óvulos son fertilizados con esperma antes de ser implantados en el útero.

¿Todo lo anterior a qué viene, mis amables lectores, en esta propuesta de reflexión a inicios de este marzo del año 2024, desde mi columna sabatina para ustedes en El Nacional? A medida que el tiempo avanza raudo, casi para ya completar un cuarto del siglo XXI en que estamos, pienso sobre el entorno mundial de actualidad y no dejo de quedarme perplejo. Las cosas que se están discutiendo y que provocan en tan disímiles escenarios. Frente a una realidad global que pareciera un tanto desquiciada, se reintentan, y hasta se manipulan razonamientos y decisiones sobre el propio origen de la vida. De cuándo empieza hasta de cuándo termina, y del cómo terminarla. Del valor de la vida misma. Se intentan reinterpretar anteriores consensos a los que pensamos que habíamos llegado. Al menos en Occidente.

Otro ejemplo que nos viene de vuelta entre estos temas de polémica discusión es el del libre albedrío que poseemos, o no, los seres humanos. El profesor de la Universidad de Stanford Robert Sapolsky sostiene en su obra Determinado: Vida sin libre albedrío (Determined: Life without free will) que en realidad no existe una cosa tal como el libre albedrío. El neurocientífico, prestigioso profesor e investigador, sostiene que “no somos ni más ni menos que aquello que no pudimos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y la interacción entre ambos”. Yo les pregunto: ¿no les parece esto conocido y asociado a lo que nos enseñaron nuestros instructores del bachillerato en  las lecciones biológicas sobre la influencia de lo genotípico y lo fenotípico en nuestra formación como seres humanos? En su planteamiento, Sapolsky nos invita a preguntarnos de dónde vienen nuestras primeras intenciones al querer actuar en un sentido u otro; en dónde se originó cada una realmente. Nos dice: “Imagina que hay millones y millones de telarañas invisibles, pequeños hilos que te trajeron a este momento, y te hicieron quien eres”. Así entra en la parte filosófica de la comprensión, al no odio y el perdón al meditar sobre “cómo creer que todo lo que se necesita para valorar una película es ver únicamente los últimos tres minutos de esta”.

¿Cuánto tiempo más nos tomará la evolución de nuestros conocimientos y cultura mundial para una mayor y más clara comprensión de asuntos tan literalmente vitales para una sociedad más sana? Será que como con Aristóteles, y su ya superada teoría de la generación espontánea, se mantendrá por siglos como válida y seguida por filósofos y hombres tan brillantes como René Descartes, Francis Bacon e Isaac Newton. La “Ley de la biogénesis” surgió luego con descubrimientos de Pasteur (1822-1895) y otros, para arrojar luz donde antes había oscuridad: “toda vida sale de la vida”… “Es el proceso fundamental de producción de nuevos organismos vivos a partir de otros vivos ya existentes del mismo tipo”.

Es hora de que dejemos atrás en nuestro tiempo el miedo que se siembra por politiqueros y facinerosos sobre la vida, la gente, el control de las migraciones, y tantos otros temas, a nivel nacional e internacional. Que veamos que han habido afirmaciones totalmente equivocadas, aún algunas bienintencionadas. Por ejemplo, la del naturalista belga que en 1667 en su obra Ortus Medicinae afirmó: “Lo verdaderamente increíble es que los ratones que han surgido del trigo, y la ropa íntima sudada no son pequeñitos, ni deformes, ni defectuosos, sino que son adultos perfectos”.

Debemos alertarnos entre los buenos ciudadanos del mundo de hoy contra la perfecta perversidad de seudo filósofos, políticos y religiosos.

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